A menos que la coalición gubernamental sustentada por un sector de los tribunales federales y los medios tradicionales dominantes se reserve una sorpresa fundada que, por ahora, no figura en ninguna parte, el país asiste a una de las mayores operetas de su historia en tiempos democráticos.

Lo único seguro es que, cualquiera sea el resultado judicial de este revoltijo, el oficialismo acaba de exponer cuál es su táctica madre y muy probablemente única para afrontar las elecciones próximas.

Derrumbada la economía hasta su peor nivel desde la crisis de 2002; agotada toda esperanza de recuperación que no consista en algún rebote del gato muerto en meses previos a los comicios; avanzadas las denuncias que sí se corroboran sobre la corrupción macrista; ya inquieto el oficialismo por los asomos de articulado opositor junto con la caída de imagen e intención de voto en las encuestas propias y ajenas y, llovido sobre mojado, ante la posibilidad de que un rechazo legislativo a la legalización del aborto genere un malhumor de consecuencias impredecibles en franjas amplias y activas, la alianza del poder juega todas sus cartas a reinstalar los sentimientos más bajos, más frívolos, más cándidos respecto de que los K y el peronismo globalmente entendido sólo residieron en robarse todo para volver a hacerlo cuantas veces retornen.

¿Hasta dónde pueden salirle bien al Gobierno las jugadas groseras que vayan en esa dirección? ¿No tiene acaso el riesgo del pastorcito maníacamente mentiroso? Y más cerca o lejos todavía, ¿los alcances de esta ofensiva no conllevan acaso el peligro de que se vean tocados a pleno los socios empresariales de la alianza oficial y de la famiglia Macri en particular? ¿O alguien puede suponer seriamente que los negociados de obra pública nacieron y murieron con el kirchnerismo? ¿Tanto confían en que la protección mediática y judicial podrá discriminar in eternum entre los monjes tibetanos del macrismo y las hordas corruptas de Néstor y Cristina?

Todo dependerá de la marcha económica que, según los indicadores que quieran apreciarse, es luctuosa. 

Ninguno de los motores reactivantes de este o cualquier sistema económico da signos de vida, ni presente ni futura. 

El consumo no tiene forma de repuntar en un proceso recesivo (con estrictez, la recesión es apuesta clave para disminuir el desate inflacionario). El crédito no puede existir con las tasas de interés más altas del mundo, que persistirán. El gasto y la inversión públicos quedan restringidos tanto como la primera ministra Lagarde y su equipo lo estipulen, porque en términos reales Macri ya no gobierna. 

De resultas, no existe límite para el humo que pueda desviar la atención y eso incluye afectaciones gravísimas de los derechos jurídicos universales.

Lo que hay es una comedia que se repite como tragedia porque tiene carácter vil.

Hicieron una razzia sin más pruebas que unos cuadernos fotocopiados que no pueden peritarse, aportados por un periodista del house organ de la causa oficial a quien le allegaron los documentos de un chofer que es un ex militar a quien su propia esposa apuntó como un extorsionador. Los originales de la Gloria fueron quemados. Los 160 millones de dólares que se habrían movido en estos reciclados bolsos de José López, quien no insólitamente casi ni figura en el registro de añares anotado por el ex sargento Centeno, carecen de toda evidencia física. A López lo resguardan como se debe porque, apenas prendiera ventiladores y según ya fue ocultado por los vikingos oficiales, la ruta de esos bolsos tiene más de M que de K.  

Sirve reproducir un par de párrafos de “Pesca”, la columna firmada por Raúl Kollmann en PáginaI12 del jueves que, entre otros aspectos, recuerda la diferencia sustancial con el caso del Lava Jato porque “en Brasil aprehendieron a los ‘doleiros’, a los cueveros, que ‘arrepentidos’ explicaron el giro de tantos cientos de millones de dólares a tal funcionario a tal número de cuenta en Hong Kong y de ahí a tal otra cuenta en Suiza”. 

Aquí apenas hay “un chofer arrepentido, ocho fotocopias de cuadernos y prácticamente nada más. Ni a los Kirchner, ni a De Vido ni a Baratta les encontraron sociedades, ni cuentas en el exterior, ni bóvedas o bolsos”. 

La nada misma hubo en los allanamientos de los lugares indicados por el escritor Centeno para encontrar los cuadernos que no se sabe si fueron escritos hace una década o unas semanas. 

Pero también es cierto, como advierte Kollmann, que queda la duda de cuánto importará la verdad en todo esto, porque hay la obvia sensación de que el objetivo es puramente político y que, como en Brasil, no importa si el departamento es o no de Lula, sino que el establishment pueda sacárselo de encima. Eso no es especulación, es dato. La justicia brasileña reconoció en sus fallos que tenía convicción y nunca pruebas.

Macri fotocopia, por lo que se ve hasta el momento.

Hasta hace poco, mandar presa a Cristina, a como fuere, era una opción discutida. La interna gubernamental, entre el grupejo Cardenal Newman/carriotistas contra el sector de “los políticos”, se saldó provisoriamente a favor de los segundos porque el peligro de semejante sacudida fue juzgado más grande que sus eventuales beneficios. Era la prehistoria, antes del quiebre por la reforma previsional, la corrida cambiaria, el retorno al Fondo Monetario, el tsunami verde, los aportantes truchos a la campaña de Cambiemos, la recesión, los despidos que no paran, los tarifazos que tampoco, la clase media embroncada, los arrepentidos que no son el chofer. 

¿Cuánto más le queda al Gobierno, que no sea apostar a Comodoro Py, al ejército mediático, a los servicios, al símbolo de que los militares vuelvan a intervenir en la seguridad interior?

Los números del Presupuesto 2019, para conformar al Fondo, son un pronóstico catastrófico resumido en el trabajo publicado por los economistas del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz. Recortes en los programas sociales, en los programas de ayuda alimentaria, en los fondos a provincias y hospitales, en la obra pública, en las partidas del Conicet, en lo que se quiera hurgar. 

Nada se salva, con excepción del escenario de negociados para quienes auguran el porvenir dichoso si se ajustan exclusivamente los que menos tienen.

Un asco así necesita ser licuado con jueces amigables y coro mediático que, para la campaña, debuta con cuadernos a la parrilla, choferes arrepentidos, empresarios apretados y data bajo sospecha de contener información atendible dentro de una truchada monumental.

Hablamos de esto mientras en el Gran Buenos Aires explotó una escuela con dos muertos que podrían haber sido decenas media hora después. Los gremios docentes se cansaron de avisar el peligro. No es justo, dicen algunos, achacar culpa o responsabilidad exclusiva a las actuales autoridades nacionales y distritales, porque la desatención viene de lejos. Mentira, porque gobiernan hace dos años y medio y porque las advertencias fueron específicas. En todo caso, es correcto decir que en este marco de ajuste salvaje no hay ninguna probabilidad de resolver miserias trágicas.

El macrismo llegó para agravar absolutamente todo lo que estaba mal, revertir cuanto hubiera de bueno y confiar en que arrepentidos apócrifos le salven las papas por las buenas o las malas.

Por suerte, Macri estuvo con Vidal, reaccionó inmediatamente y dijo que habrá créditos para problemitas como un escape de gas.