¡Hola, deudólar! ¿Cómo va la ola? ¿Contando chirolas? ¿Haciendo la cola? ¿Golpeando la base de la cacerola? ¡La inflación asola, se corre la bola, y  si protestas te meten en gayola! Pero en la vitrola, el run-run embola, ¡Se escucha a Mauricio, en vez de Piazzolla!

Las crisis acecha, las cosas mal hechas, y el fondo sospecha, se enciende la mecha. Los ricos pelechan y al resto desechan, y a la clase obrera, del sistema echan. La cosa se estrecha, pierden las cosechas, Cristine despecha ¡Es taaaaan de derecha!

Disculpen las rimas algo infantiles, estimados deudólares y deudólaras. No es que me haya vuelto condescendiente, sino que quiero estar en línea con los tiempos que corren apenas más despacio que el dólar y el morrón y la harina que van tras él, aunque a veces  lo superan, y con creces en las Olimpíadas Inflacionarias que desde hace rato han hecho sede en nuestro bello y carísimo país.

Quiero ser fashion, estar en la main stream (¿o será “él”? ¡Ay, este inglés, que poco inclusivo a nivel lenguaje y lenguaja!) Jugar en la pole position, y si nuestros mauríficos gobernotarios han decidido tratarnos a todas como niños y a todos como niñas,  ¿quién soy yo para contradecirles? ¿Eh?

Si la deudora no estuviera convencida de lo que aquí se afirma, quiero recordarle que hace pocos días un ministro devenido subsecretario de Certezas (ex Cultura) durante la proyección de “¡Querida, encogí el gabinete!” afirmó el que mismísimo Sumo Maurífice y su secuaz Marquiavelo Desempeña, son como Tom y Jerry.

Así lo dijo nomás, horas antes de sufrir la jibarización presupuestaria. Podríamos decir, con perdón de quienes puedan sentirse afectados (no es nuestra intención), que lo del gabinete, y sobre todo ciertos presupuestos, han sufrido una verdadera circuncisión, a la antigua usanza (que no describiremos por una cuestión de buen gusto, pero los deudores curiosos y curiosas podrán averiguar si de verdad lo desean) para resumir, ¡fue a lo bestia!

Entonces, si la salud se achicó, el trabajo se achicó y el medio ambiente se achicó, solamente queda achicar lo que faltaba, para que todo sea armonioso, y tratar a la población como niñas y niños de pecho y pecha.

Honrando ese compromiso, para que no nos digan que ponemos palos verdes en la rueda, hicimos las rimas iniciales de esta nota.

Y ahora, continuamos:

Hace casi 50 años, el mundo era otro. La amenaza no era verde, era roja. Los poderosos tenían que dar golpes de Estado para imponer sus maldades públicas: muy poca gente hubiera votado para que le paguen menos, cierren las fábricas y aumente todo. Se discutían otras cosas. Acá, allá. Y más allá.

En 1971, para ser más precisos a mediados de septiembre,  se estrena en Italia una película cuyo título en castellano sigue siendo un hit en los torneos de Dígalo con Mímica de 50-ups: “La clase obrera va al paraíso”.

En esa película, dirigida por Elio Petri, Gian María Volonté interpreta a Lulu Massa (casualidad de apellido, no es a propósito), un sufrido operario fabril y febril, que para atornillar unas tuercas tienen que imaginar que con traseros femeninos. Aquella frase “una pezza, un culo” (una pieza, un culo) repetida por multitudes asombradas en tiempos de miradas diferentes en algunas cuestiones, enmarcaba un momento histórico en el que los avatares de la vida de un laburante podían dar lugar a una película, que además atravesaba el continente y llegaba a estas tierras. Tiempos aquellos.

Hoy la discusión es otra.

En Argentina nos preocupan más que nada los dinosaurios. Por eso han excavado media Patagonia a ver si encuentran alguno que con suerte se haya transformado en petróleo.

También nos preocupa sobremanera que haya educación sexual en los colegios. Multitudes de sedicentes padres y madres salieron a la calle en algunas provincias para reclamar que a sus hijos, y a los de sus vecinos, y a los de gente que no conocen, no se les enseñen conceptos que la Inquisición hubiera reprimido.

Ya que no pueden ascender socialmente, por lo menos que todos sufran un poquito, esta es la doctrina fashion que logró sentar al Sumo Maurifice en el mismísimo sillón  de Rivadavia. Y eso porque tuvo suerte que la Baring Brothers no incautó el sillón rivadaviano como parte de pago. Don Bernardino fue, podría decirse, nuestro Deudor Originario.

Volviendo a este presente tan pasado, mientras protestamos por causas dignas e inventamos épicas tal vez merecedoras de mejores causas, vamos pagando los intereses cada vez mayores de la deuda, el tiempo va pasando y tenemos algo para contarles a nuestros choznos, lo que sucederá mientras ellos vayan pagando los intereses de la deuda que Nico Baldío les supo conseguir

Ya que no los dejan más ser clase media quieren ser clase medieval, y quizás,  ahora sí, llegar al paraíso que el personaje de Volonté tenía vedado.

La seguimos en la próxima

@humoristarudy