Desde Santa Fe.

El concejal peronista de Rafaela Jorge Muriel fue el último testigo que declaró esta semana en el juicio por el martirio de Silvia Suppo. Salió de la sala del Tribunal Oral con los ojos brillosos, mientras lo recibía el aplauso de quienes escucharon su testimonio y el abrazo de Marina Destéfani, la hija de Silvia. En primera fila estaban Otilia Acuña, la infaltable madre de Plaza de Mayo, los compañeros de Suppo, entre ellos Graciela Rabellino, Ricardo Díaz y Alicia Bergero, familiares de desaparecidos y estudiantes de derecho.

Muriel recordó su amistad con los hermanos Reinaldo y Oscar Hattemer. Reinaldo fue secuestrado por un grupo de tareas el 25 de enero de 1977, en las puertas de la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, de Rafaela, en el casamiento de Oscar, que era su socio. Reinaldo está desaparecido desde entonces. “Fue un hecho que marcó a Rafaela”, “generó mucho terror, que era el fin que buscaban”.

“A Silvia la conocía de aquella época. Era amigo de su esposo Jorge Destéfani y conozco a sus hijos”, Marina y Andrés, desde niños. Y recordó cuando su familia y los Destéfani coincidieron en unas vacaciones en Hernandarias, Entre Ríos, donde Silvia les contó, a él y a su esposa, el ensañamiento del terrorismo de estado. “Su testimonio de las violaciones y el aborto era desgarrador. Nos impactó muchísimo. El relato de Silvia nos quedó muy vivo, porque una cosa es que lo cuente alguien y otra escucharlo de la propia persona que lo sufrió”, dijo Muriel. “Eso genera un compromiso de testimoniar para que esto no se repita nunca más, por eso estoy acá”.

-- ¿Cuando escuchó ese relato? –le preguntó el defensor oficial Julio Agnoli.

-- Hace exactamente 30 años atrás. Lo recuerdo por la edad de mi hija más chica, que estaba en la panza de la madre –contestó Muriel.

El fiscal Martín Suárez Faisal le preguntó entonces por esa charla. Si Silvia les dijo si había sido libre para elegir entre el aborto y el embarazo.

-- Claramente, no tuvo posibilidad de elegir –le contestó Muriel.

-- ¿Lo conoce o lo presume? –le planteó Agnoli.

-- Fue lo que nos dijo Silvia –insistió Muriel.

Después de la audiencia, Agnoli y el otro defensor privado, Alfonso Garrone, cruzaron comentarios sobre el testimonio de Muriel. La abogada querellante Lucila Puyol acomodaba sus papeles y la computadora, así que escuchó las ironías. Había otros funcionarios judiciales. “Mirá si te vas a acordar de una conversación de hace 30 años, una noche a la luz de la luna…”, dijo uno, entre risas.

El relato de Muriel fue muy claro y contundente, asoció el martirio y el aborto forzoso de Silvia con el embarazo de su esposa. ¿Cuándo ocurrió eso? “Hace exactamente 30 años”, que es la edad de su hija menor, fue su respuesta. 

Puyol no dejó pasar el tono de los defensores, se acercó a ellos y les dijo:

-- Patéticos.