Entre el 5 y el 7 de septiembre de 1993 nada importó más que la Selección argentina. El domingo 5, en cancha de River, el equipo dirigido por Alfio Basile perdió 5 a 0 con Colombia por las eliminatorias del Mundial de Estados Unidos ‘94. Al día siguiente, la revista El Gráfico –todavía en su apogeo y dirigida por Aldo Proietto– publicó una tapa histórica. Sobre fondo negro, en letras amarillas se leía un contundente “¡Vergüenza!”. Hoy, en Mercado libre, veinticinco años después, su precio de venta va de los 500 a los 800 pesos; es el número 3.857. Y el martes 7, Bernardo Neustadt hizo uno de sus “Tiempo Nuevo” más relevante con una mesa en la que José Sanfilippo se recibió de mediático a costa de criticar (y devastar) a Sergio Goycochea, el arquero al que le hicieron los goles.

“Pibe, usted se comió todos los amagues”, le dijo el ex delantero de San Lorenzo mientras le explicaba cuáles habían sido sus errores. Goyco apenas lo miraba. La cámara lo mostraba comiéndose las uñas, siempre en silencio y con los ojos brillosos. Su esposa, Ana Laura Merlo, lloraba desde un costado del estudio de Telefé. En una mesa futbolera, Adolfo Pedernera se mantenía en silencio. El primero en defender al arquero fue Norberto Alonso, quien le reclamó a Sanfilippo prudencia cuando se habla públicamente. El Loco Enrique tampoco hablaba. Y Hugo Gatti dijo que aquella tarde había disfrutado del buen nivel de juego de los colombianos.

Aquellos no eran tiempos de tanto escándalo mediático como hoy. Faltaban unos años para que Marcelo Polino interrumpiera una pelea de Guido Süller o para que Vicky Xipolitakis contara intimidades sexuales propias o de sus ex. Por eso sorprendió el show. Luego apareció Carlos Bilardo para defender a Goycochea y reclamarle a Sanfilippo que fuese al entrenamiento del seleccionado para aconsejarlo en privado y no en público. “¿Quién es éste para darle consejos a Goycochea?”, preguntó un Bilardo enojado. “Yo fui el goleador que vos no fuiste”, le contestó Sanfilippo, que a partir de esa noche se convirtió en una figura habitual para el comentario polémico y poco educado en programas que buscaban (y buscan) impacto.

El asunto terminó con Bilardo diciéndole a Goyco que se vaya del programa, con Jorge Borelli defendiendo por teléfono al arquero, con Gatti insistiendo en lo del buen fútbol colombiano y con Sanfilippo desatado: “Gracias a todos los amagues que se comió este pibe… Se comió todos los amagues del mundo”.

La presencia del equipo de Basile en el Mundial dependía desde entonces de un repechaje contra Australia. 

La tarde del partido, Diego Maradona estaba en el Monumental. Por esos días firmaba su vuelta al fútbol argentino con Newell’s. Además se convertía en la esperanza salvadora para clasificar a Estados Unidos. No era el mejor Maradona. Un año antes, y tras la sanción de quince meses por doping positivo, había regresado al profesionalismo con la camiseta del Sevilla español y con Bilardo como técnico. La relación terminó pésima. Diego no recuperó el nivel. Ni siquiera cuando debutó en Newell’s, en octubre del 93, y apareció demasiado delgado.

Aquella Colombia llegó a su techo contra la Argentina. Los goles los hicieron Freddy Rincón (a los 41 del primer tiempo y a los 17 del segundo), Faustino Asprilla (4 y 19 de la segunda parte) y el Tren Valencia (41). El equipo lo manejaba en la cancha el Pibe Valderrama –quien esa tarde la rompió– en su mejor momento y lo dirigía desde el banco Francisco Maturana. Llegó al Mundial como serio candidato a ganarlo pero se fue con más pena que gloria.

En Argentina el clima estaba caldeado. Hasta se rumoreaba que la AFA sería intervenida. Pero el poder de Julio Grondona lo hizo imposible. Pero eso no impidió que el presidente de la Nación, Carlos Menem, se comunicara con él. El pedido iba por el lado del populismo: igual que la mayoría de los futboleros, Menem le pidió que haga gestiones para la incorporación de Maradona con miras al repechaje al que se clasificó apenas porque Paraguay no pudo hacerle un gol más a Perú en Asunción: terminaron 2 a 2. José Luis Chilavert, figura del equipo paraguayo, fiel a su costumbre echó leña al fuego en la previa: “Basile no sabe nada de fútbol”.

El encuentro terminó con el público argentino celebrando a los colombianos y entonando el tradicional canto de batalla “Maradooo… Maradoooo”. Alfio Basile, que había llevado al seleccionado a ganar dos Copa América (1991 y 1993) y a un invicto de 33 partidos, era de los más señalados ante la derrota. Su imagen y la de los jugadores contrastaba con la soberbia de los días previos. Oscar Ruggeri venía de comentarle a Marcelo Tinelli, durante una emisión de Videomatch y desde la concentración, que los colombianos nunca habían ganado nada. El mismo Maradona había apelado a la diferencia de la historia entre ambos equipos. “No los podíamos parar”, reconoció Ruggeri tiempo después.

Todo cambió con el 0-5. El Gráfico editorializaba con que “nos mataron la ilusión” y que “ellos, los protagonistas, la bajaron de un hondazo, cruelmente. No merecíamos este atropello a la fe”. Entregado, Basile quedó a merced de Maradona, quien alentaba su propio regreso. “Tiene las puertas abiertas”, le dedicó Basile. “Es mi última oportunidad”, se ilusionaba el jugador. “Pero el puesto me lo tengo que ganar. No quiero que me regalen nada”, dijo además de recordar que Basile y el Panadero Díaz fueron a charlar con él para que se reincorpore a la Selección. La era post Maradona, que se creía encaminada, no había empezado.

En Colombia la alegría era ilimitada. Se decretó que el lunes sería feriado. El presidente César Gaviria refirió que ese resultado significaba la mayor alegría en la historia del deporte de ese país. Pero las celebraciones no fueron del todo tranquilas. Se registraron casi 40 muertos.

Para el repechaje, entre octubre y noviembre, Goycochea fue el arquero titular. Pero su suerte estaba casi echada después de aquel programa de televisión en el que Neustadt no necesitó ni abrir la boca. Goyco había perdido el crédito ganado como figura del Mundial de Italia, cuando con sus atajadas en las definiciones por penales fue fundamental para llegar a la final. En Australia, con un Maradona lejos de su mejor nivel pero fundamental por su significado, fue 1 a 1 (Balbo el gol argentino) y en la revancha 1 a 0 (Batistuta). Para Estados Unidos, Basile apostó por Luis Islas para el arco. La costumbre que no se perdió en ese ciclo de Basile fue la de las gorritas con viseras con publicidad y entrevistas a Tinelli y demás programas. Hubo una inolvidable en la que en plena concentración Maradona cantó con Calamaro y Fito. Aquel sueño mundialista que se concretó gracias a Diego se terminó en los octavos de final, cuando su doping dio positivo y el equipo sin él no era lo mismo.

Los colombianos, con el mismo plantel que un año antes había goleado a la selección argentina en el Monumental, no pasaron la primera rueda. Y Valencia, su carta de gol, apenas anotó dos.

Se cumplen veinticinco años de aquel partido que catapultó a Sanfilippo, que pagó Goycochea y que sufrimos todos los argentinos. Menos Gatti.

 

José Sanfilippo.