“Vos pasá allá y vos vení acá con las chicas. ¿Qué tenemos ahora?” Era el empresario musical Simon Cowell en la segunda temporada de The X Factor, en julio de 2012. Camila Cabello estaba en el escenario con otros trece participantes recién eliminados de las categorías adolescentes y jóvenes adultos, a quienes, según el creador del programa y de One Direction, les importaba “de verdad” estar ahí. Ellas cinco, todas de ascendencia negra y latina, se unieron bajo el nombre Fifth Harmony por voto del público: el primero que eligieron estaba usado y el segundo no le funcionaba a Cowell, coach de la categoría grupos.

Llegar a competir sin acomodo es un logro en sí mismo que no se les reconoce a las estrellas de reality. Para sus quince, Camila pidió que la lleven a ese casting, que se hacía durante tres días en Greensboro, Carolina del Norte, a mil kilómetros de su ciudad, Miami. Presentarse, además, no garantiza hacer la audición: hay lista de suplentes y se agranda con el paso de las horas. Ella era una. El segundo día le dijeron que al siguiente directamente no fuera, que volviera a intentar al otro año. Pero en un momento, Camila vio pasar a Cowell, lo interceptó, le pidió por favor. “Vieron mi tenacidad y al tercer día me dejaron”, cuenta.

Algo parecido a una química se vio en las eliminatorias de The X Factor en la llamada casa de los jueces. Con look informal, sentadas en banquetas, las chicas cantaron la balada “Impossible” de Shontelle para Cowell y Marc Anthony, que observaban detrás de una mesita con Pepsis heladas. En el transcurso de la competencia, quien captó eso que ahora parecerá obvio fue Demi Lovato, integrante del jurado con Britney Spears y L.A. Reid, otro empresario. El grupo llevaba formado tres semanas, la performance de “We Are Never Ever Getting Back Together” de Taylor Swift no la convenció, y en su devolución dijo que por el momento sólo una de las cinco brillaba. Khloé Kardashian, co-conductora ese año, le insistió para que dijera cuál. “Bueno, vos”, señaló Demi a Camila, que ocupaba uno de los extremos de la formación con Ally Brooke, la otra más petit. “Yo creo que todas brillamos”, dijo ella cuando la enfocó la cámara, pero no hubo lugar a discusión. 

Fifth Harmony quedó en tercer lugar del reality (ganó el cantante country Tate Stevens). Pasó a representarlas Syco Music, el sello que comparten Cowell y Reid para Sony y Epic. Grabaron un EP y su versión en español y arrancaron una gira local de nombre Harmonize America, que consistió en shows sorpresa en shoppings y parques y presentaciones en radios. Abrieron 27 conciertos de Demi Lovato en estadios. La música, firmada por mayoría de apellidos escandinavos, era récord de concursantes de The X Factor en Billboard. Hubo discos en 2015 y 2016 y un hit que trascendió: “Work From Home” con el rapero Ty Dolla $ign.

Nació en La Habana y creció yendo y viniendo entre países por su padre “puro mexicano”. Cuando cumplió seis, le dijeron que iban a Disney y cruzaron ella y la madre, que dejó su profesión de arquitecta y empezó a trabajar en una tienda. El padre logró llegar un año después. Camila era muy tímida y hogareña y disfrutaba cantar; según ella, interpreta a su fiel reflejo en el video de “Havana”, el hit que la convirtió en estrella. Cuando tomó coraje para presentarse en el casting de The X Factor pensó en los padres, que se animaron a dejar su tierra por una idea de futuro: “Ahora siempre quiero ser la persona que es valiente”, dice.

Peleó por la letra de “Never Be The Same” –el lento lleno de energía que abre Camila, el disco debut–, donde compara el roce de un chico con un pegue de nicotina, morfina y heroína. Nada de lo que pueda hablar, pero alguien tiene que introducir esas palabras en las mentes lampiñas. Otras ideas son más bonitas y lúcidas, como amar de adentro hacia afuera, buscar amigos reales y no escapar de las emociones. Todavía le interesa ser un buen modelo para sus fans, sobre todo porque tiene una hermana chiquita. Es ídola sencilla, que abraza y se saca fotos y expresa amor por todos los países que visita (en Argentina fue furor durante el Lollapalooza y ya agotó el campo del DirectTV Arena para octubre). Vive con los padres en Miami en una casa que compró ella. Tiene novio pero no dice quién es. Y consciencia social, aunque no escriba sobre ello aún: Trump, las armas, la crisis migratoria, le parecen “una falta de res- peto a la vida humana”. 

Como cuarteto, Fifth Harmony lanzó un tercer disco y en marzo anunció hiato indeterminado. En el catálogo del sello ahora sólo aparece Camila. En su nuevo disco, Nicki Minaj le dio chance a Normani, otra de ellas. La verdad es que a esta altura las coreos y la ropa en composé son un empaquetado innecesario y un aburrimiento. A fines de julio, con 21 años, Camila hizo su primer estadio. Hace unas semanas, ganó las ternas más importantes de los premios MTV: artista y video del año, entregado por Madonna. Al otro día citó un tuit suyo de 2012 donde arrobaba al canal diciendo “quiero tanto ir”. Lo logró por saber plantarse: los productores desconfiaban de “Havana” porque no es un hit de alto impacto, y Yung Thug, el rapero que la acompaña, es famoso pero tampoco un ícono. Hoy es la canción más escuchada de una mujer en Spotify, pero su verdadero valor es la eternidad: la chica de su casa que decide salir a la luz a contar su historia, el poder del hambre y la frescura, por los siglos de los siglos.