Eugenia Nogueira es desde hace diez años maestra de la Escuela Primaria Nº 10 de la Villa 21-24 de Zavaleta, en Barracas. Desde allí fue testigo presencial de las realidades más crudas, sin embargo, está segura de que hoy la crisis entró definitivamente en las escuelas y sospecha que el Centro de Salud de la Ciudad (Cesac) tapa los casos de desnutrición. 

–¿Cómo es la vida de sus alumnos?

–Es muy terrible vivir sin agua, sin luz, que se te inunde todo, y que te salga la mierda del piso de tu casa. Pero lo más terrible para mí es que estos pibes tienen que ir a hacer una cola a un comedor porque no tienen para comer. Y cuando ves a dos alumnos tuyos con un taper a las cinco de la tarde, porque si no se quedan sin comer, porque el comedor tiene un cupo, es lo peor.

–¿Qué es lo más terrible que se ve en la escuela?

–Lo más terrible es cuando recibís un certificado porque tu alumno tiene desnutrición y bajo peso y el Cesac no se hace cargo de poner “desnutrición”, y uno hace una nota y les dicen a los chicos: “Ay, guarda que la maestra te va a denunciar”. Hace dos años que tengo una alumna con desnutrición y el Cesac no hace nada. Es terrible ver a un pibe que tiene que ir al comedor, que se le inunda la casa, que duerme hacinado, que su familia no tiene más herramientas para buscar trabajo o salir de lo mal que está. Lo más terrible es ver cómo la crisis económica entró otra vez a la escuela. Y es muy notorio. 

–¿Desde cuándo nota esto?

–Trabajé desde el 2002 en la Escuela Nº12, una escuela inaugurada totalmente asistencialista. Jornada simple, con comida, donde ahí teníamos algunos índices de desnutrición, pero desde el 2012 el Gobierno de la Ciudad tapa a los chicos de bajo peso. Tengo una alumna que tiene desnutrición y tiene bajo peso y le dan un antibiótico para curar los parásitos. Eso, cualquier médico te puede decir que es desnutrición. Su certificado no dice “desnutrición” y no lo aclaran porque el sistema educativo tiene que avisar sobre el caso y además, les sube el índice. Lo más grave es que un chico tenga que ir a un comedor, cuando una familia pierde la dignidad del laburo. Puedo contar miles de situaciones violentas, pero esto también es violencia. Puedo decir que hay muchos casos de violencia de género, muchos casos de droga, pero lo más terrible son los casos de desnutrición. 

–¿Algún caso que recuerde?

–Un día, en una situación de robo en la escuela, con otro profesor estábamos esperando a los padres de los nenes para hablar sobre el hecho. Los nenes nos dicen que tienen que irse al comedor porque si no se quedaban sin comer. Agarraron sus tapers y se fueron. Dos peques. Al rato volvieron, desilusionados. “No tenemos para comer, ya se terminó”, nos dicen. Yo estaba yendo a hablar de que ese pibe había robado. En ese momento me replanteé un montón de cosas y tuve que reformular lo que iba a hacer.