La idea era evidentemente absurda: un tornado golpeaba el mar y lanzaba una lluvia de tiburones voladores, voraces, hambrientos sobre las calles de California. ¿Tiburones voladores? Ya está, no expliquen más, hay que hacer esa película, alguien habrá dicho. Era 2013 y Sharknado –esa era el título en cuestión– bien pudo haber sido ser sólo una más en el subgénero de los telefilmes de horror bizarro de monstruos exagerados, guiones sobreactuados y bajo presupuesto. El tornado que hacia volar los tiburones se ubicó cómodamente en esa veta gore-humorística y adolescentona por la que tanto ha hecho –sino militado– la cadena SyFy, con un extensísimo catálogo que involucra tiburones, pirañas, serpientes, cocodrilos, ballenas, lobos, fenómenos climáticos y todas las combinaciones posibles de batallas y mutaciones entre ellos, con títulos como Piranhaconda, Sharktopus vs Pteracuda (el duelo entre un “pulpo-tiburón” y un “pterodáctilo-barracuda”), Mega Shark vs Crocosaurus, Fire Serpent o El ataque del tiburón de dos cabezas. Sharknado bien pudo quedar varada como anécdota entre estos y tantos otros títulos de la misma cepa, pero no: se convirtió inmediatamente en una saga y este domingo a las 22 SyFy estrenará su sexta película, The Last Sharknado: It’s About Time, que promete ser el episodio final de la serie. ¿Cómo es posible haber hecho, en apenas cinco años, seis películas, por no contar los dos docu-spin-offs (un documental real sobre la saga y uno apócrifo), todas sobre tiburones voladores? Lo responde a PáginaI12, por teléfono, el actor protagónico Ian Ziering. “Encontramos la idea correcta, para el público indicado y en la era justa, la de las redes sociales, porque desde el mismo día en que anunciamos la sinopsis de producción de la primera Sharknado, las redes explotaron”, recuerda Ziering, y agrega: “Encontramos en esta veta de la ciencia ficción un mercado enorme y muy generoso, con genuino apetito por producciones como Sharknado, en las que todos estamos disfrutando y bromeando todo el tiempo… creo que haber hecho seis películas en cinco años es más que inusual, es imposible y sorprendente, dudo que vuelva a pasar algo así”. 

Ziering está más que agradecido a la saga que le permitió rodar decenas de escenas en las que, con una motosierra encendida, espera en tierra firme la caída de tiburones para faenarlos en el momento mismo del aterrizaje. “Me he convertido en un usuario calificado de motosierras, de hecho, no tenía ninguna en mi casa antes de Sharknado y ahora sí tengo una, que me resulta muy útil no sólo con los tiburones, sino también para podar árboles”, se sincera con el mismo tono con el que actúa, el protagonista masculino de los seis episodios de la saga,  en la que ahora también se ha involucrado como productor ejecutivo. 

Siempre se puede exagerar más. La sexta entrega continúa y extiende la curva de exageración de las anteriores y propone que los “sharknados”, estos tornados capaces de hacer volar tiburones, resultan portales para viajar en el tiempo. “Queríamos que el final de la saga fuera, en cierto modo, una forma de cerrar el círculo”, señala Ziering, y desarrolla: “Siempre buscamos que cada película pasara a un siguiente nivel, se viera más fuerte que la anterior: en la primera Sharknado la amenaza era sobre California, en la segunda película, era sobre toda la Costa Oeste estadounidense; luego fue Nueva York; después, el mundo entero; y ahora, tenían que ser viajes en el tiempo”.  

Si efectivamente la saga ha encontrado su final tras esta sexta pieza, ¿cuál habrá sido el legado de Sharknado? Lo contesta Ziering: “Nunca sentimos que pisábamos sobre suelo firme, eso hizo cambiar mucho mis puntos de vista sobre el riesgo. La primera vez que leí el guión de Sharknado, pensé que, para que una película así quedara bien, íbamos a necesitar muchísimo dinero en efectos visuales; un presupuesto carísimo. Era 2013, mi mujer estaba embarazada, era mi primer trabajo como futuro papá y yo lo necesitaba... pero dudaba. Bueno, me había equivocado en dudar. Hubo una explosión de expectativa en Twitter. Y entendí que no estábamos pensando en un tanque de Hollywood, en un blockbuster, y que no importaba el presupuesto ni tampoco importaba la plataforma –íbamos directo a la tele, sin pasar por el cine–. Esto no es Spielberg, esto no es Cameron, está todo bien con esos directores tan icónicos, pero esto es otra clase de película, algo diferente: pura pasión, pura excitación, puro entusiasmo. Ahora se convirtió en una saga de la que estoy muy orgulloso, acaso, una piedra angular para las historias de ciencia ficción.”