Por mandato de la cultura pop, cualquiera en el planeta tiene el conocimiento innato de qué es una dimensión paralela. Ya sean los capítulos de The Twilight Zone o las explicaciones de Mr. Clark sobre el paradero de Will en Stranger Things, la ciencia ficción se hizo un festín con las infinitas posibilidades que lo desconocido podía brindarle. El uso y abuso del recurso no es más que mitología de la nueva religión del siglo XXI: la teoría de los multiversos.

A 65 años de las primeras ideas sobre el asunto, Rick and Morty popularizó una versión bastante concreta de las hipótesis de las múltiples dimensiones, basándose en variantes de la teoría de cuerdas. Explicada de modo burdo, supone que los componentes del átomo están hechos de “cuerdas” que vibran entre más de las cuatro dimensiones que percibimos y que determinan infinitas variables. Hipotéticamente, cada combinación vibratoria resulta en universos con distintos estados.

Si bien el folclore se hace mucho más creíble cuando el superhéroe Flash vibra hasta romper las barreras interdimensionales de su universo cómic, hubo un golpe real en 2013, cuando los físicos teóricos Laura Mersini-Houghton y Richard Holman declararon haber hallado evidencia concreta de la existencia de otros cosmos. Basándose en una imagen proporcionada por el satélite Planck, los científicos dictaminaron que ciertas anomalías en las microondas cósmicas eran tan bizarras que debían ser resultado de fuerzas gravitacionales de otros universos.

Esta teoría cuántica recién traspasó el morbo nerd con el “efecto Mandela”, un creepypasta que viralizó el trabajo de la consultora paranormal Fiona Broome. La investigadora cayó en la cuenta de que muchas personas “recordaban” la muerte del activista sudafricano Nelson Mandela en prisión, allá por 1980, en lugar de su fallecimiento como ex presidente en 2013. Entonces, comenzó a recolectar datos donde la memoria colectiva glitcheaba: personas que juran que C-3PO no tiene una pierna plateada, músicos con la certeza que We Are the Champions de Queen termina solo con esa frase y jugadores que describen al personaje del Monopoly con un monóculo, además de miles de recuerdos que –en teoría– jamás sucedieron. La serie japonesa Steins Gate es otra recomendada para comenzar a entender el objetivo del efecto Mandela. Jugando con la idea de que los viajes temporales implican también un salto dimensional, el animé explica que estas variantes del recuerdo colectivo son los lugares donde los multiversos se solapan en la mente humana.

La ficción aprovecha sin asco las hipótesis dimensionales y suma las ideas de la multi existencia cósmica al bagaje de (des)conocimiento popular. Mientras tanto, las teorías científicas sólo pueden llegar al salón de la fama al superar la prueba que las intenta determinar falsas. Pero como sucede con la física cuántica, los multiversos y sus efectos no pueden ser sometidos a prueba por la ciencia. Aún.