Tenía 5 años, estaba culminando la etapa de preescolar para empezar primer grado. Hacía calor. Las mamás, los papás, los niñes corrían de un lugar a otro: el acto de fin de año estaba por empezar. El colegio estaba de fiesta. Menos yo que estaba disfrazada de ardilla. No era nada en contra de ese animalito que come nueces, yo simplemente deseaba ser un hada como mis compañeras.

Esa fue la primera vez que sentí un gran dolor en el alma, porque todo el mundo decía “Los nenes con los nenes y las nenas con las nenas”. Como si estuviéramos adentro de distintos frascos.  

Este relato resuena una y otra vez cuando me encuentro con niñes trans. Vivimos en un mundo donde “ser varón” y “ser mujer” se plantea como una verdad indiscutible. De a poco muchos de estos pensamientos se van deconstruyendo gracias  a la visibilidad y los aportes que  vemos en distintos ámbitos. 

Un nuevo paradigma está naciendo. El de las infancias trans que son escuchadas. He sido una de esas. Afortunada de haber sido  abrazada y acompañada, pero lamentablemente en  las biografías de muchas de mis compañeres aún se puede escuchar el relato de la expulsión, el rechazo, no solo familiar también instruccional que pone en complicidad ese binarismo que todo el tiempo nos tiende una trampa: ¿Qué es ser varón? ¿Qué es ser mujer? ¿Cuál es el modelo a imitar o a derrocar? 

El miércoles 3 de octubre se presenta La niña que no veían, de Gastón Rosa, que con el objetivo de generar contenidos para la diversidad infantil, realizó este libro que cuenta la historia de Martina, una niña que cuando nació, dadas sus características físicas todos pensaban que era un niño, por eso lo llamaron Martín y lo trataron como tal. Pero en realidad, Martina fue una niña desde siempre.

El narrador de este cuento refleja lo que esta niña va sintiendo y lo va relatado a través de distintas situaciones. Por ejemplo, en un momento el profesor de gimnasia pone a Martina con los varones y ella cree que lo hace porque es ágil y le gusta correr. Luego, su tía le trae autitos de regalo, cosa que le gusta pero se queja porque también le gustaría que le regale otro tipo de juguetes. Va a un cumpleaños y hay un baúl de disfraces donde ella se pone un vestido y alguien por ahí se ríe. Finalmente llega el conflicto: quiere jugar a la mancha en la plaza y las otras niñas no la dejan. Le dicen que vaya a jugar con los niños. Recién en este momento el lector se entera de que Martina aún no se llamaba Martina.

Una preciosa publicación, amorosa de trazos finos y colores cálidos con ilustraciones a cargo de Fabricio Berti que invita a reflexionar, respetar, cuestionar y celebrar abriendo los sentidos a la diversidad. Este libro no sólo cuenta una historia sino también visibiliza la de muchas infancias trans que tienen derecho a ser elles mismas. Como dijo el Subcomandante Marcos: “Yo soy como soy y tú eres como eres; construyamos un mundo donde yo pueda ser sin dejar de ser yo. Donde tú puedas ser sin dejar de ser tú, y donde ni yo ni tú obliguemos al otro a ser como yo o como tú”.

Es importante que comprendamos que las infancias trans que no son escuchadas son infancias que no se pueden desarrollar de una manera feliz. Empecemos a ver a les niñes como personas que van evolucionando y pudiendo contar quiénes son en base a lo que van sintiendo.

La niña que no veían se presenta el miércoles 3 de octubre a las 19 en el Centro Cultural de España en Buenos Aires, Paraná 1159.

Gastón Rosa