El punto de partida de Sálvense los huérfanos es una figura usada por diversas mitologías desde Caín y Abel: la de los hermanos gemelos y enemigos. La obra de Emilio Zinerón tampoco deja de lado elementos siempre presentes en estas rivalidades fraternas clásicas que frecuentemente terminan en fratricidio: el deseo mimético que se manifiesta en imitación y deseo de ser el otro, la pelea por el mismo objeto de deseo –ya sea el amor de los padres o de una mujer, bienes materiales o el poder político– y por supuesto el consecuente homoerotismo. La sólida dramaturgia de Zinerón se nutre de estos y otros contenidos –hipertextos que van desde Cocteau a La guerra de las Galaxias– para narrar una ambigua relación entre dos hermanos asesinos, Guillermo (Darío Cortés) y Dieguito (Mariano Reynaga) que se admiran y se odian alternativamente. La historia se sitúa en el contexto de un mundo dividido en dos que si bien emula con un muro surrealista la Alemania de la Guerra Fría puede extrapolarse tanto al presente argentino, el terrorismo contemporáneo, el neocapitalismo o a los universos distópicos y apocalípticos de la ciencia ficción clásica. Los cambios experimentados por los hermanos (que merced a la interpretación por momentos convencen de que son gemelos) les permiten a los dúctiles Cortés y Reynada lucirse actoralmente y pasar por estados como el encono viril, la debilidad y la tensión erótica (el incesto está latente en muchas escenas). En particular Cortés cuyo papel ofrece variadas matices desde un psicópata criminal pasando por un monólogo conmovedor en donde se pueden hurgar las razones de su comportamiento. Y Reynaga transitando el camino que va desde Abel hasta Caín. Y como una resignificación de Psicosis o de Cocteau, las figuras terribles de la madre y del padre proyectan sus sombras (en videos interpretados por Graciela Stefani y Mario Moscoso) desde el ominoso pasado hacia el no menos turbulento presente.

Sábados a las 19.30, en el Teatro 

El Grito, Costa Rica 5459.