“¿Quién come chorizo?” seguido de “A mí me gusta más la morcilla” seguido de “Y a mí... el chinchulín”. Transcurran donde transcurran -patios del fondo, oficinas, departamentos compartidos, viajes a Concordia o a París, saunas, cines, clínicas, sótanos equipados para bondage y hospitales públicos- Soy positivo, las columnas de Pablo Pérez publicadas en estas mismas páginas entre los años 2010 y 2013, son de un humor y una sencillez definitivos. Compilados ahora en el flamante libro Positivo. Crónicas con VIH (De Parado), estos textos duplican su potencia: la de un material originalmente pensado como “Consultorio fármaco-emocional” para personas que viven con VIH (y para las que no). Material que amén de formativo e informativo, siempre fue literario. 

Cada viernes, gratis con este suplemento, Pérez usó la primera persona para hablar de sí y hablar por el sí. El pretexto era mencionar el VIH y que en todos los casos, aunque la historia simule no habilitarlo, aparezca. A partir de anécdotas personales, peripecias ajenas, mensajes de lectores, romances, encuentros sexuales y turnos médicos, el autor de Un año sin amor (novelón que está cumpliendo 20 años) informó, discutió y simplificó. Pablo vive con VIH desde 1990 y tal como suele recordar, hacerse visible desde un primer momento lo transformó en escritor y en periodista. Su trabajo constituyó una muy valiosa pedagogía sobre VIH, sida y enfermedades de transmisión sexual. En muchas de las 87 columnas recopiladas, él debe reponer la centralidad de las hepatitis A, B y C y la sífilis (en “La hepatitis también existe” por ejemplo), a menudo ignoradas por los protagonistas de los relatos, “locas vociferantes” sólo enfocadas en “la peste rosa”.  

“La idea de juntar todas las crónicas en un libro fue mía. Están casi todas las que fueron publicadas salvo una o dos que eran demasiado coyunturales” cuenta el autor, feliz con el criterio editorial de no publicar las fechas de cada una: “Me gusta cómo quedó; como una secuencia y eso me recuerda justamente a Un año sin amor”. En el libro hay folletín, noticias y aventuras; para Pérez, son como “cuentitos que tienen la misma extensión, un poco obses”. En efecto, lo más positivo en Positivo es su lógica, porque lo que narran las primeras páginas (secreto, temor, closet del VIH y closet de la orientación sexual) va mutando hacia sexo grupal, ampliación de las prácticas y libertad de los cuerpos. Un “in crescendo” que aunque varíen los personajes, la edición tensiona como si dependiera de un único nudo. A saber, las parejas. No siempre son las mismas, claro, pero da la sensación que sí (los prejuicios, el modo de informarle el estatus de VIH al otro, tener sexo oral con o sin forro, transmisión o no del virus, estados de ánimo e ingreso de terceros o cuartos al lecho matrimonial). Lo poco concordante que sigue siendo ser serodiscordante. Aunque aparezca citado muchas veces el extinto sitio de encuentros Manhunt, estos escritos no correrán jamás el riesgo del anacronismo. Hay estructura. Por eso hay libro. 

La voz de Pérez configura un sujeto adorable: es suave y es leve. Sin tragedia. Él perdió a las personas más queridas y él ama dormir, por eso nunca le tuvo miedo a la muerte, como escribe. En “Amigos míos” asegura: “Hoy y siempre, lo más importante en mi vida son los amigos, poder hablar de todo y de nada, acompañarnos, ayudarnos y darnos ánimo cuando estamos mal, compartir un paseo, una comida, una fiesta. A veces me siento protegido, como si siempre que estuviera a punto de caer terminara salvado por una red. Estoy convencido de que esa red es la que vamos tejiendo en la amistad”. 

Positivo es el segundo lanzamiento en papel del sello De Parado, a cargo de Mariano Blatt y Fram Visconti. Concebida en principio sólo para libros electrónicos, la editorial produjo su primer proyecto impreso el año pasado: la novela Gualicho de Gael Policano Rossi, hoy agotada. La tapa de esta publicación presenta un sticker en forma de cruz rosa: “Estuvimos pegando los stickers a mano. Ese concepto también me gustó porque hay un poco de ADN del autor y de los editores en todas las tapas” apunta Pablo. 

Pastillas en los relatos y relatos en formato de pastillas. Pastillas sobre las pastillas. Un vademécum de lectura obligatoria para limosneros millonarios que disertan en el Senado nacional.