Si el punk argentino se estudiara en los colegios, la cara y el nombre de Juan Novoa debieran replicarse en fotos y reseñas biográficas de los manuales escolares. Sería ese tipo que no estuvo en ningún lugar en particular pero sí en muchos a la vez. Aunque cantó en la banda Clase 76, nació en 1978. Y en 1993, a los 15 años, salió a la cancha con la formación fundacional de Expulsados. Fue la primera escala de una larga trashumancia que devino en Romanticistas Shaolin’s, Zeta Road, Pelea de Gallos, Inseparables, la banda hardcore Aviones, un disco con el Chino Vera y hasta La Avispa Roll, proyecto con el que grabó veinte canciones de Ratones Paranoicos. Todo eso sin contar las numerosas veces que su voz fue invitada a shows o discos ajenos.

Su generación está llena de personalidades invadidas por “apellidos de casados”: Ciro de Attaque, el Mosca de 2 Minutos, Ricky de Flema, el Vala de Cadena. Nadie los nombraría ante desconocidos sin esas referencias. Él, sin embargo, logró algo que los demás debieran envidiar: llegó un punto en el que Juan Novoa se convirtió, simplemente, en Juan Novoa. Cualquiera que va con cierta regularidad a recitales punks –en Buenos Aires hay siempre y en cantidad– se lo suele cruzar de alguna u otra forma. Tal vez la marca propia, aquella que genera identidad y empatía, sea la de un tipo que siempre hizo lo que quiso. Así eso fuere tocar el bajo o la guitarra en algunas bandas, armar y desarmar las propias sin vergüenza ni nostalgia, acompañar a amigos en un escenario o en el estudio… o lanzarse a grabar quince discos con las canciones que le dan la gana. Éste último es el proyecto que domina su presente junto al dúo con la cantante Adri Bocona, que este año publicó el álbum Rock amor.

Novoa los llama “volúmenes”, saldrán vía Mala Difusión y reunirán un total de 150 canciones, a razón de diez por disco. “Habrá temas de grupos donde manejé la pelota, algunos nuevos que están saliendo y también un montón de versiones de Mal Momento, Fabiana Cantilo, Victoria Mil, Ramones o Paulina Rubio bajo mi estilo”, explica. El material está siendo grabado en Satured, el estudio de Federico Pertusi, quien desde hace varios años se viene revelando como un gran productor de obras ajenas que merodean el vecindario del punk rock. Cada disco de esa quincena se editará y presentará de manera progresiva. El primero, el 13 de octubre en Strummer Bar (Godoy Cruz 1631), donde Leo de Cecco de Attaque es el host y su compañero Luciano Scaglione el encargado de la cocina.

“Me alucina esta idea de la cantidad, como la época en la que se vendían CDs con discografías enteras en mp3”, justifica Novoa. Su idea, casi que inédita en la historia de la música universal, persigue también el objetivo de honrar su interesante obra pasada con los beneficios del presente: “Está bueno grabar esas canciones con mejor audio y experiencia, aunque también con el encanto de un sonido under”.

Junto a The Enders, su nuevo grupo de apoyo, Juan graba y también toca. “Son los músicos que me pueden acompañar”, dice Novoa, también caracterizado por su autogestión y militancia. “A veces salen shows en el interior donde tengo que viajar solo y entonces armo en el lugar una banda con chicos a los que les gusta lo que hago”, cuenta como ejemplo quien recorrió Argentina y también circuló por varios países de América latina.

Estos quince volúmenes le servirán además para hacer un buen inventario de una obra prolífica pero dispersa. Definida, según él, por un estilo “punk y romántico, a veces más hardcore, a veces versionista”. Y atravesadas por “pedacitos e influencias de la música”. Juan Novoa asegura que, en el fondo, busca “trabajar toda esa obra con la mayor independencia posible”. Y en ese camino, superarse. “¡Y ojo, que me quedaron cosas afuera!”, avisa. “A lo mejor después hacemos cinco volúmenes más, así despacho 200 temas… que es todo lo que tengo en la vida.”