Ella escribe con la voz. El descifra sus ideas como si se tratara de un oráculo, una piedra preciosa a la que hay que saber guiar para no perder su resplandor. Ella, Valeria, escribe para la televisión y hace de esa tarea una manera de develar el mundo, de incidir sobre lo real y también de delatar a su entorno. 

Usar a las personas que una escritora conoce como materia de su obra puede ser una estrategia cargada de traición. No faltará un hijo que señale el rol utilitario que cumple en la  vida de su madre, como si escribir implicara actuar como un ser desalmado que mira a los demás igual que un científico que explora y selecciona. 

Clasificar a las personas y vengarse es una tarea a la que Valeria se entrega mientras atraviesa su propia agonía. Un camino hacia la muerte que le gana a las predicciones de lxs médicxs. En ese tiempo todo aparenta volverse irreal y la única existencia concisa parece ser la suya.

Javier Daulte vuelve a indagar en las maquinarias fantásticas pero esta vez está anclado en la instrumentalidad de la escritura. La pócima de la eternidad es la trama de la tira que escribe Valeria, escondida en el seudónimo de Marcelo Miró. Ella es una mujer sin fama para ese público que la convierte en exitosa al prenderse cada noche a sus ficciones. Elige borrarse detrás de un nombre masculino y depender de otro hombre para que le escriba los diálogos que ella expresa en un rapto de inspiración, sacudida por su propia experiencia. Ese gesto de ver y escuchar al otro y tomar nota funciona como una actitud predadora del escritor con el entorno, una idea que convierte tanto a Valeria como a Percy, su asistente, en espectadorxs de la escena. Pero Percy logra tener una vida encendida. Va de su esposa a su amante y atora de ilusiones la mansedumbre gris de Valeria, el tiempo que le queda antes del estropajo que la enfermedad hará con ella.

María Onetto es alguien que se mueve entre las emociones con un dominio tan técnico como sensible. Puede hacer lo que quiera con Valeria o, más precisamente, Daulte la elige porque sabe que Onetto continuará su dramaturgia con esos cambios impensados en el estado de ánimo que son un mapa de la tempestad que habita la imaginación de  Valeria. Tirar esa interioridad a los lobos de sus personajes como si fuera carne que pidiera ser despedazada en el momento de escribir. Porque sus historias son espectáculo y entretenimiento, producción industrial que genera una cadena de trabajo donde cada integrante pelea por su trozo de protagonismo. 

En su calidad de dobles, de personas que participan de la factoría televisiva pero que, a la vez, se involucran como personajes, estalla la vulnerabilidad de cada una de estas criaturas.

Muchas veces, en las obras de Daulte, surge un conocimiento que supera al sujeto, que requiere de otro para su traducción al mundo. En la novela de Valeria la protagonista es la portadora del dolor de su autora pero en un estado opuesto. Inés Palombo sostiene esa aflicción invencible, incluso en el momento final, cuando aparece en el rol de ex esposa de Percy, con la arrebatadora necesidad de confesarle a Valeria que sueña con ella, como si este personaje ausente fuera la verdadera creadora de todos los hechos desarrollados hasta el momento.

Julia sufre porque es inmortal y se entretiene con el amor de un jardinero sin saber que es su propio hijo. Agustín Daulte que interpreta al muchachito con una serenidad dulce, dice una de las frases más bellas de la obra “Yo nunca elegí, la vida eligió por mi, a veces la vida es más fuerte que uno”. Sobre esa verdad opera la escritura, sobre la posibilidad de ejercer un poder tan irremediable como el que instaura la vida.

Valeria radioactiva. Martes a las 20.30 y sábados a las 16 y 23 en Espacio Callejón, Humahuaca 3759. CABA.