Hay días, pocos días, en los cuales tengo que ir al centro. Y tener que ir al centro es para mí (y creo que en esto se me nota lo bonaerense) el preludio de un día cansador. No digo “mal día” porque sería exagerado, pero de la misma manera en que antes de vivir en mi querida Paternal, cuando vivía en mi amada Avellaneda, si tengo que ir al centro me predispongo mal. Pero ahora tengo un oasis, ahí, a dos cuadras de La Rosada.

Hace unos diez años más o menos que conozco a los hermanos Ronchetti, y hace la mitad que tocamos juntos en nuestra banda Analfabetos, y que somos grandes amigos. Hermanos, no “como”, sino hermanos a secas. Y ellos junto a Cachito, su padre, tienen una pizzería: El Chiste, a la vuelta del Nacional Buenos Aires, sobre la calle Moreno. Lo que tienen en realidad es “la pizzería”, porque la pizza de El Chiste no se puede creer, es perfecta (me ahorro las descripciones, pasen y prueben). Y es ahí donde, a determinada hora, me arrimo para un almuerzo tardío. Tardío porque la cosa recién afloja un poco a las tres de la tarde, antes es un hervidero de empleados de la AFIP y de empresas privadas de la zona. Pero el chiste del cual les voy a hablar es otro, bastante macabro en ideología, bastante acorde al gobierno actual y a estos tiempos que elegimos vivir los argentinos. Y la ironía es que el chiste ocurrió justamente en la pizzería El Chiste.

Eran las tres menos cuarto de la tarde, el local todavía estaba lleno y yo, sentado en un rincón, comía pizza y tomaba cerveza. Hacía bromas a los gritos con Sebastián y Leonardo que desde atrás del mostrador me daban la bola que les permitía el trabajo: casi ninguna.  Pero ellos me quieren y me dejan ser como soy: a veces insoportable. Me di cuenta de que la gente estaba apurada por pagar, no por esperar la comida: “Me cobran, me cobran”, decía la gente agitando una tarjetita en la mano. Y entonces presté atención justo cuando un tipo bastante joven que tenía el claro aspecto de ser un egresadito de universidad privada onda UADE dijo claramente: “cobrame 90 pesos y después te pido”. Miré buscando entender pero por supuesto Leonardo ya atendía otro llamado de delivery que no le dio tiempo a hacerme ni siquiera una seña. Como era lunes y los lunes ensayamos con la banda, yo me quedaba a esperar el cierre hasta las cinco de la tarde. Cuando pasó el malón y justamente quedaba el último cliente (el chico UADE), fue que se lo pregunté a Leo.

–¿Qué es este apuro por pagar que tiene la gente hoy?

–Ah, es por los tickets, les dan 100 pesos por día en una tarjeta, pero si no lo gastan antes de las tres de la tarde lo pierden.

–¿De verdad?

– De verdad. Y te digo más, aparte de no ser acumulable pueden usarlo solamente a tres cuadras a la redonda del lugar de trabajo

–Es un feudalismo electrónico, qué hijos de puta, lo único que falta es que las pizzerías alrededor de las empresas se las den a Calcaterra.

A todo esto, el chico UADE nos escuchaba con atención,  pero no hizo ni el atisbo de reírse. Ya me había parecido raro que pidiera que le cobrasen 90 pesos exactos y luego de la explicación de Leo (eso de que a las tres el saldo se hace cero) aparte de raro me pareció vigilante. ¿Por qué si no era acumulable no pedía que le cobrasen directamente cien y lo dejaba de propina o se lo dejaba a la pizzería cualquier cosa menos donárselo a este gobierno de mierda?

