PáginaI12 En Brasil

Desde Brasilia

Frontera en llamas. Michel Temer convocó a una reunión de emergencia ayer en el Palacio Alvorada, la residencia presidencial en Brasilia, para analizar la crisis en la frontera con Venezuela en la región amazónica.

Unos mil doscientos venezolanos huyeron a su país este fin de semana luego de que una horda atacó los campamentos donde habitaban en Pacaraima, al noroeste del estado de Roraima. Esta ciudad de doce mil habitantes se encuentra frente a la venezolana Santa Elena de Uairén, y es el principal punto de entrada de inmigrantes caribeños. Según la Policía Federal 460 venezolanos ingresaron por día, en promedio, desde fines del año pasado, algunos para comprar alimentos y medicinas, y otros para afincarse en Brasil. De estos últimos la mayoría se estableció en la capital roraimense que es Bosa Vista.

El ataque del sábado “fue terrible, quemaron las carpas y todo lo que había adentro, hubo tiros y quemaron neumáticos” declaró la venezolana Carol Marcano. La mujer y el grupo del que ella era parte retornaron a Santa Elena del Uairén por temor a ser víctimas de la ira de los brasileños. Los incidentes comenzaron en la mañana del sábado cuando un comerciante fue asaltado y apuñalado por presuntos venezolanos. La noticia se esparció rápidamente entre los vecinos de Pacaraima que desde hace meses han demostrado una actitud intolerante, similar al de las autoridades provinciales. Hace una semana la gobernadora de Roraima, Suely Campos, ordenó bloquear el paso fronterizo donde quedó varado, durante un día, un millar de personas. El mismo decreto provincial limitó la atención de los extranjeros en hospitales públicos.

En marzo decenas de venezolanos fueron atacados con bombas Molotov y hostilizados con consignas a través de megáfonos en la localidad de Mucajaí, en el sur roraimense. Cinco de los agresores fueron denunciados por al Ministerio Público por “xenofobia e incitación al crimen”. La Diócesis de Roraima criticó quienes incitan al “odio y la xenofobia” y la actitud “omisa del Estado”.

Junto con el decreto contra los refugiados la gobernadora Campos reclamó recientemente a las autoridades federales el envío de fondos ante el “colapso” que enfrenta la provincia por donde pasa la mayor parte de los 2,2 mil kilómetros de fronteras con el país caribeño.

Michel Temer visitó el estado norteño en junio, pocos días antes de conversar sobre la “crisis humanitaria en Venezuela” con el vicepresidente norteamericano Mike Pence. En rigor Caracas se convirtió en un asunto prioritario de la agenda tratada por Brasilia y Washington.

La semana pasada el secretario de Defensa James Mattis propuso que Brasil asuma el “liderazgo” de la política regional ante el gobierno de Nicolás Maduro. Viniendo de boca de Mattis, conocido por su apodo de “Perro Rabioso”, la palabra “liderazgo” bien puede ser traducida como “hostilidad” hacia Caracas. El enviado de Donald Trump se reunió en Brasilia con el canciller Aloysio Nunes Ferreira y el ministro de defensa, general Joaquim Silva e Luna. De la Capital Federal voló a Río de Janeiro donde brindó una conferencia ante más de doscientos altos oficiales en la Escuela Superior de Guerra. Allí habló de una “alianza estratégica” entre brasileños y norteamericanos. Un pacto acaso comparable al que hubo durante la guerra fría cuando el regimen militar funcionó como socio preferencial en la estrategia de “contención” al comunismo.

La idea de Mattis y su jefe Trump es subir la tensión con Venezuela, y para ello nada mejor que fogonear los conflictos fronterizos como forma de justificar el despliegue de las Fuerzas Armadas. Un ensayo de esa estrategia ocurrió en noviembre del año pasado cuando tropas brasileñas y norteamericanas, a las que se sumaron las de otros países, realizaron ejercicios conjuntos en la Amazonia.