La presentación del proyecto de Ley de Cupo Trans en la Cámara de Diputados de la nación es una prueba más de que somos un país increíble, un lugar donde cualquier cosa puede pasar. Esto sucede además en un momento en el que justamente nuestra sociedad movilizada está siendo mirada y admirada por el mundo. Pero mientras en Brasil aparecen memes que dicen “luche como una argentina”, nuestras instituciones van por otro canal. La lucha por el cupo trans se enmarca en una larga tradición de lucha y activismo de este país. Y si bien muchos se empeñan en seguir diciendo frases como “este país no está maduro para tal tema”, viene quedando claro que esta sociedad está madura para mucho más de lo que se cree. 

Nuestra sociedad está deseosa de encontrarse, de mejorar, de construir en la no violencia, de poder caminar en paz. Algunas de las personas que pertenecen a las instituciones trazan el puente entre los proyectos que una parte importante de la sociedad gesta y alienta y las instituciones que veremos si lo puede procesar o no. Si algo terminó de evidenciar la enorme discusión por el aborto legal, es el grado de sinrazón, la falta de argumentación y los pedazos de piedra que tenemos en lugar de representantes en instituciones como el Senado.

El ninguneo de la gobernadora María Eugenia Vidal a la Ley de Cupo Trans en la provincia, su falta de decisión política para implementarla, es más que un simple desplante. Lamentablemente somos un colectivo que le viene “al pelo” para dramatizar el el capricho. El juego es ver hasta dónde se puede subir el fuego: lo ponen en mínimo un tiempo a ver cuánto aguantamos, quién dice algo, quién se moviliza. Y tristemente, no pasa nada, porque el blanco es un colectivo absolutamente vulnerado y precarizado. Y si aparece algún pataleo por parte de las travas hasta se podría pensar que les viene bien para volver a remover algo que parecía sepultado: la vieja construcción de la otredad, que es demoníaca, criminalizable, que produce pánico moral. Van volviendo a validar esas ideas con pequeños gestos. Como si habláramos de zombies: “son parecidos a vos, te creías que eran humanos, pero no lo son, así que teneles miedo”. Una de las tácticas es asustar con la hipervisibilidad: exactamente igual que la pornografía. Va a haber un discurso absolutamente moralizante sobre la sexualidad y sobre lo que no se debe hacer pero la verdad es que mientras más se pueda sexualizar a las niñas, mas rédito económico se extraerá de ellas. 

Están permanentemente generando miedo para ver cuánta resistencia aparece. Se trabajó mucho por esta ley y también con respecto a la creación de empatía mutua y diálogo sobre los derechos humanos. Ese también fue un proceso históricamente construido, un proceso lento. Como punto nodal de ese proceso yo en mi propia historia puedo marcar el 2001, un extenso periplo asambleario en el que las travestis, las maricas, las tortas, íbamos repartiendo sopa en las filas de jubiladas y jubilados, construyendo cercanía. Todo eso fue desembarcando en un proceso en el que algunas personas empezaron a decir “déjenlas de joder. No sé si entiendo qué es lo que quieren ser, ni qué dice Judith Butler, ¡pero es mi vecina!”. Hay en ese gesto solidario tal vez algo de culpa porque un país entero nos desea, nos coge y nos va buscar a las zonas rojas.

En el debate por el proyecto del cupo trans en la provincia brotaran argumentos que ya conocemos: ¿Es justo darles el 1 por ciento de los cargos de las dependencias de Estado?, decían. Argumentos llenos de odio, que ya conocemos y que nos armaremos de paciencia para rebatir otra vez porque no han cambiado. Seguramente haya que discutir con las mismas personas que se opusieron hace muy poco al aborto legal. También es tiempo de preguntarnos qué sucede con la presencia trans, o más bien la ausencia, en el empleo privado. Es interesante ver lo qué pasa en las multinacionales, muchas con casa matriz en Estados Unidos, que tienen un discurso muy marcado en cuanto a la inclusión y en contra del acoso laboral, la búsqueda de la diversidad, ambientalismo y un montón de elementos para mostrarse progresistas, “futuristas”. Muy de a poco, más allá de las críticas que les podemos hacer a esos discursos, se va abriendo una puerta para pensar en la inclusión de las personas trans como empleadxs.

De la entrevista a Marlene Wayar durante el programa No se puede vivir del amor, con Franco Torchia, de martes a viernes a la medianoche en La Once Diez.