Eloísa Cartonera nació en la primavera del 2003, pero se gestó con un bautismo de furia de quienes tomaban las calles para protestar por la desocupación, los despidos y la falta de trabajo. La crisis del 2001 repartía coletazos y organizaciones sociales y vecinxs se reunían en asambleas y clubes de trueque. Así, se juntaron a trabajar de una manera diferente para hacer cosas que hasta ese momento no existían. Formaron una cooperativa y aprendieron a subsistir y a administrarse para producir lo que soñaban: libros. Hechos y pintados a mano, con tapas de cartón comprado a cartonerxs. La creatividad pisó fuerte en medio de esa crisis que lxs impulsó a fabricar los más increíbles ejemplares de literatura latinoamericana. Únicos, distintos, coloridos, especiales. El escenario popular donde se amasó el proyecto pasó de Almagro a La Boca y de ahí a Boedo, donde resisten esta aventura que siguen transitando hasta hoy, cuando cuentan con más de doscientas publicaciones. Los títulos surgen de “los y las autoras más bellas que hemos conocido en nuestra vida de trabajadores y lectores”, acuerdan quienes continúan en esta construcción cotidiana que implica seleccionar el cartón, cortarlo, pintarlo de colores y montar los libros que imprimen en su taller de la calle Venezuela, hasta hace poco con una antigua Multilit 1250 alemana; hoy con una máquina digital. María Gómez, Washington Cucurto, Miriam Merlo, Alejandro Miranda, Celeste Portillo, Roberto Vega y Beatriz Lezcano cumplen quince años en Eloísa Cartonera y lo festejarán con una colección aniversario. En todos estos años nunca dejaron de publicar poesía, cuentos, novelas breves, teatro y literatura para chicxs. “En aquella época había otra energía –recuerda María– pero seguimos trabajando, editando libros, organizando talleres y aunque todos tenemos otros trabajos vivimos esto muy activamente, siempre estamos en movimiento.” La impronta de La Carto –como la llama María– se caracteriza por la publicación de literatura latinoamericana. Cada libro se vende a sesenta pesos o dos ejemplares por cien: “Esa es la lógica del libro cartonero, que sean económicos”, subraya María. “Son libros llenos de energía que están hechos con mucho amor. Pasan de mano en mano y tienen buena onda.” El primer libro que publicaron fue Pendejo, de Gabriela Bejerman. Siguieron con Durazno reverdeciente y Sueños y pesadillas 3 y 4, de Fernanda Laguna, y Cecilia Pavón, con Disco gato gordo. En su catálogo también brillan las escrituras de Diana Bellessi con Crucero ecuatorial, Celeste Diéguez con El camino americano; María Auxiliadora Álvarez, con Cuerpo y Caza; Mariela Gouiric, con Botafogo; Salvadora Medina Onrubia con Gaby y el amor; GabrielaLuzzi, con Garfunkel y Warnes; la dominicana Thais Espaillat, con Podría haberse evitado, y poetas peruanas contemporáneas. “Siempre fuimos de publicar mucho, muchos títulos en poco tiempo entonces rápidamente el catálogo crece y se expande. Y esa es la función social de la editorial, los libros circulan porque son baratos y La Carto funciona con una lógica propia. Tenemos otra relación con los lectorxs que se da en la calle, de mano en mano.”

Eloísa Border

El año pasado, la escritora y periodista Silvina Herrera, ganó –junto con cinco autorxs más– el concurso Sudaca Border organizado por la editorial. María cuenta: “Es un concurso que hacemos hace seis años y el propósito es publicar varios libros para difundir autores jóvenes. Silvina, además de la publicación de Edad Reproductiva se ganó una bicicleta”. 

Desde su nacimiento, la editorial se parece a un organismo que se adapta a los distintos contextos sin dejar de producir. Así, la cadena se retroalimenta y el público crece. Herrera, que publicó su primer libro en La Carto, dice: “Creo que hoy más que nunca la escritura es un acto de resistencia. La elaboración artesanal de los libros atrae desde el vamos. Están pintados a mano y se venden a precios populares, en un contexto en el que los precios de los libros son cada vez más inalcanzables. La literatura sigue siendo algo que consume un grupo reducido de gente, pero me gusta creer que se puede abrir a absolutamente todo el mundo y pensarlo como un derecho, no como un privilegio. Tener un libro publicado a un precio accesible se acerca a esa esperanza de una literatura para las masas y no para una elite”.Con Edad Reproductiva, la autora pone en escena a una mujer que quiere abrirse paso con sus proyectos y busca vencer los prejuicios sociales de ser madre sin pareja. Una historia que le da forma a la soledad, a la incomodidad y a la idea de maternidad como deseo personal. Silvina rescata: “La maternidad a pesar de los cambios que trajo el feminismo sigue siendo una trampa para muchas mujeres. Hay una sociedad entera empujando a las mujeres a ser madres, supuestamente para realizarse, pero una vez ahí, esa misma sociedad les da la espalda y les complica la vida de mil maneras distintas: sin licencias por maternidad acordes a sus necesidades, sin obligación de mantener los puestos reales de trabajo, sin espacios de lactancia o sin guarderías. Hoy ser madre y trabajar sigue siendo tan complejo o más que antes, porque ahora además de ser amas de casa somos trabajadoras ambiciosas. Las tareas domésticas y el cuidado de les hijes es todavía patrimonio de las mujeres. A eso hay que sumar el trabajo afuera y los proyectos personales, que muchas veces ni siquiera van de la mano”.

Eloísa presente

María retoma la convicción con la que llevan adelante La Carto y agrega: “Ayudamos a los libros y los libros nos ayudan a nosotros, es notable”, y destaca del proyecto la corporalidad y el movimiento que lleva inscripto: “Es un proyecto que está lleno de imperfecciones pero por otro lado es toda una experiencia. Un trabajo cooperativo y corporal, al sol, o en la vereda. El cartón llega de la calle, alguien lo corta, otro lo pinta, otra lo dobla, para que alguien se lo lleve después del puesto cartonero de Corrientes y Paraná. Somos muy afortunados, es un proyecto que realmente nos gusta”. Así, lograron convertir el sueño en realidad y trabajar confiando en ese deseo. “El cooperativismo nos mostró nuestra fortaleza. Así aprendimos todo lo que sabemos y seguimos ansiosos por aprender más.” Hace unos años compraron un terreno en Florencio Varela. Una hectárea de tierra donde construyeron una casa y plantaron casi trescientos árboles frutales e hicieron una huerta. En ese pedazo de tierra se reúnen y se encuentran en asados y vino con otrxs escritorxs. “El trabajo puede convertirse en la mejor parte de tu vida. Esa es nuestra idea de La Carto, que nos provoque placer.”