638 formas de matar a Castro es el título del documental producido por el Canal 4 de la BBC y que los británicos pudieron ver en 2006, como recordó el portal de la cadena de noticias tras la muerte del ex presidente Fidel Castro Ruz en 2016. De esos más de 600 intentos de terminar con la vida del líder cubano y con el propio proceso revolucionario se ocupó el Servicio de Seguridad de la isla del que el general (R) Fabián Escalante Font fue, a sus 19 años, uno de sus iniciadores. Escalante Font está en Rosario, donde ayer dio la última charla del seminario “Intervencionismo norteamericano en América Latina, contrarrevolución y guerra psicológica” en la Maestría en Estudios Latinoamericanos y Caribeños que dirige el profesor Gustavo Guevara en la Facultad de Humanidades y Artes, y que también pudieron hacer los docentes universitarios a través de la Coad (Asociación Gremial de Docentes e Investigadores) y la Multisectorial de Solidaridad con Cuba. Su último libro, Más allá de la duda razonable (2017), es una investigación sobre el asesinato del ex presidente John F. Kennedy en Dallas, que continúa a otras que había realizado sobre el mismo tema.

Rosario/12 estuvo con este abogado cubano y habló sobre su rol en la Seguridad de la isla desde 1961.

-- Usted habla de 634 intentos contra la vida de Fidel Castro y el proceso revolucionario. Su responsabilidad ha sido estratégica en la tarea de desarmarlos…

-- La responsabilidad de hacer fracasar esos intentos, que en la mayoría de los casos ni siquiera llegaron a ser atentados, fue de un colectivo. Ya en 1958 Estados Unidos mandaba a su gente a realizar averiguaciones ante el crecimiento del movimiento guerrillero compuesto por diferentes organizaciones revolucionarias. Y cuando triunfó la Revolución, el 1º de enero de 1959, pocos días después, el 28 de ese mes, ya en La Florida se formó la primera organización contrarrevolucionaria a la que se llamó La Rosa Blanca.

-- En mayo de 1959 se repartieron más de cien mil títulos de propiedad con la ley de reforma agraria. Allí la Revolución debió haber ganado la antipatía y la enemistad de muchos sectores.

-- Claro, la reforma dejó sólo en propiedad hasta 30 caballerías de tierra, que son doce hectáreas, con lo que hubo antiguos partidos políticos, organizaciones religiosas y laicas que al final de 1959 tenían estructuras, locales, carros, que fueron afectados por esas medidas y en un abrir y cerrar de ojos hicieron una metamorfosis y se convirtieron en organizaciones contrarrevolucionarias.

-- De la manera en que usted relata esa historia, es como si se hubiesen unido intereses comerciales e ideológicos.

-- La habilidad o la picardía cubana percibió que hacer una organización era negocio, así que se formaron alrededor de 300 organizaciones contrarrevolucionarias y cada una trataba de tener su filial en Cuba. Por eso hay que decir que son los norteamericanos quienes resolvieron lo que siempre habían resuelto y decidido en Cuba. Pero de a poco nuestros agentes fueron penetrando, infiltrando esas organizaciones: hubo detenciones, fugas del país, divisiones internas. En fin, fuimos socavándolas y desmoralizándolas hasta que hacia fines de 1966 estaban totalmente liquidadas.

-- Todos los años, cuando se cumple un nuevo aniversario del asesinato del ex presidente estadounidense J.F. Kennedy se vuelve sobre la teoría de la intervención de los servicios de seguridad cubanos en el hecho. En un documental alemán se menciona que usted viajó a coordinar el operativo en Dallas.

-- Siempre señalo en mis investigaciones que Lee Harvey Oswald, el presunto autor de los disparos a Kennedy y quien fue acusado del crimen, era agente de la CIA desde 1959. Para decirlo y escribir sobre el tema me apoyo en las investigaciones que se hicieron en EE.UU: la Comisión Warren en 1964, la Comisión Church en 1975 y la Cámara de Representantes en 1978. En base a esto digo que desde que se planeó el asesinato de Kennedy se pensó también en culpar a Cuba. Kennedy era un hombre interesante y se daba cuenta de que estaba rodeado por bárbaros que le aconsejaban bombardear nuestro país con misiles para hacerlo desaparecer. Pero antes del asesinato, el presidente había dado un discurso en una universidad de Washington donde hablaba de la necesidad de la paz: “Pero no me refiero a una paz americana impuesta al mundo por el armamento –decía-, no hablo de la paz de la tumba ni de la seguridad del esclavo, estoy hablando de la paz genuina que posibilite que la vida en la Tierra merezca ser vivida…” Hay que imaginarse cómo debe haber caído esto en el complejo militar-industrial, en los grupos del poder real, en la CIA, en el Pentágono. ¡Esos eran halcones! A mi juicio Kennedy mismo se condenó a muerte con sus expresiones. Ese hombre hablaba de la paz y de la coexistencia pacífica en la Guerra Fría. Pero el negocio de los guerreristas es vender armas para que todos nos matemos y demos rédito a la primera industria de ayer y hoy en EE. UU. Está claro que ellos mismos lo mataron para que además, no volviera a ser elegido, en 1964, como pensaba Kennedy.