En una Argentina metida de lleno en una crisis económica, social y política, con preocupaciones y temores, bajas expectativas y pronóstico reservado de una solución a corto o mediano plazo, las elecciones presidenciales que se avecinan, parecen estar perceptualmente más lejos de lo que en realidad están.

Por ende, La intención de voto sigue siendo un indicador, una predicción. Concretamente: si en la actualidad el 21 por ciento de los argentinos es oficialista, el 32 independiente y el 47 opositor, cuando se pregunta si votaría a un candidato que representa al oficialismo o uno opositor, el rol de los independientes queda expuesto: seguramente volverán a ser la franja decisiva.

Tenemos un dato concreto: el 31 por ciento opta por el oficialismo y el cincuenta por algún candidato opositor, de diferentes extracciones. Eso lleva a una primera conclusión: casi el 25 por ciento o están indecisos o no eligen opción alguna. Y esos son en su mayor parte independientes. 

La carga ideológica muestra dos cosas. Por un lado que el núcleo duro de Cambiemos sigue firme, por el otro que la potencia del segmento opositor depende de la posibilidad de lograr la unidad, especialmente en las filas del peronismo.

Hemos hecho la misma pregunta todos los meses desde marzo. El oficialismo, comparado con marzo, perdió cinco puntos. Primero se trasladaron a los indecisos y luego al voto opositor. Una hipótesis sería el hecho que los independientes están exteriorizando su enojo. Pero más allá del crecimiento en el conjunto de opositores, el peronismo debe superar el desafío de encontrar el mecanismo que le deje el camino despejado para lograr la unidad. Allí pueden obtener, e incluso potenciar, su ventaja competitiva, ventaja que el oficialismo poseía en marzo y que hoy la crisis minimizó.

Como están las cosas, al menos desde la perspectiva de nuestra encuesta, la tendencia actual redondea una hipótesis de proyección que la marca Cambiemos, sea quien fuese su candidato, obtendría en los próximos comicios presidenciales una cifra similar a la lograda en la primera vuelta de 2015 (algo más del 30 por ciento). Su estrategia se correrá inexorablemente a la segunda vuelta y allí intentarán tensar la cuerda ideológica y encontrar algún punto o figura de antagonismo, que instale una nueva consigna, más centrada en la política que en la economía. Es muy probable que su campaña agite el pasado populista, la corrupción y el kirchnerismo como culpable de todos los males.

En la vereda de enfrente el peronismo está dividido y espera. Según los datos que arroja esta encuesta, una fórmula de unidad los ubica en el eje del 37 por ciento de intención de voto, valor que les permite trazar hipótesis para imponerse en la primera vuelta. Es incuestionable que la oportunidad toca la puerta del peronismo. Pero también es incuestionable que tal oportunidad descansa en un proceso de tres etapas: primero la unidad, cueste lo que cueste, luego un modelo alternativo de gestión que proyecte hacia el futuro, y recién como último paso la elección del mejor candidato.

* Titular de CEOP.