Desde que se inició la crisis cambiaria, el Gobierno apostó a superar la situación sobre la base de señales dirigidas exclusivamente hacia el sector financiero. Pero estas señales no le alcanzaron a los operadores financieros y así es que el FMI volvió a encorsetar a la política económica argentina.

Esta reacción fallida de parte del gobierno llevó a un conjunto de acciones desarticuladas, mal implementadas y siempre tardías. Asistimos a una eclosión devaluatoria pocas veces vista, donde el peso perdió más de la mitad de su valor y se entregaron más de 15000 millones de dólares en operaciones de cambio. La inflación, en consecuencia, se aceleró superando cualquier marca que se haya visto en los últimos 15 años. Para quienes ya éramos industriales en los ochenta, la situación actual nos recuerda al año 1989, cuando tras la caída del Plan Primavera se produjo una suba de la tasa de interés previa al proceso de hiperinflación y se destruyó completamente la economía de las pymes, imposibilitadas de acceder a créditos y con dinero que circulaba de manera limitada y en efectivo. Parece que la crisis vuelve repetirse o por lo menos se acerca mucho a ese contexto.

Las actuales políticas tendientes a controlar la crisis cambiaria mediante una suba de la tasa de interés a valores astronómicos (72 por ciento hasta el viernes) implica para las pymes un estrangulamiento de la cadena de pagos, dado que en general se paga entre los 60 y los 120 días sin poder trasladar los costos de financiamiento a un mercado ya deprimido en medio de la baja del consumo más fuerte de los últimos años, con una fuerte caída del salario real y un incremento marcado del desempleo.

Entonces, esas señales que no convencieron al mundo de las finanzas se convirtieron en un mensaje contundente y negro para los actores de la producción y el empleo. No solo es mala la situación presente, sino que existe un fuerte consenso sobre que lo peor aún está por venir.

En este contexto, los empresarios pymes nos encontramos en un tobogán del cual no podemos escapar. Las ventas en caída incrementan de forma empinada a los costos fijos. Las altas tasas se comen nuestro capital de trabajo. Las inversiones realizadas quedan frustradas y toda iniciativa queda cancelada. La cadena de valor se convirtió en un terreno de tensiones y conflictos entre proveedores y clientes donde los más grandes descargan sus costos financieros sobre los más chicos.

Quien crea que, en este contexto de desarticulación, costos financieros prohibitivos y desconcierto un tipo de cambio más alto, puede estimular la puesta en marcha de nuevos proyectos de exportación, desconoce lo más elemental del ciclo de negocios y de la gestión empresarial.

Las pymes necesitamos que de forma urgente se abran líneas de financiamiento diferencial, que permitan normalizar la cadena de pagos. Necesitamos que la AFIP revierta su postura amenazante e incomprensiva frente a obligaciones que las pymes no pueden cumplir en tiempo y forma por condiciones ajenas a sus decisiones y sectores. Necesitamos que la administración del comercio exterior sea más activa para facilitar las ventas externas y aplicar un esquema bien selectivo para las importaciones en un mundo que atraviesa una fuerte guerra comercial.

Y todo esto no solo hay que hacerlo por las pymes sino también en defensa de los sistemas productivos sectoriales y regionales. Y, en especial, en defensa del empleo. En estos últimos tres años, la industria perdió más de 90 mil puestos de trabajo. Sin pequeñas y medianas empresas funcionando no hay fuentes de trabajo.

En definitiva, los argentinos no necesitamos enamorarnos de ninguna autoridad del FMI. Lo que necesitamos es que nuestros dirigentes políticos actúen con un poco más de consideración y afecto para quienes generamos riqueza, pagamos impuestos y generamos oportunidades genuinas de empleo. Es tiempo de reconocer que el rumbo ha sido errado y evitar profundizar el daño. El foco ahora debe estar en acortar los tiempos de esta crisis. Un primer paso, será cambiar de una forma contundente y definitiva los destinatarios de las señales de política económica. Es hora de poner en el centro a la producción y al empleo, a los empresarios y a los trabajadores argentinos, y desde ahí reequilibrar la relación entre el sector privado y el sector público y comenzar a reensamblar nuestro sistema económico.

* Empresario pyme. Secretario General de Camima y miembro de CGERA.