“El Estado es, por una parte, la huella en la sociedad de unas conquistas sociales. Por ejemplo, el ministerio de Trabajo es una conquista hecha realidad, aunque en determinadas circunstancias puede ser un instrumento represivo. El Estado existe también (…) en la mente de los trabajadores en forma de derecho subjetivo (‘tengo derecho a esto’, esto no pueden hacérmelo’), de apego a las conquistas sociales. (…) (El Estado) es el espacio de los conflictos (por ejemplo entre los ministerios que recaudan el dinero y los que lo gastan: los encargados de los problemas sociales).”
“Contrafuegos”, Pierre Bourdieu

Esta nota hace centro en la degradación del ministerio de Salud a Secretaría. La mención al ministerio de Trabajo en la cita de Bourdieu no desentona para nada porque una matriz común explica la reforma del Estado cometida por el presidente Mauricio Macri. Se jibarizan reparticiones y funciones propias del estado benefactor que integran el acervo de los trabajadores. 

Las modificaciones van mucho más allá de un LEGO burocrático: minimizan derechos, ponen en riesgo programas y planes, privando de derechos y recursos a empleados públicos y administrados. Opineitors oficialistas la describen en términos de pugnas internas o de eficiencia pero la finalidad central es bosquejar un modelo de país.

Amarretear plata viene con el paquete.El Decreto 801/2018 puntualiza con todas las letras que la “reducción presupuestaria” es un objetivo de la movida.

La estructura, las acciones y las dotaciones de los extintos ministerios se mantendrán de forma transitoria solo por sesenta días. Tras esos dos meses, se lanzará el desguace.

Hablemos de Salud, en particular.

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La gestión de la Salud se divide entre la nación, las provincias y los municipios. Conforme al artículo 42* de la Constitución reformada en 1994 el estado nacional garantiza a sus habitantes el derecho humano a la salud, más allá de la división de competencias.

Degradar un ministerio equivale a restarle presupuesto y poder, esa materia prima de la política que tanto se niega u oculta.

La frondosidad de los trámites puede agravarse al añadirse sobre su principal autoridad (bautizada ahora “Secretario de Gobierno”) una instancia superior. El ministro manda sobre el secretario, impone su orden de prioridades, distribuye la plata. En el actual esquema Carolina Stanley –quien regentea una cartera elefantiásica– carece de formación en materia sanitaria. Mala praxis comprobada cuando Graciela Ocaña fue ministra de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner e hizo un desquicio de gestión.

Al superponerse áreas entre las reparticiones (Recursos humanos arquetípica y no exclusivamente) parte de los tijeretazos andarán por allá.

En los ministerios se va formando personal especializado, un capital social jaqueado hoy en día que no podrá reemplazarse con la búsqueda genérica en el mercado de trabajo.

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El sistema de Salud argentino es sofisticado y bastante falto de articulación. Lo integran tres subsectores: el público estatal, el de asistencia social (obras sociales) y el privado (prepagas). 

La salud fomenta “mercados” redituables, con jugadores fuertes: los laboratorios y las empresas de medicina prepaga en especial. Influyentes sobre los medios, dotados de capacidad de lobby y proveedores de bienes imprescindibles que se suelen necesitar con urgencia disponen de fuerza para imponer condiciones, precios siderales, reglas de juego.

El Estado nacional, su ministerio puede-debe manejarse para contrapesar esos factores. De nuevo: hay poder en juego. El tamaño importa… La capacidad de compra es directamente proporcional a la perspectiva de mantener a raya los precios de los privados. El desarrollo nacional de medicamentos o la provisión de tecnología funcionan en el mismo sentido.

Un ministerio de Salud minimizado es una promesa de festín para los peces grandes. No la compensan 24 ministerios provinciales diseminados.

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La consunción del Estado benefactor sucedía antes de este retroceso, como derivación de la inflación alocada y de las respuestas de jugadores con espalda y capacidad para “cubrirse”. En columnas anteriores señalamos que grandes laboratorios argentinos o foráneos (la bandera no cuenta mucho en estos menesteres…) dejaron de reponer medicamentos o material médico o lo hacen por goteo. Para remarcar mejor o desensillar hasta que aclare (es una forma de decir). Trabajadores de la salud denuncian que en el sector público quedan insumos disponibles para dos meses. Este cronista recibió información parecida de dos intendentes del Conurbano bonaerense.

Los laburantes develan también que laboratorios internacionales se retiran de licitaciones en las que participaban. Se les impone una multa que prefieren abonar a invertir en medio del marasmo. Una variante de la fuga de capitales. El precio, en sentido estricto, lo pagarán los pacientes.

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Macrismo explícito: lo peor sobrevendrá pero ya está sucediendo. La salita de atención primaria de Ciudad Oculta cierra sus puertas, tanto como centros nacionales de salud distribuidos en todo el territorio nacional. Se hace palpable el desmembramiento del estado que aludimos en la nota central.

Sergio Maure, titular de la Dirección Nacional de SIDA, Enfermedades de transmisión sexual, Hepatitis y Tuberculosis renunció a su cargo por no poder ejercerlo con dignidad ante las privaciones presupuestarias. La conducta seguramente hará tendencia en meses venideros.

Se retacea la entrega gratuita de medicamentos (por ejemplo, el antes llamado programa Remediar). Los beneficiarios de ese derecho no tienen plata para proveerse en el mercado. Van quedando desamparados. Hay retracción en servicios de diálisis, afectando a personas en situaciones extremas.

Los salarios de los trabajadores de la salud están degradados, en proporción surtida según las provincias. 

El ex ministerio cuenta con 139 establecimientos con internación (varios de alta complejidad) y otros 12 sin internación dedicados especialmente a rehabilitación y tratamiento.

Los achiques van por todo o por buena parte. Los resuelven funcionarios profanos en materia sanitaria, a menudo sin sensibilidad solo atentos a la reducción del déficit.

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Esta columna adeuda mucho al generoso saber de Magdalena Chiara, docente e investigadora de la Universidad de General Sarmiento. Si contiene errores o imprecisiones, delo por seguro, corren por cuenta del cronista.

En el libro aludido enel epígrafe que compila intervenciones de hace un cuarto de siglo o más Bourdieu preconizaba: “la incorporación a los cálculos económicos de los costes sociales de las decisiones económicas. ¿Qué costará eso a largo plazo en despilfarros, sufrimientos, enfermedades, suicidio, alcoholismo consumo de drogas violencia familiar, etcétera, cosas todas ellas que cuestan mucho en dinero pero también en sufrimiento?”. El interrogante dinamiza a las muchedumbres que se movilizan contra los ataques a la educación pública en todos los niveles y el desbaratamiento de lo que sobrevive del estado benefactor. Son políticas conjuntas, complementarias.

A los ajustadores seriales esas cuestiones, mayormente, le ne fregan.Solo los interpela o frena la resistencia colectiva ejercitada transversalmente por personas de distintas pertenencias políticas y gente común sin militancia previa.

La clase media se rebela contra el macrismo, como nunca antes. Tom y Jerry, quién sabe, estarán de moda en Washington pero acá atraviesan su peor momento.