“Deudor, decime que se siente/ tener gobierno liberaaaal

Te juro que aunque pasen los años/ nunca nos vamos a olvidar

Que la luz nos aumentó, que el ajuste proclamó

Que en un mes nuestra moneda desplomó

No llegamo’ a fin de mes/ mejor ni te jubilés

Te pedimos, por favor, ¡no lo votés!”

A decir verdad, no es éste el cantito que se escucha en las canchas de fútbol, aunque aquellos que no pagamos un plus por ver el fútbol para no todos, que no se iba a quitar pero sí, no sabemos qué entonan los coros tribuneros. Y aquellos y aquellas que sí pagan el Impuesto al Hincha Meritocrático, es posible que escuchen un cántico más bien laudatorio hacia nuestro Sumo Maurífice, sea porque de verdad se entona, o porque es lo que quieren escuchar más allá de lo que se cante, o porque el canal que tiene los derechos decide hora, resultado, y por qué no, el clima de tribuna que acompaña.

Cada vez tenemos más opciones de elegir la misma opción, deudor. Así es el siglo XXI. Solamente los que van a la cancha saben qué es lo que se siente. Ponen el cuerpo, el alma, y sin duda la billetera para alentar al sponsor del club de sus amores. Pero cuando se trata de amores, la razón hace mutis por el foro.

Lo cierto es que estamos viviendo tiempos interesantes, como dice aquella maldición china que Eric Hobsbawm supo viralizar antes de la viralización. Tiempos en los que se alquilan los juguetes, los embriones parecen tener derechos que pierden al nacer y las personas son cosas, perfiles, contactos, seres de bytes y memes cuando antes eran de carne y hueso.

Y si somos virtuales, si solamente existimos como número estadístico, cualquier cosa que se nos diga o se nos haga puede ser cierta o válida, ya que como sabe un alumno de primer año: “Si partís de una premisa falsa y llegás a otra premisa falsa, el total es verdadero”. Al menos en los tiempos premauricios, cualquiera que caía en la educación pública, eso lo sabía.

A los seres humanos, nos gusta jugar. Somos lúdicos. Ahora que somos virtuales, quizás seamos “bolúdicos”. Porque nos hacen creer que estamos jugando, pero las cartas están echadas sin indemnización.

Por ejemplo: Usted vota en el 2015 pensando que un empresario contratista del Estado, devenido presidente, va a dar vuelta la taba o tirar el dado al revés, para favorecer al país contra su propia empresa. O que un hombre que se la pasó hablando de que los salarios eran muy elevados, ahora que tiene el poder de regularlos, los va a subir. O que un fanático de las privatizaciones, confeso aunque no convicto, va a jugarse por lo público.  Y pierrrrrrde.

Siga participando, pero traiga solamente lo que esté dispuesto a perder, deudora.

Porque ahora, hay perinolas y perinolos para todas y todos. Las nuestras, la tire como la tire, siempre cae en “todos ponen”. La de ellos, tiene matices. Puede haber un “Toma todo”, o un “Toma todo y ponlo a nombre de tu papá”, o un “Blanquea todo”, o un “Toma dos y dí que los tomó el jugador anterior” o un “DNU”. Con lo cual él decide quién toma, quién pone, y a quienes se acusa.

Ya lo dijimos, los embriones tienen derechos que pierden al nacer. Los embriones son puro futuro. Digamos, con perdón de las creencias, personas virtuales. Entonces están de acuerdo a estos tiempos. Los niños, en cambio, nos remiten a aquel remoto pasado “presencial” que existía antes de “pasaran cosas”.

El Sumo Maurífice lo tiene claro, y por eso solamente les habla a los virtuales. A los futuros. A los pasados. A los imperativos. A todos los tiempos, menos el presente.

Los reyes magos, ahora son el FMI. Hay que escribirles una cartita diciéndoles que hemos sido buenos niños deudores y pensamos seguir siéndolo, para ver si nos desembolsan unas promesas de dinero para que les podamos devolver ese dinero así nos prestan más y así hasta el fin del cuento de la buena pipa.

Al Sumo Maurífice y su mejor equipo contrario de los últimos 50 años les encanta jugar. “El patrón de la vereda” es uno de sus pasatiempos favoritos. Inventaron una extraña versión del “poliladron”, donde los ladrones, si son amigos, son inimputables. Juegan mucho a “La casita robada”, y “La escoba del 19” (que consiste en barrer con una escoba todo lo que se hace mal y tratar de nadie se dé cuenta hasta el 2019). El viejo “estanciero” es ahora “El sojero”.

Una nueva versión del TEG (Táctica y Estrategia del Globo), es habitual en las reuniones de Gabinete. “Piedra, papel y tijera”, es ahora “Tijera, tijera y tijera” y anima las reuniones donde se planean las políticas de educación, salud y otras nimiedades públicas.

Y el truco, claro. El equipo económico estaba en medio de una partida y cantaban el envido: “¡Veintisiete! ¡Veintiocho! ¡Veintinueve! ¡Treinta y uno!”. Parece que no era un juego, sino la cotización del dólar, tipo especulador.

Pero a no preocuparse, que lo único que quiere el pueblo, es flan y circo.

Hasta la próxima.

@humoristarudy