La cosa es que hoy la empresa de Restaurant Card que da la tarjeta magnética con los 100 pesos por día no acumulables y solamente válidos a tres cuadras a la redonda del lugar de trabajo (cualquier parecido con los vales que daba un señor feudal para ser gastados en sus propios almacenes es mera coincidencia), es la misma empresa que fuera Accord que daba los otros tickets, los que se timbeaban en las cuevas de cambio. Parte de una red de prostitución financiera que cortó de raíz el querido Néstor. ¿Recuerdan aquella época maldita? Se puso otra vez de moda, tranquilos. En eso pensaba y fue entonces que el chico UADE habló y sucedió el chiste en El Chiste, algo así como la puesta en abismo de un chiste, si quiero buscarle el lado intelectual

–Es una manera de controlar que no haya abusos –dijo el chico UADE

–¿Qué abuso puede haber si comés a tres cuadras y media de tu lugar de trabajo? –le pregunté y ya quedaba más que claro que este pibito era más Pro que Ricky Vainilla.

–Justamente, le acaban de sacar el beneficio a un compañero de trabajo. Se pidió licencia por examen y resulta que gastó la plata para comer, y no estaba trabajando. ¿Eso cómo se llama?

–¿Almuerzo? –pregunté tímido de que le resultara ofensivo.

–No, abuso –dijo el chico UADE–, los cien pesos son para comer en el trabajo.

  –Ah, digo yo. ¿Y sabés si la plata que no usás se la acreditan igual a la empresa? ¿O si se quedan con los 10 pesos que tendrían que darte a vos de vuelto?

–Eso no lo sé, pero es hora de poner las cosas en su lugar.

Me quedé callado, tampoco era cosa de espantarle clientes a mis amigos. Me puse a pensar en esto de poner las cosas en su lugar y me imaginé que el día en que eso suceda deberían darle uniforme a toda la gente que como este pibe vigilantean de onda nomás a sus compañeros de trabajo. Me puse serio: me puse mal. ¿Qué nos pasa a los Argentinos? Las cosas estaban en su lugar. ¿No se dan cuenta del enorme desorden de este gobierno? ¿No se dan cuenta de que no le ponen este supuesto beneficio en el recibo de sueldo porque tratan al trabajador de la peor manera posible? Dan limosna, no beneficio. Conozco una persona que lleva en el auto barritas de cereal, es una persona muy buena pero cuando un pibe le pide plata le da barrita de cereal. Es tremendo, le dije yo, dales plata o no le des nada. Pero si se van a drogar, dice ella. Que hagan lo que quieran con la plata, un ser humano que se droga sigue siendo un ser humano, si le das lo que vos pensás que necesita deja de ser un ser humano, es peor que estar drogado. Ella no lo entiende así, más vale, es de otra clase social.

Elegir nos hace humanos, y cuando hay trabajo y hay cierta seguridad social podemos elegir, podemos decir, “cobré el plan del gobierno, mejor hoy sábado me quedo en casa con mis hijos, no voy a trabajar”. “No voy a trabajar”, que lo diga un hombre pobre es algo hermoso. ¿No pueden ver la belleza? No pueden ver nada. Me imaginé al compañero del chico UADE, el que cometió el tremendo acto de corrupción de comprarse dos empanadas y una lata de coca cuando estaba por licencia de examen. Y supuse que este gobierno sería capaz de solucionar este abuso: sacaría las licencias por examen y listo. El pobre cuanto más pobre: mejor; el desesperado cuanto más desesperado: mejor. Así no se quedan los domingos en la casa y manejan los taxis que necesitamos y vienen al country a limpiarnos los inodoros y a cortarnos el pasto y a hacer las tareas que son tan ingratas de hacer.

Finalmente mientras cerrábamos la pizzería les dije todo esto a Leonardo y a Sebastián. Sebastián me miró con esa cara de tristeza que solo él sabe poner y me dijo:

–¿Sabés cuál es el otro chiste?

–No, decime.

–Menos mal que les dan esos 100 pesos, porque al menos laburamos un poco.

–Hijos de puta –dije.

–Hijos de puta –dijo Sebastián.