La economía argentina cayó en el segundo trimestre un 4,2 por ciento en relación al mismo período del año pasado, afectada por el derrumbe de las exportaciones por la sequía del agro y la baja del consumo público, informó el Indec. Se trata del peor resultado desde el tercer trimestre de 2014. Los sectores más afectados por la caída de la actividad en el segundo trimestre fueron el agro, pesca, industria manufacturera, comercio y transporte y comunicaciones. En tanto, la comparación frente al primer trimestre arrojó una baja del 4 por ciento. En función del impacto de la crisis cambiaria y del redoblado ajuste fiscal, se espera que el tercer trimestre (julio-agosto-septiembre) tenga un resultado todavía peor. En los primeros seis meses, la economía registra una caída del 0,5 por ciento que se irá profundizando en los meses siguientes hasta llegar a una baja del 2,4 por ciento para fin de año, según las estimaciones que el propio oficialismo presentó junto al proyecto de Ley de Presupuesto 2019.

El segundo trimestre marca el comienzo de una profunda recesión económica cuyo final nadie todavía se anima a arriesgar. Hay factores coyunturales que motivaron la marcha atrás de la economía, como por ejemplo la fuerte sequía que recortó la cosecha de soja, principal motor de la generación de divisa, con impacto sobre el sector metalúrgico y químico. También la suba de tasas de interés de los Estados Unidos y las disputas comerciales globales complicaron el escenario internacional.

Sin embargo, estos factores se montaron sobre una serie de debilidades generadas o amplificadas por la gestión de Cambiemos, como por ejemplo la libertad total para la fuga de capitales, la apertura comercial y la eliminación de restricciones a la liquidación de divisas. La crisis cambiaria fue mal gestionada por el Banco Central y con el rescate pedido al FMI, la crisis se completó con una severa restricción fiscal impuesta en el acuerdo.

En la comparación interanual, el segundo trimestre arrojó una caída del 7,5 por ciento en las exportaciones, que se explica por el impacto de la sequía, que provocó una caída del 31,6 por ciento en el nivel de actividad del sector de agrícola-ganadero. En tanto, el consumo público muestra una merma del 2,1 por ciento por el repliegue general del Estado a partir del achicamiento del gasto. El consumo privado se mantuvo levemente por arriba en el interanual, aunque en relación al primer trimestre registra una caída del 1,1 por ciento. Es decir, la foto del consumo privado en el segundo trimestre fue apenas positiva, pero la película es negativa.

Una dinámica similar a la del consumo muestra la inversión privada. En el segundo trimestre mostró un crecimiento interanual del 3,1 por ciento a partir de la mejora del sector de la construcción y la compra de bienes de capital importados, mientras que cayó la adquisición de equipos de componente nacional. Sin embargo, si se la compara con el primer trimestre la inversión privada acusó recibo de la crisis, con una merma del 6,9.

Se espera que para el tercer trimestre la marcha de la actividad económica en general profundice su baja, a partir del mal desempeño del consumo privado y público y de la inversión privada. Una primera medida de esa proyección es la caída del 6,7 por ciento del estimador mensual de la actividad (EMAE) en el interanual de junio. El mayor deterioro económico se explica por el recorte de poder adquisitivo a partir de la aceleración inflacionaria, con impacto en las ventas en el mercado interno y, por consiguiente, en el empleo. Además, el compromiso de ajuste fiscal que reforzó el Gobierno ante el FMI comienza a tener impacto negativo sobre la obra pública, el componente que impulsó la recuperación en 2017.