Conrado Rudy Astudilla es docente de Semiótica en primer año de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Entre Ríos (Uader) y de Metodología de la Investigación en Psicología. En 2014, Andrea, una alumna, lo denunció por violencia machista, pero en la Universidad le pidieron que llevara marcas físicas para iniciar una investigación. Así, el docente siguió usando sus cátedras para seducir a estudiantes, luego ejercer violencia y más tarde, cuando las chicas querían cortar la relación, acosarlas con seguimiento callejero, comunicaciones permanentes, violación de las restricciones de acercamiento, entre otras. En marzo de este año, otra estudiante lo denunció: Sofía Galán llegó al Programa Igualdad de Género, Sexualidades y Derechos el 6 de marzo y dos días después –el mismo día del Paro Internacional de Mujeres– la denuncia se elevó al Consejo Directivo, que decidió suspenderlo. El 4 de julio, a partir de los testimonios tomados por el Programa, el Consejo Directivo de la Facultad decidió que existen elementos para que la Uader inicie el Juicio Académico. A Sofía la notificaron recién dos meses después. Hasta ahora, el docente sigue suspendido, con goce de sueldo y sin solución definitiva. Las denuncias ya son cuatro. Entre tanto, Sofía y su abogado, José Luis de Iriondo, pidieron una reunión con la decana de la Facultad de Humanidades, María Gracia Benedetti. La respuesta fue evasiva. “Me contestaron otra cosa”, dice Sofía y subraya: “Él sigue de vacaciones y yo nunca tuve una respuesta institucional ante los reiterados pedidos para que la decana dé la cara. No me recibió ni a mí ni a mi familia”. Esta semana, obtuvo una respuesta del rector Aníbal Sattler, quien la recibirá el martes próximo, un día antes de la reunión del Consejo Superior donde Sofía espera que se trate la exoneración de Astudilla. 

Sofía fue seducida por un profesor que se valió de su posición de privilegio para acercarse a ella. Hacía tiempo que en la Universidad se conocía esta forma de actuar del docente, al punto que otros docentes les sugerían a las alumnas que se cuidaran de él. “Hay ciertas complicidades dentro de la Universidad, ya que decían que siempre se maneja así”, describió Sofía. De este modo, se minimizaba la conducta antijurídica. “Hay abuso de poder, del lugar de asimetría, no es ingenuo que este profesor esté ubicado en un primer año de la carrera, en la materia troncal. Siempre se buscó chicas con gran diferencia de edad, entre 20 y 24 años, donde las chicas recién empiezan la facultad, hay un marco propicio para que él despliegue todos sus mecanismos de seducción”, apunta Sofía. Y puede relatar en carne propia que “después empieza con otro tipo de manejos, siempre es muy sutil, muy progresivo, muy cuidadoso. Una se introduce sin saber que está introducida en esa lógica, eso es lo más difícil de discernir”. 

Cuando Sofía quiso terminar la relación, fue hostigada. Un día descubrió que Astudilla espiaba su whatsapp, de modo que sabía en tiempo real lo que ella hacía. También amenazó a su familia. Le costó un tiempo hacer la denuncia, a la espera de una respuesta y con el objetivo de impedir que siga ocurriendo con otras chicas. “En mi caso, el tipo se metió con mi familia, ahí es donde decido poner un corte y él se pone como loco, interviene el teléfono, amenaza a mi familia, me empapela el departamento de fotos mías con poemas, escribe graffitis donde yo paso para ir a la facultad, cosa de decir esto y cerca. Eso es un nivel de acoso que como prueba a la Facultad nunca le alcanzó”, subraya Sofía. Para ella, “esto generó daño de distintos tipos y reales, algunos daños físicos para algunas de las chicas, otros daños psíquicos, que para mí fueron muy severos. Pero la palabra víctima es difícil escucharla cuando uno lleva las marcas de esto. Hemos hecho y estamos haciendo cosas para darle otro trámite a esto y salir del lugar de víctima”. 

Andrea, que había denunciado en 2014, declaró en del sumario. “Conozco a más de una decena de mujeres que han pasado por esto y he hablado con 5 o 6 personalmente. A todas les ha pasado exactamente lo mismo. Relación asimétrica, manipulación, violencia explícita y cuando una quiere cortar el vínculo, acoso”, describió la joven en un canal de televisión de Paraná. Le costó entender y actuar, pero se animó. “Después de hacer una lectura y entender que muchas de las cosas que habían pasado en esa relación eran violencia, y encima se seguían repitiendo y yo lo estaba viendo en los pasillos de mi Facultad, decido denunciarlo. Y si bien yo no me considero víctima porque me parece que esto lo transformamos en otra cosa con las compañeras denunciantes, no encuentro otra palabra para definir cómo respondió la Uader, que fue con actitudes revictimizantes, porque yo presento la denuncia formalmente, la ingreso por mesa de entradas y nunca tuve una respuesta. Me dijeron que era difícil probar la violencia porque yo no tenía marcas visibles”, relató.

Con minuciosos testimonios de las cuatro denunciantes, amigos y familiares, la resolución del Consejo Directivo junto prueba suficiente. “Durante cuatro meses tuvo lugar el proceso de Sumaria Información. Instancia que entendemos desproporcionada, innecesaria, revictimizante. Se aportan pruebas, mensajes de texto, mails (en uno de ellos, por ejemplo, Astudilla manifiesta que no surtirán efectos las medidas de distancias, ya que ‘un perverso no para’), constancias de medidas judiciales de distancia y denuncias policiales y penales, testimonios de amigas y familiares”, detalló De Iriondo y agregó: “Entendemos esta serie de demoras, así como el destrato en general, como violencia institucional por parte de la Universidad, en la medida que se obstaculiza y retarda el acceso a una respuesta efectiva y oportuna que restituya derechos”. 

Sofía dice con toda claridad que “el pedido que hacemos y lo que mi denuncia quiere lograr es que a él se lo eche, se lo exonere. No hay posibilidad de negociación, acá se quiere una sola respuesta, que es la única eficaz”. Para Andrea está claro que “el objetivo, y en eso hemos coincidido las cuatro denunciantes, es que no le pase más a ninguna piba”. Para ella, la denuncia es parte de la militancia feminista. “De eso se trata este cambio de paradigma que estamos llevando adelante desde 2015 en adelante, que hay que decirlo, que es desde que inicia esta tercera ola del feminismo en la Argentina, las cosas cambian. Si todo esto no hubiese pasado, quizás estas situaciones hubiesen quedado en la historia en nuestras vidas, en un contexto íntimo, como una mala experiencia amorosa. Entonces, me parece que todo este proceso puede llevar a que la institución haga un cambio de paradigma. Pero será con nuestra lucha también. Del discurso a la práctica, hay militancia”.