PáginaI12 En Francia

Desde París

Unos pasitos modestos, con más perfil de maquillaje superficial antes que una mudanza de fondo, el presidente francés, Emmanuel Macron, procedió a rediseñar un gabinete golpeado más por una crisis interna que por la presión de la opinión pública. Macron, pese a que nunca se sacó de encima el epíteto de “presidente de los ricos” que le colgaron cuando apenas había comenzado su mandato en 2017, cambió algunas cabezas pero no el rumbo de su política. Esta nueva versión del Ejecutivo macronista responde a la renuncia del ya ex Ministro de Ecología, Nicolas Hulot, y, sobre todo, al alejamiento de un peso pesado del desaparecido socialismo francés, el ex Ministro de Interior Gérard Collomb. Este último era una de las personalidades más sólidas de las muchas que, oriundas del centro, la derecha y del barco sin mar ni puerto ni capitán en que se había convertido el Partido Socialista, le aportaron su caución. Pero Collomb dejó el Ejecutivo del Primer Ministro Édouard Philippe espantado por la gestión de un escándalo desencadenado por un ex guardaespaldas de Macron, el joven (26 años), Alexandre Benalla, quien fue descubierto por la prensa medio disfrazado de policía pegándole a los manifestantes en una famosa plaza parisina el primero de Mayo. Pero Benalla no era ni policía, no tenía la más mínima capacitación ni autorización para ejercer de represor. La forma en que el Palacio del Eliseo lo protegió hasta que los medios revelaron lo que había hecho así como la cómica postura de la presidencia para respaldarlo luego le costaron al jefe del Estado muchos puntos de su ya golpeada imagen. También le costó el alejamiento de Gérard Collomb. 

En su lugar, Macron nombró a otro ex socialista (prácticamente no quedan ya socialistas en Francia, todos son “ex”). Se trata de Christophe Castaner, en adelante a la cabeza del Ministerio del Interior. El presidente explicó ayer durante una alocución televisiva que no “habría ni giro ni cambio de rumbo”. Las renuncias sucesivas de quien era al ministro más popular del Gobierno, Nicolas Hulot, y luego la de su pilar más compacto, Gérard Collomb, sumieron a Macron en una situación particular que lo obligó ahora a salir rápido: el presidente se encontró con que en política los éxitos tienen limites y que estos se manifiestan cuando es la realidad la que dicta la agenda y no la voluntad de los dirigentes. Hulot y Collomb forzaron una variación dentro de una sonata que ya había aburrido a los electores que hace poco más de un año llevaron a Macron a la presidencia luego de derrotar a la representante de la extrema derecha, Marine Le Pen. El entusiasmo del principio se fue agotando luego de que las numerosas reformas emprendidas desembocaran en resultados escuetos y en una inevitable ruptura de la imagen positiva. La energía dinámica de 2017 se volvió una letanía soporífera. 

La operación que rediseñó el gabinete respeta los equilibrios entre el centro, la derecha y la socialdemocracia. El recién nombrado Ministro de Interior era socialista y el nuevo Ministro de Cultura, Franck Riester es oriundo del partido conservador Los Republicanos, al igual que el Primer Ministro Édouard Philippe o el de Economía y Finanzas, Bruno Le Maire. La derecha socialista que condujo al PS a la ruina electoral con la inagotable colaboración del ex Primer Ministro Manuel Valls (hoy candidato a la Municipalidad de…Barcelona) está presente en la cartera de Agricultura con un allegado de Valls, Didier Guillaume. La prensa comentaba anoche que Macron busca “rebotar por el centro” (Libération). Como suele ocurrir en estos casos, los recién llegados al Ejecutivo reemplazan a los miembros de la sociedad civil. Estos son la porción del sueño de todo poder primerizo pero acaban en los márgenes o en minoría, tapados por políticos del huerto o profesionales de las ramas donde se desempeñan. El equipo de Macron II consta de 34 miembros contra 22 en el anterior. 

La etapa arranca con otras caras, los mismos objetivos y una disculpa pública del Jefe del Estado. Macron reconoció que debido a su “determinación y su franqueza para hablar pudo escandalizar”. La última vez le dijo a un desempleado que bastaba con cruzar la calle para encontrar trabajo. “Hay que mirar de frente al mundo como tales”, dije Macron. O mejor dicho, como el centro liberal quiere que sea. Sin cruzar la calle ni pasar el plumero el macronismo apuesta por la misma fórmula, por el mismo mundo.

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