Desde Londres 

El líder del laborismo, Jeremy Corbyn, cumplió con su promesa. En el cierre ayer del congreso anual del Partido, Corbyn se pronunció a favor de un nuevo referendo sobre el acuerdo que logre el Partido Conservador con la Unión Europea (UE) luego de que los miembros de su partido votaran el martes por abrumadora mayoría a favor de esta política. 

Los medios habían mostrado escepticismo cuando al comienzo del congreso el líder laborista dijo que seguiría la voz del partido, pero este miércoles, en medio de toda la especulación febril que rodea al Brexit, Corbyn fue inequívoco. “Estamos en contra del actual acuerdo Chequers que propone el gobierno. Y en contra de salir de la Unión Europea sin acuerdo, lo que sería un desastre. Si el parlamento rechaza el acuerdo a que llegue May, presionaremos por una nueva elección para que haya un gobierno que pueda llegar a un acuerdo que proteja nuestra economía. Si no se convoca a elecciones, todas las opciones están sobre la mesa”, dijo Corbyn. 

Esta nueva estrategia del principal partido de oposición cambia la ecuación política del Brexit. Con un gobierno en minoría parlamentaria, sostenido por el partido más reaccionario de la Cámara (Unionistas de Irlanda del Norte) y una fuerte rebelión interna conservadora, la primer ministro Theresa May necesita el apoyo de toda la oposición para su plan “Chequers”.

El anzuelo de May tenía algo de “bullying” binario: su plan o la nada de un “Hard Brexit” (separación sin acuerdo con la UE). Esta táctica está haciendo agua por todos lados. Hasta hace una semana Corbyn prefería evitar el tema de un segundo referendo. En su discurso, forzado o persuadido por sus propias bases, dejó en claro que una nueva consulta popular es parte central de la estrategia partidaria. 

El líder laborista evitó la polémica sobre los términos de este segundo referendo. Las bases partidarias, y en especial su poderosa ala juvenil, quieren que la opción de la consulta popular sea entre el acuerdo que negocie May (o la falta de acuerdo) y seguir en la Unión Europea. Corbyn y una buena parte de la plana mayor laborista prefiere que la opción sea entre lo que traiga May de Bruselas y un mandato específico del parlamento para que la primer ministro May negocie nuevamente con la UE. 

La diferencia es sutil, pero significativa al interior del laborismo. En el norte industrial los votantes laboristas se inclinaron 70-30 a favor de la salida de la UE. El gran peligro de una nueva consulta popular que incluya como alternativa la permanencia en el bloque europeo es perder esos votantes que podrían terminar en los brazos de la ultra derecha xenofóbica. Por otro lado, según nuevas encuestas, más de 100 comunidades que votaron a favor del Brexit, hoy votarían en contra. 

El discurso del líder laborista, transmitido en directo por la BBC, duró aproximadamente una hora. La atención mediática se centró en el Brexit, reflejo del peso que tiene la negociación con la UE que hace subir o bajar la libra con la mera declaración de algún encumbrado dirigente sobre las posibilidades de acuerdo. Pero Corbyn dejó en claro que tiene un nuevo programa para el laborismo, la fuerza socialdemócrata con más afiliados en toda Europa (casi 600 mil miembros).

Corbyn recordó la crisis de 2008 como un ejemplo de la gran debacle del actual modelo financiero - económico, reivindicó una política “verde” y condenó el funcionamiento de las grandes compañías de gas, agua o trenes. En el caso del agua, no solo propuso la nacionalización sino que sugirió que un tríptico de trabajadores, consumidores y concejales se hicieran cargo del manejo estratégico de la compañía.

La ovación de pie que recibió Corbyn al final de su discurso con cantos de “Oh Jeremy Cooorbyn”, nuevo himno partidario, forma parte de la fe que tienen los laboristas de que ha llegado la hora de un nuevo discurso socialista que haga frente a Trump y las variantes racistas europeas, encarnadas por Hungría o Italia y hasta Suecia. Este programa laborista, fundamental en la elección de 2017, tiene cada vez más sustancia. Las propuestas más radicales, impensables en la era pre-Corbyn, son la representación sindical en el directorio de las compañías, la participación de la fuerza laboral en un 10 por ciento de las ganancias de las grandes empresas y programas municipales que den preferencias a compañías locales antes que a multinacionales para sus proyectos de inversión.