El asbesto o amianto es un mineral fibroso que se conoce desde la antigüedad, pero su uso masivo se dio a partir de la revolución industrial en la construcción, la industria textil, naval y metalmecánica. En el país, alrededor de 3000 productos incluyeron este material aislante e ignífugo en su fabricación. En la década del 80, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo calificó como material cancerígeno, y 50 países lo prohibieron. La inhalación de esta sustancia liviana y volátil “es causa de cáncer de pulmón, laringe y ovario, así como de mesotelioma, un cáncer del revestimiento de las cavidades pleural y peritoneal, es decir, del abdomen”, sostiene la OMS. Por su carcinogenicidad ningún nivel de exposición resulta inocuo. En este sentido el Ministerio de Salud, sostiene “que la aparición de los efectos crónicos por exposición al asbesto son independientes de la dosis de exposición, siendo por lo tanto imposible establecer niveles de exposición seguros”. Según los últimos datos de la OMS, 125 millones de personas de todo el mundo están expuestas al amianto en su lugar de trabajo, dando lugar a más de 107.000 muertes anuales por cáncer de pulmón. Además, se estima que cada año se producen varios miles de muertes atribuibles a la exposición doméstica al asbesto.