El detective Antonio Grillo teme haber matado a un hombre en la esquina de Pasco y San Juan, en el populoso barrio de San Cristóbal. Pero no está seguro. El ruido del bar y el exceso de alcohol resecaron por completo su memoria. Mientras intenta reconstruir lo sucedido esa noche, la esposa del muerto lo contrata para resolver el crimen. 

La simpleza de este resumen argumental se contrasta al abordar Sí, fui yo, primera novela del músico y compositor Damián Rovner, integrante (en trompeta) de la banda Me darás mil hijos, y líder de Los Fundamentales. Porque a lo largo de las doscientas páginas de este libro (editado por el sello Hormigas Negras) el lector no será testigo de lo previsible: las argucias de quien busca tapar las evidencias como Marx Dixon en Al borde del peligro (versión cinematográfica que hizo Otto Preminger a partir de Night Cry de William L. Stuart, con un Dana Andrews excepcional), o el despliegue de una red discursiva como la elaborada por Agatha Christie en El asesinato de Roger Ackroyd, a pesar de ser Grillo la voz cantante del relato. No. En Sí, fui yo la complejidad argumental está centrada en la decisión humana. Grillo acepta el caso y mientras espera conocer la verdad, se deja llevar como quien suelta el volante del auto en una curva. 

“El planteo de fondo es la dicotomía entre el ser arrastrado por los acontecimientos y la capacidad de tomar decisiones propias”, aclara Rovner (1969) y luego explica: “Saber tomar decisiones en la vida es un trabajo muy profundo que debemos recorrer durante años. Mientras no lo hagamos, la vida nos seguirá arrastrando sin remedio, como a Grillo. El argumento de fondo es cómo hace uno para enfrentar un error que comete, y cómo se ve arrastrado por ese error”.

Mientras tanto Grillo (rengo y poco adepto a la higiene personal) espera a que la verdad lo abofetee: la novela describe (con prosa ágil y ritmo vertiginoso de folletín) un entramado delictivo con paisaje porteño, donde no faltan extorsiones policiales, matones desbocados, empresarios de medios inescrupulosos y, por supuesto, mujeres con ganas de abrazarlo todo. Desafiar las reglas del género no es fácil, pero Rovner las hace olvidar con talento e inteligencia. Aquí aquella vieja premisa que rezaba que “el detective no debe ser el autor del crimen”, ahora bien puede tacharse.

–Arrancar la novela con una confesión culposa del detective supone un desafío en la construcción del policial.

–La idea era cometer ese desafío, escribir una historia en la que el culpable fuese el mismo detective y tuviera que investigar su propio crimen. Por supuesto cuando comencé a desarrollarla se me complicó, no era natural y tenía que pensar y construir con mucho cuidado la historia para que fuese creíble. ¿Cómo iba a hacer para que Grillo llegase a la situación de ser contratado para investigar su asesinato? ¿Y por qué acepta el caso y se mete en ese lío? Realmente no fue fácil. Nunca tuve el final hasta que terminé de escribirla. Sinceramente no sabía si Grillo iba a terminar preso, libre, de viaje, asesinado. En fin, tampoco voy a contar el final acá.

–¿Cuándo comenzó esta primera aventura de Grillo?

–Esta historia la comencé a escribir hace muchos años. Pero yo no confiaba en mí como escritor y cajoneaba los textos. A través de los años, por épocas, fui avanzando y corrigiendo, mientras también seguía escribiendo otras cosas. Fue recién hace 5 años, con la confianza que me dio componer y cantar mis propias canciones, con buena recepción del público, que me animé a darle un cierre a la novela y darla a leer. O sea, no entré específicamente a la literatura por el policial, pero sí es lo primero que edito.

–¿Cómo fue la construcción literaria de Grillo?

–A Grillo desde el primer momento me lo imaginé con un toque de antihéroe. En un momento de la novela dice que está lejos de parecerse a Bogart. Mientras escribía me lo imaginaba con pinceladas de Woody Allen o de Best Seller (el personaje de Fontanarrosa). Me esforcé por sacarlo del estereotipo, aun cuando Grillo igualmente quiere comportarse a veces como un detective de las películas. Es un personaje que duda mucho, las cosas le salen mal y tiene un pésimo sentido del humor. Grillo trata de ser gracioso y eso también le sale mal. El humor que aparece en la novela, en todo caso, es reírnos de Grillo y sus tragedias.

–Mientras los teóricos aseguran que toda la literatura puede leerse en clave policial, los escritores de este tipo de novelas parecen pedir a gritos ser leídos por fuera de esa clave. En este caso da la sensación que hay una insistencia por dejarle claro al lector que su novela es un policial y no otra cosa.

–Sí, también lo pensé así. Incluso en la primera escritura de este libro tenía más clichés y se los fui sacando. Los que quedaron me gustan. Hay ciertas claves del policial que me gustan, como ser los personajes caricaturescos de la ley, las persecuciones, los vínculos entre hombre y mujer que también son un poco clichés, pero la trama los pide así. No hay por qué renunciar a eso.

–Música y novela negra. ¿Por dónde pasa esa relación?

–Por el universo creativo. Me provoca una sensación muy similar cualquier momento de creación, sea musical o literario. Necesito silencio, sentir el vacío, y comenzar a componer o a escribir, sin una idea definida de sobre qué, pero con la clara seguridad de que mientras transite ese momento comenzará a suceder. En esto los dos caminos se entrecruzan y se parecen mucho, aunque tal vez luego no haya una relación directa entre la canción y la novela. Aunque seguramente mi escritura está presente en las dos áreas.

–Es que la asociación trompetista y novela negra remite inmediatamente a Boris Vian o Miles Davis.

–Respecto a la trompeta, dio en el clavo con los nombres. De chico tenía un casete de canciones de Boris Vian, y muchos de Miles Davis. La imagen del escritor — trompetista me seducía mucho. De chico leía mucha ficción, y también escribía textos de narrativa y ficción, aunque no me animé a mostrar nada en aquella época. Hasta que a los veinte años una amiga me regaló El largo adiós de Raymond Chandler. Fue un antes y un después. A partir de ahí leí todos los policiales que encontraba en el camino, los clásicos y los contemporáneos.

–¿En qué nuevos proyectos trabaja?

–Ya estoy con el segundo libro de la saga de Grillo, con lo cual acabo de confesar que al menos no se muere en el primero. Y por otro lado un par de libros de cuentos que vienen muy avanzados. Con respecto a lo musical, además de continuar como trompetista de Me darás mil hijos y cantando mis canciones con Los Fundamentales, estoy terminando un disco de canciones infantiles compuestas por mí y arregladas por Martín Telechanski. Son doce canciones de las cuales canto la mitad y la otra lo hacen invitados como Kevin Johansen, Nadia Larcher, Mariano Fernández, Malena Dayen, Cucuza Castiello y la chilena Natalia Contesse. Todo el disco, además de las guitarras de Martín, es con músicos invitados como Lito Vitale, Pablo Fraguela, Diego Pojomovsky, Gaby Spiller, Manu Uriona, Martín Rur, y otros.