Sí: hay frazadas y sábanas allá. No, no habló con las nenas. Se acaban de separar. Sí, sí, es definitivo: dijo que es puto. Desolada y sollozante, la madre habla por teléfono con alguien. Parte de la conversación la escucha la nena más grande, Irina. Unos 15 o 16 tendrá. Y la charla se acaba ahí: nadie más va a decir nada sobre el divorcio. Preparan las valijas y salen a la ruta las tres a empezar unas vacaciones que son las que le dan título a la película, Interludio: “es una reflexión sobre la mutación, ese espacio en el medio que separa dos grandes actos, la vida pasada de la que vendrá. Para poder mutar precisamente es necesario un cambio interno que luego se vea reflejado afuera. Me interesa hablar de esa interioridad”, dice su directora, Nadia Benedicto. Y hay que reconocer que lo logra.

Mamá, interpretada por Leticia Mazur, nena mayor, Sofía del Tuffo, y nena menor, Lucía Frittayón, un personaje encantador que se llama Pachi y es una especie de artista cachorra. Podríamos decir que la película tiene una estructura parecida a la que dibuja el agua cuando se le tira una piedra, primero se hunde y después dibuja círculos cada vez más amplios. Si el divorcio es la piedra que se hunde, la salida a la ruta es el primer círculo que va a ser uno de los sostenes de todos los demás. No sólo porque rompe con la claustrofobia de la casa si no porque tiene una fotografía espléndida. 

Los círculos siguientes son los de cada una de las tres. Sofía, el del duelo y la liberación. Irina, el de atrevérsele al propio deseo que va a guiar sus pasos en la arena con una certeza de brújula tirando al norte. Y Pachi enfrentando sus propios miedos y dejando salir a la artista encantadora que es. Cada mundo se muestra a través de pequeños fragmentos que funcionan, a veces muy bien, a veces no tanto, como video clips; cambian la velocidad de la película -literalmente, recurriendo a la cámara lenta, por ejemplo- y tienen música. La banda es muy buena y se agradece. El último círculo, es el de la liberación de cada una y ahí se luce todo: el guión, las actuaciones, la fotografía, la música. La dirección, en fin. 

De la putez del padre sólo se dice eso, que aporta certeza a la finalización del matrimonio. Irina va a encarar un romance con una chica de la playa sin que eso merezca ningún comentario ni énfasis especial. Parece que está llegando la época en que lo queer se puede contar así. Albricias, ya era hora.

Se estrena el jueves 19 de enero en el Cine Gaumont, Avenida Rivadavia 1635.