“Considero necesario responder a esta pregunta desde este presente tan devastador y destructivo que estamos viviendo en la Argentina. Cuando ingresé como estudiante de historia (que resultó ser el último año del mandato de Raúl Alfonsín), era idealista y pensaba que la historia era una herramienta para la transformación. Y sigo creyéndolo. Sin embargo, a lo largo de todos estos años, aprendí que no es una herramienta mágica.

Si bien mantengo mis ilusiones originales acerca de por qué o para qué estudiar historia, entiendo, aprendí y veo que es también un arma de guerra muy poderosa. Y personalmente, considero que no hay ninguna “verdad” sobre el pasado que justifique el proceso de descomposición del derecho y la justicia en marcha. Por lo que creo que primero tendríamos que preguntarnos qué tipo de futuro queremos para ver qué tipo de pasado podemos negociar como sociedad y recién después ver de qué modo mejor lo enseñamos. O tal vez lo aprendemos porque no podemos enseñar lo que no sabemos. 

El proceso que estamos viviendo, en el marco de disputas ideológicas que toman a la historia como rehén, debería servirnos de llamado de alerta para mostrarnos que no vamos por el camino correcto. Porque ya sabemos cuáles son sus posibles resultados. Y ya están ocurriendo. Es por eso que prefiero responder a la pregunta sobre para qué sirve la historia bajo la modalidad del silencio. Para poder pensar lo que ocurre sin el aturdimiento de las voces que gritan desde el pasado y destruyen la posibilidad del futuro”.

Florencia Levín, Coordinadora del Profesorado Universitario en Historia de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS).