“Este Anacrusa es un instrumental”, aclara José Luis Castiñeira de Dios y agrega: “cuando Susana (Lago) no quiso cantar más, por un tiempo dejé el proyecto como guardado, pero un querido amigo, el cantante y compositor Jorge Marziali, me dijo: ‘¿pero qué quiere decir?, ¿que esa música no se va a escuchar más? Y la verdad que tenía razón. Así que retomé un repertorio instrumental y convoqué a músicos muy importantes para participar”, le dice el orquestador y arreglador a Rosario/12.

“El regreso de Anacrusa” es el título con el cual el ciclo Música con Todos, que organiza el Ministerio de Innovación y Cultura de Santa Fe, prosigue una programación ejemplar, con cita prevista mañana a las 21 en el Teatro Príncipe de Asturias del Centro Cultural Parque de España (Sarmiento y el río). En este caso, con la presencia de esta agrupación paradigmática, provista ahora de nuevos integrantes, con toda la carga expresiva, estética y de vanguardia, que le acompañara desde su fundación, a comienzos de los años ’70. Fue durante esos años cuando Castiñeira de Dios y la cantante y pianista Susana Lago dieron forma a Anacrusa, una mixtura entre los sonidos de raíz folklórica en diálogo con instrumentos modernos, entonces atípicos, a la vez que abiertos al cruce de géneros musicales. “El grupo que se presentará es un grupo de grandes figuras; es decir, es un grupo de artistas al que vale la pena ver”, explica el músico. Anacrusa reúne para esta ocasión los nombres de Alejandro Santos, Mariano Rey, Guillermo Arrom, Luis Cerávolo, Marcelo Torres, Abel Rogantini, Cristian Zárate.

El proyecto Anacrusa ha dejado una huella durable, y basta con escuchar el reciente CD Doble, Anacrusa en Francia, para recuperar un sonido indeleble. Según Castiñeira de Dios, Anacrusa “fue siempre un proyecto paralelo de muchas otras cosas que yo iba haciendo. Siempre tuve la convicción de que allí había una cantidad de verdad, de causa, de la cual no he cambiado de opinión: creo en la música argentina, en que la música argentina está inserta en la música de América Latina, y que ese lenguaje evolucionó a lo largo de esos años. En todo caso, Anacrusa es una de las etapas de esa evolución, y es una evolución que en el momento en que comenzó Anacrusa tenía un fuerte trasfondo ideológico, sino no se explicaría cómo sobrevivió el interés de la gente a lo largo del tiempo, a pesar de que estuvimos muchos años fuera -doce años viviendo en Francia- y que las circunstancias cambiaron”.

Entre esos recuerdos inmanentes a los primeros años ’70, el músico rememora “la evolución de los géneros musicales con un interés político cultural que se compartía con el cine, la literatura, el teatro, y que expresaban muchas artes. Esa búsqueda de la unidad latinoamericana se manifestó por muchas vías. Nosotros representamos uno de esos intentos. Hoy parece de lo más normal algo que en esa época no lo era tanto, como por ejemplo --con mi condición de orquestador-- juntar instrumentos que provenían de mundos musicales muy distintos, como un bajo eléctrico o una batería, con un oboe, una flauta o un piano muy clásico, así como que en un repertorio aparecieran como propias muchas músicas de América que en ese momento no eran vividas como parte de un cancionero. Mercedes Sosa (de quien Castiñeira fue arreglador) colaboró enormemente en esa tarea a nivel masivo, pero no había tantas vías para llegar a la demostración de ese fin. Muchas vías convergentes buscaban acercar la expresión artística y musical de nuestros pueblos –Chico Buarque con la bossa nova, los intentos desde la Nueva Canción en Chile-, en un lenguaje nuevo y compartido; creo que eso sigue vigente, que está en evolución y se sigue alimentando”.

El exilio tuvo un efecto todavía inesperado, porque de acuerdo con el músico se trató de “una aventura extraordinaria, junto a Susana Lago. Por los avatares del destino tuve la oportunidad de que en Francia se interesaran en esto, cuando mis intereses estaban muy cerca de lo sinfónico. A mí me gustaba la idea de un conjunto folklórico-rockero-jazzístico, que tocara con una orquesta sinfónica y que yo escribiera la música para eso. Fue una cosa increíble, fue tocar el cielo con las manos desde el punto de vista artístico”.

“En Anacrusa hay una cantidad de verdad de la cual no cambié de opinión: creo en la música argentina”.

El anecdotario es numeroso, así como urdido desde el dolor del desarraigo. Castiñeira de Dios elige la sonrisa perspicaz, y recuerda que “en el segundo de los discos (de Anacrusa en Francia) pusimos el tema ‘Fuerza’ como una botella al mar, como un mensaje de energía para nuestros compatriotas, en el cual lo que queríamos era transmitir que esa noche que estaba viviendo Argentina se iba a terminar en algún momento. Incluso la misma Mercedes Sosa grabó ese tema, y fue gracioso, porque en la versión original, mientras se está cantando en medio de una cosa muy orquestal, aparece en el fondo, arriba, una trompeta lejana que toca la marcha peronista (risas). Creo que no se reconoce, pero está en medio de todo ese caos. Cuando lo grabé con Mercedes no se lo puse, respetuosamente (más risas). Para la versión nuestra había convocado a los pocos cantantes argentinos con los que podía contar para una cosa así, entre ellos Horacio Molina, un querido amigo. Estábamos en el estudio, él con los auriculares y escuchando eso, con asombro. Por supuesto que los franceses no se enteraban de lo que estábamos haciendo. Son todas esas cosas que tienen que ver con el aquí y allá, con el haber soñado una Argentina muy fuertemente desde afuera”.

Una manera de pensar la música que hoy se topa con un “momento terrible, inesperadamente fatal, con esta pesadilla cotidiana” que vive la Argentina. Según Castiñeira de Dios, “no sé si nos merecemos esto, debería no merecerlo un país como éste, que ha tenido las Madres de Plaza de Mayo, el Juicio a las Juntas, un 17 de octubre, la huelga de la Patagonia, supongo que en algún momento se terminará”.