La mayoría de las mujeres comienza a ser acosada en la vía pública a partir de los 12 años, algo que genera que tanto niñas como mujeres vivan con un nivel de “ansiedad sutil constante” por la peligrosidad de habitar el espacio público.

La psicóloga Gisela Cassouto, integrante de la Red de Psicológxs Feministas, explicó que este estado de alerta en el que viven las niñas y mujeres además atenta contra su propia autonomía. Además, advirtió que, en una encuesta realizada a mujeres de la provincia de Buenos Aires, el 100 por 100 reconoció que el agresor pertenecía al género masculino.

—¿Cuáles fueron los datos que obtuvieron a partir de la investigación sobre las consecuencias psíquicas y psicológicas del acoso callejero?

—Que las mujeres vivimos con un nivel de ansiedad sutil pero constante, con una pérdida de autonomía por la peligrosidad de habitar el espacio público. Las encuestadas señalaban que ahora que se habla del tema se sienten más acompañadas. Eso repercutía a nivel psíquico porque en las primeras experiencias muchas habían sido tomadas por sus familias como exageradas, locas y que no era para tanto. Otro punto fue que algunas en general veían un cambio social, a nivel de las mujeres. Y el tercer punto aludía a la restricción del espacio físico en relación al espacio psíquico. Si estás incómoda pero relajada, tenés un espacio físico disponible para pensar en lo que sea. En cambio, por más cómoda que estés, si estás en modo supervivencia a lo que pueda pasarte, no hay lugar para lo personal, y eso afecta para apropiarse del espacio público o de su vida personal.

—¿Hay registros de cuándo comienza a denominarse acoso al mal llamado piropo callejero?

—Se empieza a prestar atención cuando a fines de los 50, 60 las mujeres empiezan a tomar mayor espacio público por trabajar y estudiar. Al mover ciertas estructuras de poder y status quo de quienes debían ceder algo de su poder, empezaron a incomodar a esas mujeres. Una especie de venganza de los varones que, mediante el acoso, reafirman que el lugar de la mujer es el privado porque, al fin y al cabo, se trata de que no puedas acceder al espacio público con igual autonomía y libertad que un varón.

—Sin embargo, la mujer empieza a ser acosada en la calle desde muy temprana edad.

—Según los datos que relevamos, y lo que una conoce por habitar como mujer, el acoso empieza muchas veces antes de los 10 años. La gran mayoría antes de los 12 y algunos a los 14 o 15 años, pero ninguna dijo que empezaron a gritarle cuando tenía 23 años. La mirada lasciva, el bocinazo, los silbidos demarcan a la mujer desde que es una nena.

—¿A qué responde violentar de esa manera a una mujer desde la niñez?

—No solo hay una perversidad sobre el cuerpo de la mujer infantilizado o infantil sino que la cultura desde muy temprana edad va imponiendo sus cánones y estereotipos. Cuando se ve a una nena sola o con otras nenas hay comentarios que van marcando cuál es su lugar en la sociedad, que es el de objeto de consumo. No quiere decir que el varón piense todo eso cuando está acosando a esa nena, pero es lo que está por debajo, a partir de lecturas, casuística e investigaciones que hicimos.

—¿Cómo se responde desde una mirada profesional con perspectiva de género a quiénes dicen que decirle acoso al piropo callejero es una exageración?

—Todo reclamo por acceder a los mismos derechos por aquellos que no los tienen va a ser visto como un ataque, porque está en cuestionamiento el rol en sí del privilegiado. A nadie le es cómodo entenderse en ese lugar, ni cederlo. Es una falacia pensar que las cosas van a cambiar sin resistencia. Desde la psicología es revisar cómo es la constitución clásica de la masculinidad y de la feminidad, porque esa relación entre los géneros están mediadas social, histórica y culturalmente. No son naturales ni inmutables. Uno de los pilares de la masculinidad es la imposición de la voluntad por sobre los otros, y hasta que eso no se revise y puedan pensar a otras identidades en paridad, no va a cambiar nada. 

—¿Por qué es fundamental que desde el consultorio no se revictimice o banalice a alguien que viene con una situación traumática?

—Se trata de hacerse eco a las problemáticas que resuenan a nivel social, del cuestionamiento propio, el pensamiento crítico y la formación continua. El 90 por ciento de las personas que se acercan a la Red nos dicen que lo hacen “por malas experiencias anteriores”, como patologización de la identidad o juzgar por orientación sexual. Muchas veces se piensa que desde la Red (de Psicólogxs Feministas) solo trabajamos problemáticas o violencias de género, y no, es una perspectiva que atraviesa el abordaje a cualquier tema. Somos seres leídos socialmente en cuanto a nuestro género y por eso su influencia va a pesar en cualquier problemática.