Me sorprendió que en un encuentro habitual con un grupo de amigos comentaran con extrañeza el crimen de Nahir Galarza. Este tipo de sucesos no sería tema de conversación si hubiera sido ella la víctima. Pensé que se espera tradicionalmente de la mujer un lugar de pasividad sin la agresividad propia del hombre, pues el terreno de la violencia parecería estar reservado a éste y no correspondería a la “naturaleza femenina”. Son ellos los que se matan entre sí y dirimen sus conflictos, ya sea a las trompadas o con diversas armas.

Desde muy antiguo las mujeres en el imaginario popular son las que rechazan la violencia y las guerras, por ser ellas y sus hijos víctimas pasivas de las mismas. Ya en el 411 aC. Aristófanes escribe “Lisístrata” obra que se ha convertido en un símbolo del esfuerzo organizado y pacífico de las mujeres a favor de la paz. Debido a las continuas luchas que mantenían Atenas y Esparta, las mujeres de ambas ciudades deciden iniciar una huelga de sexo hasta que los hombres dejen las armas. La revuelta es liderada por la ateniense Lisístrata. Su estrategia es obligar a los hombres a hacer la paz convocando a las mujeres de ambos bandos a una huelga sexual. Las mujeres deben seducir a sus maridos “si nos quedáramos quietecitas en casa, bien maquilladas, pasáramos a su paso desnudas con sólo las camisitas transparentes y con el triángulo depilado, y a nuestros maridos se les pusiera dura y ardieran en deseos de follar, pero nosotras no le hiciéramos caso, sino que nos aguantáramos, harían la paz a toda prisa, bien lo sé.” Después de un tiempo, los laconios no pueden resistir más tiempo la huelga sexual y van a negociar plenamente erectos. Lisístrata hace de mediadora entre ellos y los atenienses y la paz se consigue. Finalmente hay una comida de reconciliación entre atenienses y laconios, se reconcilian también hombres y mujeres y todo concluye entre danzas y cantos.

Esta atribución de la agresividad a los hombres es notoria no sólo en las guerras que asolan y han asolado a la humanidad, guerras en las cuales la actuación de las  mujeres consistía en cuidar a los hombres en la retaguardia, destacándose en su rol de enfermeras, o sea, en un rol de asistencia maternal. De acuerdo con el más reciente estudio mundial sobre el homicidio de las Naciones Unidas (2014), cerca de 90% de los homicidas a nivel global son hombres y alrededor del 80% de las víctimas de homicidio intencional en todo el planeta son hombres. Los homicidios cometidos en los espacios públicos son generalmente perpetrados por hombres contra hombres, mientras que en la esfera doméstica en la mayoría de los casos las víctimas son mujeres, asesinadas por sus parejas, ex parejas o familiares.

En la medida que las condiciones genéricas son más simétricas, las mujeres exteriorizan su agresividad y en ocasiones igualando conductas criminales de los hombres, asesinan a sus parejas. El siguiente es un caso paradigmático que alcanzó difusión mediática: Lorena Bobbit, se hizo famosa unos años atrás (1993) al castrar a su marido como venganza a su maltrato y a una actividad sexual desmesurada y en ocasiones no consentida. Tanto Lorena como su esposo tomaron caminos diferentes, ella luego del juicio -del que salió absuelta- se convirtió en una referente del feminismo, y él, después de un implante exitoso del emblema de su masculinidad, se dedicó a exhibirlo en películas pornográficas. Este caso paradigmático fue noticia en todo el mundo, y posteriormente tuvo algunas réplicas aisladas, dos de ellas en nuestro país.

Lo que trato de demostrar es que lentamente pero a paso firme las mujeres van logrando relaciones menos asimétricas con el hombre, el mundo femenino está conquistando lugares otrora reservados a éstos, y así como trabajan en las fábricas, conducen taxis, autobuses, son policías, soldados, juegan al fútbol, al rugby, son directivos de compañías, ejercen cargos legislativos y judiciales, algunas presiden países, así también participan del mundo del delito: roban, comercian drogas, asesinan a sus parejas y como vemos en estos casos la diferente contextura física no es un obstáculo para ello.

Si consideramos al sujeto psíquico como una construcción cultural y no como simples portadores de una herencia biológica, debemos pensar que un mundo más igualitario entre hombres y mujeres traerán modificaciones muy importantes en la personalidad de ambos. Éstos atenuarán su agresividad mientras ellas estarán más preparadas para abandonar su rol pasivo. En última instancia cada uno podrá desarrollar las potencialidades del otro género que se encuentran reprimidas.

 

* Psicoanalista. Autor de numerosos libros sobre el tema de la pareja.