Desde 1976, los grandes grupos económicos tienen coincidencias y diferencias. Coinciden en un salario real bajo y altos niveles de desempleo. Luego del trauma social de la devaluación y de la hiperinflación en la década del ´80, la convertibilidad fue aplicada en 1991 y produjo estabilidad de precios a costa del incremento de deuda externa, la privatización de empresas del Estado, la desocupación y la pobreza.

En 1998, el vicepresidente del primer gobierno de Menem, Eduardo Duhalde afirmó: “El modelo se agotó”. Significaba que había finalizado la convergencia de intereses de los grandes grupos locales exportadores, por un lado, y de la banca acreedora y las multinacionales que incorporaron las empresas del estado privatizadas, por otro.

La diferencia era si la salida del modelo sería una megadevaluación o la dolarización en sentido estricto, devaluación mediante. A fines de 2001 se impuso la devaluación con Duhalde. El actual ministro Rogelio Frigerio (nieto) era parte del equipo de Menem en 2003. Proponía la dolarización, al igual que Carlos Melconian, que rechazó ser ministro de Economía de Duhalde.

En 2003 asumió Kirchner como Presidente y en 2005 ocurrieron dos hechos trascendentes. Realizó una quita de la deuda del 75 por ciento y luego efectuó un pago para librarse del FMI, dando lugar a un ciclo de desendeudamiento. Junto a otros presidentes de la región, bloqueó la concreción del ALCA, primer gran paso para el dominio de Estados Unidos en Latinoamérica.

Dentro de las políticas desplegadas desde 2003 a 2015, se encuentran que la inversión financiera no sea más rentable que la productiva, el incremento del salario real, la creación de empleo, el énfasis en el mercado interno y la integración latinoamericana.

Este patrón implica que de la parte del valor total producido en la economía que se apropia el capital, el porcentaje que captura el capital financiero es mayor al que captan tanto el capital industrial como el capital comercial.

La tasa de interés de referencia es del 70 por ciento, más que duplica la rentabilidad promedio de la industria. Desde 2016, la devaluación fue abrupta y el tipo de cambio nominal se incrementó en torno al 300 por ciento. La desindustrialización, la disminución del salario y el desempleo son consecuencias obligadas.

Los funcionarios más importantes de Macri provienen de bancos transnacionales y empresas extranjeras. La JP Morgan, el Deutsche Bank y el HSBC encabezan el ranking de colocadores de deuda argentina en este período. Desde 1976 apareció un fenómeno característico: la deuda financia la fuga de divisas y amplifica la restricción externa.

Deuda externa es un mecanismo de pérdida de soberanía, extracción de recursos y control de la política monetaria. La deuda es un atributo interno y la fuerza gravitatoria del modelo.

Si la autoridad monetaria de Estados Unidos (Fed, por sus siglas en inglés) eleva la tasa de interés, muchos dólares “volarán” desde otros países forzando la devaluación de sus respectivas monedas. El presidente Donald Trump no está de acuerdo con esa suba de tasas. Jalife-Rahme brindó una explicación en una artículo publicado en el diario La Jornada del 2 de septiembre: “El segundo Estados Unidos postindustrial y corporativo que apoya la producción y las empresas trasnacionales de la segunda revolución industrial, aunados al matrimonio de industrias de la energía, el petróleo y los sectores militares con el de los servicios y la construcción, son quienes ungieron a Trump, frente a otro Estados Unido de Wall Street, de la  burocracia de Washington, Chicago, y Silicon Valley que venden humo mediante su burbuja de los derivados financieros”.

No existe una clara delimitación de intereses. En Estados Unidos existe una cultura de guerra keynesiana: la guerra dinamiza su economía y, tras la destrucción, hay que construir lo destruido. Y toda gran inversión necesita de finanzas.

Los “dueños del mundo” se especializan en fagocitar aliados menores de naciones subdesarrolladas mediante fusiones y adquisiciones. El uso del poder judicial por parte de Estados Unidos no sólo apunta contra líderes anti neoliberales. El Departamento de Justicia de Estados Unidos reveló operaciones ilícitas de Odebrecht en Brasil y otros nueve países. Mientras Petrobras fue desplazada por corrupta, la Royal Dutch Shell, Chevron y Exxon Mobil, entre otras, adquirieron zonas de explotación petroleras en 2018. Embraer efectuó un acuerdo en abril de 2017 (ya sin Dilma Rousseff en la presidencia) con la empresa Rockwell Collins en áreas sensibles de defensa y, este año, Boeing compró el 80 por ciento de la división de aeronaves civiles de distancias medias. ¿Similitudes con Argentina?.

* Economista-UBA.