La oportunidad viene tocando la puerta del terreno opositor. Y este cartero ha llamado más de dos veces. Si las cosas no cambian, cada mes seguirá golpeando la puerta con sus nudillos. En los últimos cuatro meses las encuestas dejaron al descubierto ciertos datos estructurales que tienden a repetirse. El oficialismo consigue entre el 29 y el 31 por ciento de los votos; la oposición, incluyendo a la totalidad de los sectores que la componen, entre 43 y 45 por ciento. Pero en este mes de agosto la cuerda parece tensarse más y la brecha se amplía: el oficialismo redondea un 32 por ciento de intención de voto y la oposición pega un pequeño salto que la ubica en el eje del 50. 

Es cierto que esto recién empieza, que la mayor parte de las cartas están en el mazo y quedan demasiadas por jugar, muchas más que las que se jugaron hasta ahora. En la foto de hoy, del oficialismo no queda mucho más para agregar. Los astros no lo favorecen, su principal desafío es la economía y como están las cosas, con el FMI auditando y controlando, cada paso que se de, no traduce en posibles grandes cambios.

La economía de mal en peor, la perdida de confianza en el gobierno en su conjunto, la popularidad y la aprobación de la gestión de sus principales referentes cayendo en picada y en este último mes el affaire de los aportantes truchos en la campaña bonaerense que remató en dos consecuencias durísimas: la pérdida de credibilidad y las conclusión que en definitiva “son más de los mismo”. El cambio cultural anunciado en los tiempos de campaña, se quedó simplemente en un pregón y hoy ni siquiera es recordado por sus propios votantes. 

En marzo los principales referentes de Cambiemos, con un piso del 36 por ciento en las encuestas, comenzaron a acuñar la idea de ganar las próximas presidenciales con una hipótesis de cerrar el trámite en la primera vuelta. Cuatro meses más tarde la economía los ha golpeado de manera extremadamente severa y hoy dependen de dos factores. El primero es más un milagro que otra cosa: una cosecha record que vuelva a poner el viento de cola. El segundo transita el terreno de la política. Parece simple de expresar pero tiene riesgos y dificultades: que sus archienemigos peronistas sigan divididos sin encontrar caminos, fórmulas o pócimas que los lleven con éxito por la senda que conduce a la unidad.

Pero en esta dirección el riesgo para Cambiemos sigue latente. Seguramente más de uno deberá recordar las palabras de juan Domingo Perón: “Los peronistas son como los gatos. Parece que se están matando, pero en realidad se están reproduciendo”. Si se miran con atención los resultados de este último trabajo de campo, queda en claro que el kirchnerismo posee un núcleo duro que pase lo que pase convertirá en CFK en una protagonista principal. Sea o no candidata. A pesar de las causas, a pesar de los últimos bolsos, a pesar de la explosión de insultos y acusaciones orquestada por una organización de trolls disciplinados, no logran cambiar la ecuación que el peronismo en su conjunto (incluyendo al kirchnerismo) hoy por hoy se convierte en la fuerza más votada.

Mientras la oposición peronista se mantenga dividida el oficialismo sigue contando con una ventaja comparativa. Y no le quepa a nadie ninguna duda que seguramente la utilizará en su estrategia de marketing político.

Pero CFK sola corre el riesgo de no poder. Esa experiencia el peronismo la vivió, esa tapa ya fue publicada un año atrás, con el resultado de la elección de 2017: el peronismo debe bregar por la unidad, pase lo que pase, cueste lo que cueste. Luego vendrá el proyecto. Un proyecto alternativo de gobernabilidad que reafirme a los propios y seduzca a los independientes.

Y recién como último paso el candidato: algo así como la frutilla que adorna la torta. Otro ejemplo que en política no rigen los principios de las matemáticas: en este caso, por ejemplo, el orden de los factores, puede alterar el producto.