Desde Porto Alegre

El nuevo mapa político del país más grande y poblado de América Latina puede leerse como analizó Eric Hobsbawm al siglo XX. Bajo la clave de dos extremos. Su democracia será tutelada por fuerzas partidarias conservadoras y de ultraderecha, los militares, las iglesias evangélicas y los hacendados rurales en alianza con el capital financiero. El PT quedó encapsulado en el nordeste del país donde mantuvo su base de adhesión, incluso con porcentajes de ventaja semejantes a los que le sacó Jair Bolsonaro en otros distritos electorales. Pero junto a sus aliados y demás sectores progresistas que se opusieron a la candidatura del ahora presidente electo, deberá remarla desde muy abajo. En el Congreso los diferentes bloques de derecha podrían conseguir las leyes que el capitán retirado necesite para gobernar. Lo apoyará al menos una docena de los 27 gobernadores y podrá impulsar políticas territoriales a su antojo ya que triunfó en cuatro de las cinco regiones en que se divide Brasil: norte, centro oeste, sudeste y sur. 

La ola que llevó al palacio del Planalto a un político reaccionario, racista, y tan misógino como homofóbico, derivó en una avalancha de votos. Casi 58 millones o el 55,1 por ciento del padrón. Hubo un alto porcentaje de nulos, 7,4 por ciento, y el 2,1 en blanco. En doce estados ganaron candidatos a gobernadores de su misma matriz ideológica. Tres de ellos de su propio partido, el PSL (Partido Social Liberal). Dos son militares: el llamado comandante Moisés venció en Santa Catarina con un contundente 71 por ciento de los votos y el coronel Marcos Rocha en Rondonia con el 66,3. Un hacendado, Antonio Denarium, obtuvo Roraima con el 53,8. No se trata de distritos significativos en el panorama nacional, pero si los son San Pablo, Río de Janeiro y Minas Gerais, donde se impusieron aliados de Bolsonaro de otras fuerzas políticas: el empresario paulista Joao Doria del PSDB, el ex juez Wilson Witzel del Partido Social Cristiano que compite con la dialéctica de mano dura del presidente y el millonario mineiro Romeu Zema, del Partido Novo.  Descontados los 12 gobernadores electos que respaldan al nuevo presidente, otros siete se declararon neutrales (Eduardo Leite de Rio Grande do Sul es uno de ellos) y el PT conserva ocho contando a sus aliados. Uno de ellos es Flavio Dino del PCdoB (Partido Comunista de Brasil) que ganó en Maranhão, uno de los estados del nordeste con el 73,3 por ciento. Su gobierno fue considerado el segundo mejor del país en la administración de sus gastos. Lo señaló el noticiero O Globo a comienzos de este año. 

A nivel estadual, los mayores porcentajes de adhesión para el ultraderechista que gobernará entre 2019 y 2022 se dieron en Acre (ver aparte) y Santa Catarina, muy frecuentado por los argentinos gracias a las playas de Florianópolis, Camboriú y Bombas y Bombinhas. Ahí sacó el 75 por ciento, con picos en ciudades serranas del interior como Blumenau, Jaraguá do Sul y Joinville que rondaron el 83. Esas localidades reúnen a un significativo número de inmigrantes alemanes. Pero Bolsonaro estableció su propio récord nacional en Nova Padua, un pequeño pueblo de 2.500 habitantes en Río Grande do Sul, donde llegó al 93 por ciento. Es un municipio ubicado a 165 kilómetros de Porto Alegre fundado por agricultores del Véneto. 

El voto analizado por regiones es una expresión más contundente del avance derechista. El sur (Paraná, Santa Catarina y Río Grande do Sul) le deparó a Bolsonaro el mayor porcentaje de adhesión: 68,3. Semejante al que Haddad le sacó en el nordeste (69,7) y al que logró el presidente electo en el sudeste (65,4) la zona más poblaba de Brasil y en el centro oeste (66,5). La región norte fue la única donde el electorado no le otorgó una preferencia abrumadora a ninguno de los candidatos. Ahí el militar recogió el 51,9 por ciento contra el 48,1 del PT. En el extenso estado de Amazonas, Bolsonaro consiguió la victoria gracias a la gran diferencia que obtuvo en Manaos, su capital (66 por ciento) y pese a que perdió en la mayoría de los municipios del interior. La composición del futuro Congreso también refleja el avance de las fuerzas que acompañaron la candidatura presidencial del militar. Su partido pasó de una banca en 2014 a las ocho actuales y en 2019 esa cifra subirá hasta 52. El PT bajará de las 68 conseguidas en 2014 a 56, aunque ese número le permitirá seguir siendo el bloque mayoritario de la Cámara baja. Su declive es más notorio si se tomara en cuenta que el partido de Lula llegó a tener 91 diputados en el 2002, un número extraordinario habida cuenta de que en Brasil las fuerzas parlamentarias están demasiado fragmentadas. Un síntoma de eso es la nueva configuración del Senado, donde estaban representados 17 partidos y desde enero habrá 21. Pero el hecho que revela mejor el cambio de época es que en la Cámara Alta estará presente el mayor Olimpio, un policía militar de San Pablo que integra el Partido de Bolsonaro. Su contracara será la ausencia de la ex presidenta Dilma Rousseff, a quien casi todas las encuestas daban como ganadora en la primera vuelta para una senaduría por Minas Gerais.

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