“Se te nota mucho la militancia. Ojo que sos analista y tenes que ser neutral. Además, algunos colegas me preguntaron si eras torta”. Me dijo mi jefe cuando salimos del Congreso de Salud Mental porque había hablado sobre las familias diversas debido a que no están siendo demasiado pensadas por las instituciones psicoanalíticas y además para ir rompiendo con la idea tradicional que se tiene sobre familia. Más que nunca debemos estar contra la construcción de un discurso único.   

En cuanto me lo dijo no pude responder. No entendí lo que me estaba diciendo. A medida que avanzaba el día, incrementaba en mí una bronca interna y a la vez evolucionaba una claridad sobre lo que me había querido decir entre líneas, lo que había pretendido formular sin nombrar. 

Me pregunté si era militante. Si ser militante es poder habilitarse a hablar y denunciar los abusos de poder, marcar el machismo y hacernos de otro lugar como mujeres, soy “militante”. Ahora bien, en su discurso eso está asociado a una orientación sexual. ¿Qué relación hay entre el gusto sexual y el hacer uso de la palabra en pequeños espacios donde nos dejan agarrar un micrófono para que otrxs nos escuchen? 

¿Un/a analista no puede ser militante? “Ser militante” implica cierta exposición. ¿Sería por la exposición o sería por la militancia que este colega analista juzga? También me pregunto: ¿a un/a analista no se le puede notar cierta tendencia sexual? ¿Eso le hace menos analista? Además, ¿a qué se refiere con ser neutral? En su discurso pareciera que la neutralidad es heterosexual. Tenemos que ir sabiendo que la neutralidad no existe y que en todo caso es el/la analista quien decide abstenerse o no frente a algo. Neutralidad y abstinencia son dos cosas distintas. Como analistas es indispensable que nos abstengamos de nuestros prejuicios para intervenir, pero esto no hace que seamos neutrales al momento de aplicar la teoría a la clínica. 

Me lo dijo a solas en un consultorio y remarcó que me estaba “cuidando” de futuros comentarios de otrxs colegas. 

¿De qué tendrá miedo?, ¿me advierte por mí o por él que quedó fuera de discurso? ¿tendré que detenerme yo o será él, como muchos otrxs, que tendrán que aggiornarse y volver a leer y detenerse en repensar cómo ajustar el psicoanálisis a las nuevas subjetividades?

Si seguimos pensando de esta forma, no estamos a la altura de las circunstancias ni de la época, y tampoco estaríamos acompañando esta reorganización estructural social que estamos viviendo, donde hay un desaprender prejuicios y un despatologizar. Es la comunidad psicoanalítica gran parte responsable de poder estar a la altura, como lo hemos estado en otras épocas, porque somos lxs analistas quienes trabajamos con la palabra y desde la palabra. 

Que la violencia no nos enmudezca. Somos nosotrxs quienes tenemos y debemos estar más que atentxs a la violencia que puede llegar a ejercer el lenguaje para que no nos callen más y salgamos a hablar, a decir y fundamentalmente a escuchar. 

Natalia Neo Poblet: Psicoanalista.