El riesgo de una cesación de pagos de la deuda soberana comienza a ser percibido por los poseedores de bonos. Las ventas masivas de los títulos argentinos generaron un desplome de sus precios. En consecuencia, el riesgo país casi se duplicó respecto a los valores de comienzos de año, mostrando un encarecimiento del costo de financiamiento de la deuda pública. Para despejar el fantasma del default, el ministro de Hacienda y Finanzas, Nicolás Dujovne, junto a sus operadores mediáticos, economistas y consultoras “amigas”  salieron a difundir el programa financiero. De acuerdo al tándem del optimismo financiero, sólo se precisa cubrir entre 7000 y 10.000 millones de dólares hasta 2020, aún en un escenario de nula renovación de Letes. Un monto manejable para una economía que dispone más de 50.000 millones de reservas.

El número mágico del oficialismo y sus satélites surge de tomar las proyecciones de déficit primario, intereses y amortizaciones de deuda del sector público nacional. Luego despejan la parte de dichas necesidades financieras que requieren dólares, ya que no existe riesgo de cesación de pagos en pesos ya que se imprimen en el Banco Central. Por último, le restan el crédito del FMI, de otros organismos públicos internacionales y el refinanciamiento de los vencimientos intra-sector público. De todas esas sumas y restas surge que, aún en un hipotético escenario donde el gobierno no logre renovar ninguna Letra del Tesoro, las necesidades de dólares están entre 7000 y 10.000 millones de dólares.

Pero el análisis del oficialismo tiene un pequeño descuido. Se trata del hecho de que los dólares del Banco Central no son de uso exclusivo del gobierno nacional. De esa caja también deben cubrirse los vencimientos de intereses y amortizaciones no renovadas de las deudas en dólares de las provinciales y las empresas privadas que rondan los 30.000 millones de dólares hasta 2020, aunque la cifra podría reducirse a la mitad si se excluye una porción importante de autopréstamos. También debe ser suficiente para cubrir el déficit comercial, de turismo y las utilidades de las multinacionales, que suma unos 20.000 millones de dólares hasta 2020 al ritmo actual, aunque podría reducirse a la mitad en un escenario de caída de la actividad y fuerte suba del dólar. Por último, queda por ver cuánto es el monto de fuga de capitales, que sólo en el primer semestre de 2018 insumió unos 16.000 millones de dólares. Asumiendo un escenario optimista donde la fuga de capitales se reduzca a la mitad (aunque en realidad se encuentra en aumento), se precisarían otros 40.000 millones de dólares para financiarla.

Sumando todas esas necesidades de dólares a las que el oficialismo proyectó para el gobierno nacional, se precisan entre 72.000 y 85.000 millones de dólares hasta fines de 2020, que podría llegar hasta los 140.000 millones si se mantiene el ritmo actual de fuga de capitales. Si el previsible incumplimiento de las metas pactadas con el FMI frena el crédito stand-by, la necesidad de dólares podría aumentar en 24.000 millones de dólares más. Esas cifras superan ampliamente las reservas del BCRA y explican porque la prédica oficial no logra ahuyentar al fantasma del default.

@AndresAsiain