Claudio Gómez, el autor del libro El partido rojo, es muy hincha de Independiente y en la obra se le nota. También es un periodista e investigador preocupado por las cuestiones sociales y los derechos humanos  y en el libro se trasluce. El partido del que habla el título, que se jugó el 25 de enero de 1977, en Córdoba, fue uno en el que Independiente se consagró campeón jugando con ocho futbolistas y está perfectamente contextualizado en el cruce con la más sangrienta dictadura de la historia argentina, que tuvo en Córdoba uno de sus puntos neurálgicos. Las figura de Ricardo Enrique Bochini, del general Luciano Benjamín Menéndez, del presidente de Talleres Amadeo Nucetelli y de Julio Grondona, catapultado a la AFA tras ese partido sobrevuelan cada página del libro. Gómez reconstruye una historia alucinante, que incluye tres momentos:  

Historia 1

A Andrés Ariza, detenido en la Perla, le dicen que va a brindar testimonio frente a una Comisión de Derechos Humanos. Pero es un simulacro. Un torturador se hace pasar por un miembro de ese organismo y con un inglés sanateado le pregunta, por ejemplo, de qué cosa se queja. Ariza enumera las pésimas condiciones, los maltratos y entre muchos reclamos desliza que necesitan una heladera. El falso funcionario le promete que van a conseguir una. Ariza comenta a viva voz lo que se había logrado. Al día siguiente los represores van a su casa, roban su heladera y la instalan en la cuadra a la vista de todos. Los represores son dueños de todo, es el mensaje.

Historia 2 

Una noche, mientras los detenidos comen las porquerías que les dan, dos represores llevan a la detenida Patricia Astelarra a una oficina. Está vendada. Y no sabe a dónde va ni por qué. Entran a un despacho, la sientan en una silla y le sacan una venda. Sobre una mesa hay un churrasco con una ensalada. todo servido en vajilla que habían robado de su vivienda –“Pongase cómoda, señora, como si estuviera en su casa”, se burlan los milicos.

Historia 3 

Los barras de Independiente se reparten en tres micros. Son cerca de cien y salen de la Avenida Mitre como parte de la caravana roja. El grupo mayoritario, bautizado la barra de Galicia está integrado por Pistola, el Gitano, el Gallego, Pelo, Muñeco y varios más. Todos son cabecillas, pero ninguno es el líder absoluto. Son años en los que la conducción es horizontal y todo lo que pueden recibir del club son algunas entradas o un micro cuando el equipo juega de visitante. Todavía falta mucho para que la barra del Rojo se someta al manejo de Pablo “Bebote” Alvarez. 

Allá van, los muchachos, con destino a Córdoba capital cuando uno de los micros se descompone a la altura de Villa María. Quedan tirados al borde de la Ruta 9, a unos 150 kilómetros de Barrio Jardín. Esto es una tragedia. Nunca una cancha estuvo tan lejos. Tal vez sea un mal presagio, lanza algún supersticioso. El resto lo censura: “Cerrá el pico, querés”. Mejor pensá en una manera de llegar. El chofer del micro anuncia lo que nadie quiere escuchar. “No va más, muchachos. El coche está muerto. Ustedes vayan, yo me quedo a esperar que manden una grúa”. Es el mediodía y faltan unas diez horas para que arranque el partido. Todavía hay tiempo, pero encontrar un transporte no es un desafío sencillo. son treinta barras con bombos, benderas y vinchas. 

La única opción es hacer dedo. Y esperar un gesto de humanidad de algún cordobés solidario. Después de esperar un rato en la banquina, con las banderas apoyadas sobre la pila de bombos, el cordobés solidario aparece al volante de un camión de ganado. De un camión de ganado lleno de vacas. De un camión de ganado lleno de vacas y apestoso. El chofer frena y les pega el grito: “¿Van a la cancha? Suban atrás, muchachos”. Los barras dudan, no es la mejor opción, pero es la única. “¿Qué hacemos?. El Rojo juega una final, hay que estar, los jugadores en la cancha y nosotros en la tribuna, es una final, vamos Bocha, ¡es una final carajo (…)”. Cuando llegan se enteran que el chofer también va a la cancha, es hincha de Talleres. Es el primer gesto humanitario que reciben de los cordobeses. Después habrá más.