Los arquitectos e investigadores de la UNR Aníbal Moliné y Roberto De Gregorio realizaron un estudio sobre la identidad del centro de Rosario que se fue construyendo en la primera mitad del siglo XX. Durante dos años analizaron la arquitectura y la historia de las edificaciones que formaron el área central de la ciudad. 

“En esa inquietud de encontrar un sentido a la identidad de Rosario, decidimos dividir el trabajo en edificios de altura y casas bajas, lo que presupone un doble sentido de la identidad. Desde el momento en que existe una cierta capacidad técnica y la intención de volcar capital en la expresión de ese poder, los líderes de la sociedad rosarina se vuelcan hacia los edificios en altura, mientras que los bajos vienen a jugar como una especie de coro”, explica Aníbal Moliné.

De Gregorio estudió los edificios en altura, su trabajo es un recorrido por la arquitectura más llamativa de la ciudad. La primera etapa que analizó fue desde 1900 a 1920, un período que se caracterizó por establecer el área céntrica que se extendió desde la plaza 25 de mayo al oeste por Córdoba.

Hasta 1923, que se abre la Facultad de Arquitectura en Rosario, todas las obras habían sido realizadas por extranjeros.

El primer edificio de altura construido en la ciudad es “La Bola de Nieve” de 1906, frente a la plaza 25 de mayo. “Esa centralidad duró poco tiempo, enseguida dos empresas de seguros mandaron a edificar construcciones de varios pisos en la esquina de Corrientes y Córdoba, moviendo el centro hasta esa zona y dejando a la  plaza como una suerte de patio trasero hasta que se construyó el Monumento a la Bandera y esa zona volvió a tener cierta entidad”, cuenta el arquitecto de la UNR.

El más  antiguo de estos edificios, ubicado en la esquina sureste, fue construido por Federico Callivadino en 1907, para la aseguradora “La Agrícola” y reproducía el modelo de las casas criollas o casas chorizo, apilando una sobre otra. Frente a este, en el año 1916 se levantó el edificio de la empresa “La Inmobiliaria” construido por Buschiazzo e hijo, y ya tenía un estilo más lujoso como los edificios de Buenos Aires.

En las  primeras décadas del siglo XX, las construcciones en altura  buscaban mayor ostentación y lujo pero no representaban ninguna originalidad ni constituían ninguna escuela. En general, según señala el arquitecto, hasta 1920 se trasladaban imágenes de otros edificios importantes del mundo y se las replicaba en Rosario.

A partir de los años 20 irrumpe la modernidad, pero no lo hace en los rascacielos sino en las casas y surgen las viviendas individuales para las familias de clase media. Los edificios se modernizaron en su interior pero no en las fachadas. Ejemplos de esta etapa son el “Palacio Fuentes” y el “Palacio Cabanellas”.

El Palacio Fuentes fue diseñado con  el objetivo de la renta y se construyó para lograr la mayor cantidad de  departamentos. La fachada es monumental, con materiales lujosos, esculturas, y lo más característico es la torre con el reloj, que toca campanadas a cada hora con el objetivo de estar presente en la historia de la ciudad.

El “Palacio Cabanellas”, ubicado en Sarmiento y San Luis, fue diseñado por Francisco Roca Simó y responde al modernismo catalán. “Es un edificio insólito, sin antecedentes en la ciudad, con el uso de vitraux y  ornamentos de hierro, pero no dejó más señas que la sorpresa inicial”, expresó.

En 1923 se abre la carrera de arquitectura en la entonces Facultad de Ciencias Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales Aplicadas a la Industria, dependiente de la Universidad Nacional del Litoral. Hasta ese momento todas las obras habían sido realizadas por extranjeros pero comienza a verse la producción de los arquitectos nacionales.

La influencia que tenían los jóvenes profesionales era la escuela Bauhaus de Alemania. “La Bauhaus era una asociación entre el diseñador y el artesano, y producían un diseño más emparentado  con la industria, para producir en serie”. Una de las construcciones características de este periodo es el edificio de “Industria y Comercio” en Santa Fe al 1300, diseñado en la década de 1930 por los arquitectos  Agustín Arman y Atilio Tedeschini.

A finales de la década de 1920 surge un arquitecto que va a modificar el diseño rosarino, se trata Ermete De Lorenzi, nacido en el Trébol y formado entre Rosario y Buenos Aires, quien funda un estudio junto a Julio Otaola y Aníbal Rocca. “Uno de los trabajos de De Lorenzi es el de Córdoba y Oroño, “La Comercial”. Es como un faro que anuncia que la modernidad se instaló y una de las características es que se logra coherencia entre  el interior y el exterior de los edificios”.

En las primeras décadas del siglo XX, las construcciones en altura buscaban mayor ostentación y lujo pero sin originalidad.

El trabajo del estudio de De Lorenzi extendió el centro de la ciudad hasta Oroño, con la construcción del edificio de “La Comercial”, toda la calle  Córdoba se fue poblando hasta el Boulevard, delimitando nuevos márgenes para del centro rosarino.

 

Las casas bajas

El Arquitecto Moliné analizó las casas bajas de Rosario. Había tres modelos de construcción característicos de este periodo histórico:  los lotes individuales pequeños para una familia que financió el Banco Edificador, los conjuntos de viviendas compuestos como tales, generalmente construidos para renta y los departamentos de pasillo, que él llama la dimensión oculta.

Lo que se destaca como característico de Rosario en la época estudiada es la serie de viviendas financiadas por el Banco Edificador de Rosario, que construye el estudio de Hernández Larguía y Newton, a partir del año 1926, y que tienen su máxima expresión en el pasaje Monroe. Estas construcciones apuntaban a la clase media. Moliné explica que quienes accedían a estas viviendas no pretendían ser líderes sino que se definían como integrantes de una sociedad que apuntaba al progreso y el desarrollo personal y familiar, eran especialmente inmigrantes o primera generación de argentinos.

Los conjuntos de vivienda para renta fueron pensados como espacios de tranquilidad dentro del centro y son una variante del conventillo, que en general fueron mejorados o demolidos para que puedan ofrecer más renta. Suelen tener un patio central o pasillo ancho por el que se accede a los departamentos. Son representantes de este tipo de construcción los conjuntos de viviendas de Tucumán al 1000 o de Ovidio Lagos y Santa Fe.

Los departamentos de pasillo se extendieron  porque la medida del lote lo permitía, por lo general no existía la voluntad de mostrar que era un conjunto de viviendas, sino que el pasillo tendía a incorporarse al diseño de la casa del frente, a ocultarse.

Hasta 1945 la mayor parte de los departamentos eran construidos para renta, pero con la ley de propiedad horizontal y el congelamiento de los alquileres, este tipo de construcciones fueron vendidas individualmente o destinadas a los distintos miembros de una misma familia. Los arquitectos señalan que durante casi 30 años no se construyeron propiedades para alquilar en Rosario, puesto que no era rentable y eso también modificó el panorama de la ciudad.

Moliné y De Gregorio están realizando una nueva investigación sobre cómo se fue desarrollando la ciudad desde mediados del siglo XX hasta 1990. El proyecto La concurrencia de dos modalidades edilicias en la conformación de la identidad urbana de Rosario, de los arquitectos Moliné, De Gregorio, Córdoba y Rosado, fue presentado en las Jornadas de Ciencia y Tecnología 2017 de la Universidad Nacional de Rosario.