Las tarifas de gas, luz, agua y transporte siguen subiendo a ritmo de dos dígitos. La paridad cambiaria trepó 125 por ciento en lo que va del año y, si la conducción tuitera del Banco Central cumple lo prometido, avanzará 3 por ciento cada uno de los próximos meses. El aumento extraordinario de los servicios públicos y el fuerte ajuste del tipo de cambio han provocado un shock inflacionario. El ancla elegida por el equipo económico para moderarlo ha sido el salario. Otra vez, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, propone un diagnóstico que colisiona con la realidad, al informar al presidente Macri que la política monetaria de emisión cero será el ancla inflacionaria. No es así. El ancla principal elegida por la economía macrista es el salario, e igual no es suficiente para evitar el desborde porque los otros dos motores (tarifas y dólar) están girando a máximas revoluciones. 

El motivo del alza intensa en los precios no ha sido ni la emisión monetaria (la circulación de billetes en manos del público no registró variación desde agosto y aumentó apenas el 24 por ciento en lo que va del año) ni tampoco fue la dimensión del déficit fiscal (el desequilibrio primario de las cuentas públicas se redujo). La tasa de inflación que se proyecta cerca del 50 por ciento este año, con promesa de seguir en niveles elevados por la propia política oficial, fue impulsada por los tarifazos y el dolarazo, y no es aún más alta por el impactante ozairalas macrista. 

Castigo

Diferentes análisis de la evolución del salario real de los trabajadores en el sector privado calculan que la caída alcanzará del 12 al 16 por ciento, pero el salariazo al revés se ampliará a más del 20 por ciento a fin de año si no se habilita una inmediata reapertura de las paritarias con un aumento considerable. Semejante castigo –por la magnitud y velocidad– a los ingresos de los trabajadores tiene pocos antecedentes históricos en la economía argentina. Es necesario retroceder hasta 2002, cuando con el estallido de la convertibilidad, la prolongada recesión y la cesación de pagos de la deuda pública, el salario real a diciembre de ese año había caído 22 por ciento. El naufragio de la economía macrista ha hecho estragos en el ingreso de los trabajadores. 

Los pocos sindicatos que han empezado a reclamar la recomposición del salario porque lo acordado con las cámaras empresarias quedó desactualizado, lo hacen por cifras que igual no se acercarán a la tasa de inflación de este año. El alza del desempleo y el derrumbe de la actividad actúan como potentes disciplinadores de las exigencias gremiales. 

En estos meses de corrida cambiaria y acuerdo con el FMI, aparece en toda su dimensión el dilema perverso que planteó en las primeras semanas del gobierno de Macri el entonces ministro de Economía, Alfonso Prat-Gay: los trabajadores tendrán que elegir entre mantener el empleo o mejorar el salario. Se trata de la estrategia de gobernar en base al miedo, que postula, como explicó el escritor y economista español José Luis Sampedro, que si a la población se la amenaza con que será degollada y luego no se la degüella, pero se la explota, se la engancha a un carro y se la hace caminar kilómetros descalza en un camino de ripio, ellos pensarán aliviados que, bueno, al menos no fueron degollados.

Presidencias

El Mirador de la Actualidad del Trabajo y la Economía, liderado por el economista rosarino Sergio Arelovich, difundió en su cuenta de Twitter un cuadro ilustrativo acerca de la evolución del salario real en cada presidencia desde 2003. El estudio fue realizado en pesos constantes de agosto de 2018, con datos del ex Ministerio de Trabajo (salarios) y el IPC 9 provincias, IPC CABA e IPC Indec (precios), y el resultado fue el siguiente:

  • Néstor Kirchner (2003-2007): el crecimiento del salario real (34 por ciento al final del mandato) implicó una ganancia acumulada de 258 mil pesos promedio por trabajador.
  • CFK (2007-2011): los salarios crecieron un 23 por ciento por encima de la inflación en ese período. La ganancia acumulada promedio de cada trabajador fue de 143 mil pesos.
  • CFK (2011-2015): la carrera entre precios y salarios en ese período fue más reñida. El saldo acumulado fue favorable al trabajador por 29 mil pesos.
  • Mauricio Macri (desde diciembre 2015 hasta agosto 2018): La mayor inflación y la presión oficial de limitar las paritarias redujeron el salario real 8,5 por ciento. Cada trabajador ya perdió 80 mil pesos en promedio.

