Eduardo Sacheri nunca soñó con ser escritor, mucho menos de ficción. Pero cada uno de sus pasos lo llevó, sin programarlo, a convertirse en el célebre y premiado autor que es hoy.     

Licenciado en Historia en la Universidad Nacional de Luján, Sacheri empezó a escribir a mediados de la década del ‘90. Primero se animó a narrar cuentos que, en su mayoría, se ligaban con temáticas futbolísticas. Te conozco, Mendizábal y otros cuentos (2001), Lo raro empezó después, cuentos de fútbol y otros relatos (2004) y Un viejo que se pone de pie y otros cuentos (2007), son algunas de sus obras publicadas.

En 2005 escribe su primera novela, La pregunta de sus ojos, que fue llevada al cine por Juan José Campanella con el título El secreto de sus ojos,  film que se convirtió en uno de los más exitosos de la historia argentina. También publicó Aráoz y la verdad (2009), Papeles en el viento (2012), La vida que pensamos (2013) y La noche de la Usina (2016), libro con el que ganó el Premio Alfaguara. Desde la revista El Gráfico ha escrito innumerables columnas sobre fútbol, algunas de las cuales han sido publicadas en antologías: Aviones en el cielo (2011), Las llaves del reino (2015) y El fútbol, de la mano (2017). En 2015, se incorporó al programa Perros de la calle emitido por radio Metro, donde presenta una columna sobre literatura.​

En un alto en su agenda repleta de actividades, Universidad dialogó con el Sacheri acerca de su trayectoria como escritor, su rol en los medios de comunicación y el papel de la educación superior en nuestro país.

Una frase de tu autoría reza “es mucho más hermoso fracasar en algo que nos gusta y no en algo que odiemos”. ¿Qué papel jugó este concepto en tu vida académica y laboral? 

En realidad tiene que ver con que soy una persona con un criterio bastante pesimista, tiendo a pensar que fracasamos muy a menudo. Y fracasamos en casi todo. Así es la vida, no está ni bien ni mal. Precisamente, como nuestras chances de fracasar son mucho más abundantes que nuestras chances de “triunfar”, es preferible que, en la medida de lo posible, hagamos las cosas que nos gustan, nos embarquemos en las profesiones que nos gustan, porque fracasar en lo que te gusta es complicado, pero si te metés en algo que no te gusta pensando que con eso te vas a salvar, probablemente estés equivocado. Esto va tanto para algo que estudiemos en la universidad o para un trabajo que emprendamos, o las dos cosas juntas. 

Sos uno de los pocos escritores argentinos que tiene en su haber dos libros adaptados al mundo cinematográfico (La pregunta de sus ojos –luego adaptada como El secreto de sus ojos- y Papeles en el viento). ¿Qué creés que  pensaría sobre esto el joven de Castelar cuando iniciaba sus estudios en Historia en la Universidad Nacional de Luján?

La verdad que el joven de Castelar que estudiaba Historia jamás pensó que se iba a dedicar a escribir ficción. Mucho menos a pensar que una de sus novelas podría terminar convirtiéndose en una película. A lo mejor queda más épico decir que me forjé grandes sueños y los fui siguiendo en la vida, pero no: mis sueños en general fueron muy pequeños y muy cercanos. En todo caso, se fueron eslabonando uno con otro. Algunas de las cosas buenas que me pasaron no las soñé nunca. Estas adaptaciones cinematográficas entran en esas cosas estupendas que me pasaron sin que yo siquiera las hubiera soñado antes.  

Más allá de los lugares comunes, siempre es interesante conocer el vínculo con la educación que tienen las personas que han logrado destacarse en lo que hacen. ¿Qué rol tuvo la educación en tu vida profesional? Y en un plano más general, ¿qué lugar considerás que ocupa la educación para el desarrollo profesional y del país?

En eso soy muy clásico, muy decimonónico probablemente. Tengo la misma fe que tenían algunos ilustres que forjaron este país en el siglo XIX que confiaban en que la educación era una herramienta de ascenso social, de consolidación de la clase media, de constitución de un mercado interno. Le doy una importancia central a la educación, en cualquier proyecto de país. Me parece que lo peor que le pasó a la 

Argentina de los últimos 40 años es no haber sido nunca capaz de poner a la educación en el centro del asunto. Más allá de gobiernos que han dicho que lo hacían, o que iban a hacerlo o que lo estaban haciendo. Como docente, con más de 20 años de experiencia, no creo que eso se haya producido. Me parece que todavía nos debemos mucho en el sistema educativo, y nos debemos muchos sacrificios, salir de lugares de comodidad, todos, empezando no solo por los alumnos sino por los docentes. Abandonar lugares de comodidad, de pereza y de anquilosamiento que llevamos décadas recorriendo y haciéndonos fuertes del peor modo y con el peor destino. 

Ciertos autores como Vargas Llosa, Cortázar o Borges, por citar algunos, tienen textos más complejos que otros. Para incursionar en la lectura de ellos se suele sugerir textos más “llevaderos”, más “sencillos”. ¿Cuál dirías vos que es un texto para introducirse en la “biblioteca Sacheri”?

Me imagino que lo más sencillo sería empezar por alguno de mis cuentos, de mis libros de cuentos: Un viejo que se pone de pie o Los dueños del mundo, más que por las novelas. Si el fútbol puede ser una puerta de entrada placentera o cercana, Esperándolo a Tito o Lo raro empezó después, que son libros que tienen muchos cuentos de fútbol. Quizás sería una buena opción.

¿Cómo sentís que dialoga en vos esta doble faceta de escritor de libros con el columnista de radio, dos oficios con tiempos creativos y expresivos diferentes? ¿Sentís que una le aporta a la otra?

Para mí escribir es simplemente una prolongación un poco extraña del acto del lector. Si escribo es porque amo leer y porque en algunos momentos de la labor de escritura uno siente cosas parecidas a libros que lo han conmovido a uno, no porque lo que uno escriba sea tan bueno como lo que ha leído, seguramente no, pero sí lo tocan íntimamente. Leer es algo que amo desde que soy chico, y en un programa de radio solo digo “che, leí esto, me gustó y les quiero compartir un pedazo”.  No hay otra premisa en lo que hago en Perros de la Calle, sólo me motiva esa cosa tan íntima y personal de  “pucha, leí esto, me copó y se los comparto”.  

Por último -y nuevamente retomando una frase tuya-, alguna vez señalaste que “lo que te construye como escritor, más que lo que escribes, es lo que lees”. ¿Qué tres libros les recomendarías a quienes buscan ser buenos escritores?

¡Uy, es dificilísimo recomendar libros! Porque son tantos y tan diversos. ¡Es dificilísimo! Sinceramente. Pero creo que recomendaría algún clásico al estilo Conversación en la Catedral, de Vargas Llosa, que es un libro extremadamente complejo, Ficciones de Borges o Bestiario de Cortázar. Y probablemente tambien recomendaria leer Delirio, una novela de Laura Restrepo, una escritora colombiana que respeto mucho y me parece de lo mejor que se ha escrito en el siglo XXI.