Sin acto protocolar ni discurso inaugural pero en un clima de alta tensión, ayer asumió Carlos Rosenkrantz la presidencia de la Corte Suprema en reemplazo de Ricardo Lorenzetti, que tuvo que dejar ese cargo después de once años por decisión de una mayoría de sus propios pares, que decidieron cortar su último mandato. Mañana será la primera reunión plenaria de los supremos con esta nueva distribución del poder, donde parece perfilarse un grupo de tres (el propio Rosenkrantz, Horacio Rosatti y Elena Highton de Nolasco) con capacidad de marcar el pulso de las decisiones entre los cinco integrantes. En las próximas semanas se irá descifrando el rumbo de algunas grandes cuestiones: fallos pendientes (como los que afectan a los jubilados), la revisión del organigrama interno del tribunal, la suerte del aparato de comunicación que tenía su epicentro en el Centro de Información Judicial (CIJ) y ahora está prácticamente desmantelado, la administración general y el futuro de la dirección que maneja las escuchas telefónicas e interviene en investigaciones a pedido de jueces de Comodoro Py. Todo está en fase de redefinición.

Rosenkrantz llegó al Palacio de Justicia caminando por la calle Uruguay, y como era cantado había fotógrafos haciendo guardia para retratar su entrada triunfal. Fue una situación infrecuente, porque el supremo designado por Mauricio Macri es poco afecto a la exposición, quizá porque conoce bien la mecánica de los grandes medios desde los tiempos en que su estudio los asesoraba, como al grupo Clarín. En el alto tribunal no se estila hacer un acto de asunción o pase de mando: el antiguo “besamanos” quedó erradicado hace años, con la gestión de Lorenzetti. Al final del día, de todos modos, sorprendió la aparición de una foto en el CIJ con el anuncio de la nueva presidencia. Es una imagen en la que se ve a Rosenkrantz, sonriente y distendido, con una un grupo de colaboradores pero ningún otro supremo.  Quizá, especulan en tribunales, muestre algo de su impronta cuando haga algún discurso público. Todo indica que eso ocurrirá la semana que viene (a menos que Rosenkrantz decida comunicar algo antes). El 8 de octubre está prevista la apertura del “J20”, que congregará a presidentes de cortes supremas de los países que integran el G20 y es altamente probable que allí el nuevo titular de la Corte se encargue de la bienvenida. Originalmente, estaba anunciado un discurso de Lorenzetti. Quizá quede para el cierre, aunque no está descartado que lo haga Highton, que sigue en el lugar de vicepresidenta.

Highton fue número dos mientras Lorenzetti presidió el tribunal. Sin embargo, el voto de ella resultó decisivo en su desplazamiento, y es lo que explica que hoy estén enemistados. La semana pasada un fallo basado en razones técnicas que lleva las firmas de todos, las ratifica en el cargo aunque haya pasado los 75 años, edad jubilatoria que prevé la Constitución. En la nueva ingeniería suprema, el nombre de la hija de la jueza, “Elenita”, vuelve a sonar fuerte para un cargo jerárquico, quizá en una secretaría multifunción, como existió en otro tiempo como apoyo a la presidencia. Elenita Nolasco tiene hoy a cargo una secretaria de relaciones del consumo –que le concedió, paradójicamente Lorenzetti cuando ganó Cambiemos las elecciones presidenciales– controvertida porque no tiene muchos casos. La nueva gestión también puso la lupa en la Secretaría Ambiental, creada por el ex titular supremo ya que es una de sus especialidades. Allí había sido designada la esposa del juez federal Ariel Lijo, Magalí Mazzuca. La revisión de la organización interna, que tienen en mente Rosenkrantz y sus aliados incluye esas áreas pero también otras cruciales como la Administración general y la Dirección de Asistencia Judicial en Delitos Complejos y Crimen Organizado, que incluye el aparato de escuchas. Ambas dependencias, por razones variadas, implican fuertes focos de manejo del poder en la Corte y hacia el Poder Judicial. No está clara aún la permanencia de Daniel Marchi –hombre de absoluta confianza de Lorenzetti– como administrador, pero es probable que Ronsenkrantz busque tener sus funcionarios de confianza. La semana pasada le titular saliente exhibió un informe de gestión donde asegura que generó un superávit de 26 mil millones de pesos para el tribunal, destinados a un fondo anticíclico, pero muchos le recriminan no haber utilizado dinero para mejorar el funcionamiento judicial.

La cuestión de la oficina de escuchas encarna un problema de alta complejidad, porque ha sido base de la relación con Comodoro Py y elemento de presión permanente sobre el mundo de la política también. Esa dependencia, conocida como Dajudeco, intercepta comunicaciones e investiga. Aún es un enigma su destino: es un problema para la Corte pero es una herramienta de donación. El nuevo presidente no parece proclive a mantener una relación cercana con los jueces federales, a quienes no invitó a su jura, igual que su par Horacio Rosatti, también designado por Macri. Sin embargo, Rosenkrantz sí tiene sintonía con el gobierno nacional, e interlocutores directos en la mesa chica de Macri, y todo hace suponer que Comodoro Py se terreno fértil para una mayor injerencia del Poder Ejecutivo, que de hecho pone y saca jueces de lugares estratégicos a piacere.  

Otro de los asuntos que aguardan definición es qué pasará con el Centro de Información Judicial (CIJ), el portal de noticias de la Corte que suele publicar, además, fallos de distintos tribunales. Si bien es conocido que el CIJ tuvo en especial los últimos años un manejo sesgado de la información, una selección de las publicación y que funcionó como vidriera de la actividad de Lorenzetti, desde su creación hace una década tuvo un función importante en dar a publicidad las decisiones, que otro tiempo estuvieron signadas por el secreto, y tender un puente entre  el Poder Judicial y la sociedad. En esta nueva etapa, aún no es claro qué manejo comunicacional está previsto. Por lo pronto, el CIJ quedó desarticulado, y sus pilares, María Bourdin y Pablo Méndez, fueron trasladados a la vocalía de Lorenzetti, mientras el resto del equipo fue reubicado en otras dependencias, como la Biblioteca y la Morgue.

El trío que desplazó a Lorenzetti, le enrostró entre otras cuestiones su manejo especulativo de la agenda y la demora en algunas sentencias sensibles, lo que hace suponer que antes de fin de año podrían comenzar a ser resueltos algunos de los expedientes más inquietantes para el Gobierno y con impacto social. Es posible que funcione una mayoría de tres, con cierta estabilidad, aunque Rosatti no comparte criterios en todos los temas con Rosenkrantz, como en muchos expedientes sobre derechos laborales, donde el nuevo presidente tiende a defender los intereses empresarios, algo coherente con su pasado como abogado de empresas. Rosatti quisiera revertir el fallo del 2x1 a favor de los genocidas, aunque él mismo lo firmó, pero en la agenda de Rosenkrantz lo parecería prioritaria la cuestión de los derechos humanos, aunque todo está bajo negociación si se trata de ir conformando mayoría. Entre los temas claves están los expedientes previsionales, donde se discute desde una demanda colectiva, el índice que se deba aplicar para el cálculo de haberes y la reforma previsional del año pasado que afectó a quienes no entraron en la reparación histórica. También hay varios DNU en revisión, como el que endureció las normas migratorias.