La pérdida hasta fin de año será mayor porque la inflación se ha acelerado en septiembre que, sin magia estadística macrista, se anotó arriba del 7 por ciento, con un octubre que también apunta a un índice muy elevado. El poder de compra del salario está retrocediendo a velocidad para ubicarse, si se mantiene la actual tendencia, en el mismo nivel de diciembre de 2007, cuando asumió CFK. En esa instancia, la caída sería del 20 por ciento en términos reales.

Tormenta

Se presupone que la crisis no castiga a todos por igual ni que la inflación afecta de la misma manera a los diferentes estratos sociales. En otro reporte del Mirador ese comportamiento es precisado con números, indicando que las clases alta y media alta (22 por ciento de la población) incrementaron el consumo 2 por ciento en julio pasado respecto al mismo mes de 2017, mientras que la clase más baja (17 por ciento), al límite de la subsistencia y por la vigencia de programas asistenciales, redujo el consumo uno por ciento. El sector más afectado fue la clase baja superior (33 por ciento), típicamente asalariados de medianos y bajos ingresos, que disminuyó el consumo un 10 por ciento. Los aumentos en alimentos en agosto, en septiembre y en este mes profundizarán ese escenario negativo, con mayor impacto en los sectores sociales más vulnerables.

Otro cálculo interesante que realizó ese grupo de economistas fue dimensionar el monto del pago de intereses de deuda pública (Tesoro y Banco Central) en relación con el salario promedio. En 2018, el desembolso de millonarios recursos públicos destinado a especuladores locales e internacionales de bonos argentinos será equivalente al salario promedio anual de 2,3 millones de trabajadores registrados del sector privado. Al compararlo con lo que representaba en 2015 (1,2 millón), surge que, en el gobierno de Mauricio Macri, el incremento del giro de fondos públicos por el endeudamiento es equivalente al ingreso promedio anual de más de 1,1 millón de trabajadores. 

“La destrucción de la industria y el reemplazo de empleo de calidad por empleo precario y de bajo costo no es consecuencia de una tormenta, forma parte estructural del plan económico del macrismo”, afirman los economistas del Mirador. La apertura importadora, la caída del consumo interno, el incremento de los costos de energía y transporte y las altas tasas de interés que favorecen la especulación, provocaron la pérdida de 93.200 empleos industriales hasta julio de 2018, según información de la devaluada Secretaría de Trabajo. La industria está operando al 60 por ciento de la capacidad instalada, que implica una caída interanual del 7,7 por ciento. En julio 2018, diez de doce ramas industriales cayeron hasta mínimos históricos. Este descenso se corresponde con un mayor desempleo industrial, que ha crecido en 31 de los 32 meses del gobierno de Macri.

Recesión

El Centro de Capacitación y Estudios sobre Trabajo y Desarrollo-Universidad Nacional de San Martín ha identificado un comportamiento del mercado laboral que resulta ilustrativo de ese veloz proceso de desindustrialización. En junio pasado verificó un “hecho histórico”, así lo definieron, porque por “primera vez el comercio concentró un número mayor de trabajadores registrados que la industria”. Otro dato que refleja el deterioro de la situación sociolaboral es que no ha habido aumento del empleo privado registrado. 

Los jubilados, luego del asalto a sus ingresos con la modificación de la movilidad y con la reducción de derechos, y los trabajadores en general, con especial encono hacia los docentes y los empleados estatales, son la principal variable de ajuste de la economía macrista tutelada por el Fondo Monetario Internacional. 

El derrumbe del salario real, con una política monetaria disparatada de emisión cero, que fue archivada a nivel mundial en la década del ‘70 por ineficaz, profundizará la recesión. La disminución del poder adquisitivo no sólo afecta la calidad de vida de los trabajadores, sino que también genera el derrumbe de la producción de empresas que dependen de la evolución de consumo interno. Esas firmas, además, están padeciendo el crujir de la cadena de pagos, la suba de costos fijos por los sucesivos aumentos de las tarifas (luz, gas y agua) y del combustible, y la imposibilidad de financiar el capital de trabajo con tasas de interés elevadísimas. 

El tarifazo está estrechando la cantidad del dinero disponible del presupuesto de las familias y el gobierno no tiene la mínima intención de detenerlo. Por el contrario, lo reafirma con la decisión extraviada de obligar a los usuarios a pagar a las gasíferas una compensación por la devaluación en 24 cuotas.

El círculo vicioso del deterioro económico y sociolaboral está así lanzado a un vértigo perturbador. El salario real retrocede a una velocidad pocas veces registrado, el mercado interno entonces esta deprimido y las empresas quedan ahogadas con una política económica recesiva, lo que las limita para recomponer el ingreso de los trabajadores. La economía macrista va camino de ese modo a consolidar un impactante ozairalas.

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