“Sobre todas las cosas, le gusta bailar”: así culmina el texto de la solapa de Casino Casa Grande, primera novela de Mariana Muscarsel Isla. En ella, ese baile es el de una familia compuesta por madre, tías, abuelas, hermana, amigas, vecinas y papá timbero. Narra Bruna (o Bruno, en un momento). Narra sin socarronería ni sordidez. Papá es adicto al juego y remata casas enteras. Ella se abstiene de juzgarlo porque está creciendo y toda consideración sería apresurada. Cuenta cada episodio -mudanzas sistemáticas y trifulcas frecuentes entre los adultos- y en general prefiere concluir sobre sí misma antes que sobre el resto. Una autorreflexión que no asfixia, ¿será por lo que asegura como epígrafe el poema de Susana Thénon: “Sólo yo conozco el dolor / que lleva mi nombre / y sólo yo conozco la casa de mi muerte”? Puede ser. Lo cierto es que si, como dicen muchos de cierta literatura nueva, “esto oxigena” o “esto refresca”, del debut de Muscarsel Isla habría que decir que llena el aire de aire. 

Publicada en abril por EME -editorial independiente surgida en la ciudad de La Plata a fines de 2013, tras años de funcionar como la revista “Estructura mental hacia las estrellas”-, la historia de quien se cría en situación de ludopatía paterna y llega tarde a una salida al teatro con su tía “rara”, ilustra a quienes ahora sí pueden describir a esa figura como “la lesbiana de la familia” que vivía en la capital. Crecieron con la omisión; Bruna nació antes, minutos antes, de poder decirle torta a su tía Estela. No se lo decía porque no lo decía nadie. En cambio, hoy podría contar eso y elige contar todo con una liviandad cargada de angustia, así de grave pero así de floja también, como cuando concluye que “morirse” no es más que “dejar de morirse”. Dice eso pero al decirlo, nada es tan denso como parece. 

Psicóloga especializada en estudios de género, cantante y activista, Mariana integra la formación “Manada” y es imposible no asimilar ritmos y escritura. Escuchar “Manada” es como leer una de las máximas de Bruna: “Todo me parecía triste y último”, por ejemplo. El listado de temas musicales que aparece al final de la historia es el soundtrack que usó para escribir Casino… , que bien podría llamarse también Música sentimental. En 2017, de hecho, publicó Un regalo de cuento, libro para niños con banda sonora.

Que la novela esté repleta de preguntas que no tienen signo alguno de interrogación, esto es, preguntas que no están consignadas pero que tienen más fuerza que las de un cuestionario inquisidor, es uno de sus destacados atributos. Gabriela Cabezón Cámara, con quien Muscarsel trabajó durante la construcción de esta ficción, dice que el lector será feliz. Y es cierto, porque pese a la inestabilidad de lo narrado, pese a la “triste y última infancia” y a la “triste y última adolescencia”; pese a que Bruna “era vieja siendo chica”, este libro pone a bien a cualquiera. 

Es el tiempo en el que los vínculos tenían que ser vínculos sí o sí; una década -los años 90- de expansión material y conservación filial. Acumular viajes, matrimonios amigos, escuelas privadas y cenas afuera. El correlato emocional de un programa político a base de ruletas y un macho proveedor derrotado pero fértil. Hubo sobrevivientes y he aquí un testimonio. Lo que Mariana cuenta es que hay futuro.