Científica, docente y divulgadora, Valeria Edelsztein se autodefine como una persona a la que le gusta contar historias de la ciencia y sus protagonistas. No solo lo dice, sino que también lo demuestra a través de  #ContemosHistorias, distintos hilos que fue generando a través de su cuenta de twitter (@ValeArvejita).

Doctora en Ciencias Químicas (Universidad de Buenos Aires) e investigadora del CONICET, Edelsztein no minimiza sus logros académicos pero el rol de divulgadora le sienta muy bien, no solo por su actividad en las redes, sino también por su aporte en ciclos televisivos como Científicos Industria Argentina (TV Pública) o Proyecto G (Canal Encuentro), donde compartió lugar con dos de los exponentes más destacados de la divulgación científica: Adrián Paenza y Diego Golombek.

Universidad dialogó con la autora del libro recientemente publicado Ciencia para pasar el verano (Editorial Lamiqué, 2018), una de sus tantas ediciones especializadas que permite materializar en acciones concretas aquella premisa de colocar a la ciencia al servicio de la comunidad.

¿Crees que la educación pública impacta en la igualdad de oportunidades?

Si queremos un país lo más democrático e igualitario posible, tiene que quedar sumamente claro que la educación es un derecho, y la manera de asegurar ese derecho para todas las personas es que haya educación pública y de calidad, y eso incluye a la escuela y a la universidad. Esa es la única manera de que podamos garantizar igualdad de oportunidades y asegurar que exista la posibilidad de movilidad social. Necesitamos que haya una defensa de la educación pública. 

¿En qué consiste divulgar las ciencias?

Afortunadamente hoy ya no se discute el rol importante que tiene la cultura científica en la sociedad. La universidad, y especialmente los sectores de investigación, cumplen un rol fundamental en la producción de nuevos conocimientos, y es en las universidades donde se forman los y las profesionales que van a contribuir al desarrollo productivo. Es también donde se forman los y las investigadoras que van a poder realizar nuevos desarrollos y contribuir a esa construcción de conocimientos. Entonces, el aporte que la ciencia hace a la comunidad es enorme.

Tanto la comunicación de la ciencia como el periodismo científico son pilares fundamentales para acercar la ciencia a la sociedad. La acercan desde lugares diferentes: me parece que es importante que existan ambos y que trabajen en conjunto, necesitamos más comunicadores y periodistas científicos. Hay una clave que tiene que ver con no presentar a la ciencia y la tecnología como un proceso o una actividad autónoma. En nuestro imaginario colectivo cuando uno le pide a la gente que se imagine a una persona que hace investigación, en general piensan en un varón, y además con ciertas características (como la imagen de Einstein): un varón entrado en años, pelado o con los pelos despeinados, en un laboratorio, trabajando en cosas que nadie comprende, trabajando aislado. Se muestra poco la imagen de científicos y científicas en grupos colaborativos. 

La comunicación de la ciencia contribuye a presentar a la ciencia y la tecnología como un proceso que es inherentemente social y que necesita de mecanismos de participación ciudadana. Para poder romper con la imagen estereotipada de la ciencia, necesitamos que haya un vínculo fuerte con la sociedad y la única forma de hacerlo es mediante periodistas científicos y comunicadores de la ciencia.

¿Considerás que la Universidad y la ciencia deben tener injerencia en las problemáticas y necesidades de la comunidad en la que intervienen?

Es interesante hablar de qué es lo que pasa con la representación de las mujeres en la ciencia. En Argentina tenemos un 60% de investigadoras y, sin embargo, cuando miramos los puestos jerárquicos más altos, el porcentaje de mujeres es muy minoritario. La metáfora del techo de cristal sigue transcurriendo, nos cuesta romperlo, por ejemplo, si uno mira el CONICET, con un 60% de investigadoras, solo hay un 25% en cargos jerárquicos. 

A nivel global, según la UNESCO hay un 25% de mujeres trabajando en ciencia en todo el mundo. Eso es muy poco, y si bien en América Latina tenemos un 45% y estamos más cerca de la equidad, todavía no estamos sentadas en las mesas de decisiones y eso necesitamos que cambie. Un detalle tremendo es que la barbie que hablaba salió en la década del 90 y una de sus frases era “la clase de matemáticas es difícil”, entonces las chicas que crecieron en los 90 y consumían esa muñeca tenían una vocecita que en sus cabezas les decía que las matemáticas eran difíciles. Hay un estudio de 2017 que muestra que las niñas se autoperciben como menos capaces que los varones desde los seis años, es un dato tremendo que necesitamos revertir. Necesitamos visibilización, acciones propositivas y que se discuta. 

¿Te enfrentaste a algún prejuicio por la temática que investigás o por ser mujer?

Hace un par de años te hubiera dicho que no. Hoy te digo algo completamente diferente. Empecé a darme cuenta de las dificultades cuando fui mamá. Tuve -iba a decir la suerte, pero no-, tuve el derecho de tener un jardín maternal y eso fue un gran apoyo, me pude tomar la licencia por maternidad. Pero creo que todavía nos falta discutir licencias por paternidad obligatorias y equitativas, nos falta discutir sobre los cargos de cuidados, sobre la construcción de más jardines maternales, de las políticas de cuidados en la primera infancia. No puedo hablar por mi sola, tengo que hablar de lo que pasa a mi alrededor y los datos nos muestran una realidad: que a las mujeres se les complica más llegar a puestos altos en ciencia y tecnología. Que las mujeres y las niñas en el mundo tenemos menos probabilidad de ser educadas con orientación en ciencia y tecnología, y eso es algo que necesitamos modificar y uno de los primeros pasos es hablarlo y discutirlo, dejar de pensar que eso no es un problema, porque lo es.