El Cristiano Ronaldo de la portada de la edición final del FIFA 19, con camiseta de Juventus, es el que vestía la del Real Madrid en la gráfica de preventa, con idénticas pose y actitud. Se le photoshopeó la casaca y listo. Así también fue meme que la nueva entrega de la saga futbolera de EA Sports apenas era un skin del FIFA 18. Los módulos de la interfaz son más o menos los mismos hace rato, aunque en otra paleta, y algo parecido pasa con la galería sonora y sobre todo con los relatos. La sensación es de estar con el mismo seteo hace años, aunque ahora con Ronaldo en la Juve. El fútbol argentino, el femenino, FUT, el rolero modo El trayecto y el motor gráfico Frostbite vienen desde hace al menos tres entregas. Y los relatos y comentarios parecen directamente haber sido instaurados por un dios en una era pasada. Pero si resultan repetitivos es porque una porción muy grande de sus jugadores se queda en FIFA por lo que fuera: las licencias de equipos, competiciones y ligas o esa experiencia tan acabada de simulación futbolística. FIFA evoluciona en lo esencial: en los partidos, los últimos años trajeron cambios gourmet –en lanzamientos de faltas y firuletes o en el mecanismo de marcajes, entre muchos otros aspectos– que dan a cada capítulo un tiempo durante el cual todo parece nuevo. Esos detalles son ornamentales pero fueron construyendo una propuesta de fútbol equilibrado, una simulación que propone por igual la rispidez, el frenesí de estar quedando fuera de la copa y que el rival haga tiempo, o el delicado arte del engaño con gambeta. El juego premia al que se toma el tiempo de diseñar la parada de su equipo, al que entiende el groove del partido, los pases y los cortes, al prestidigitador de la botonera y al teórico de cómo se ocupan los espacios en la cancha. Darse cuenta de lo repetitivo implica ser cíclico en ir a ese juego y no a otro, y eso marca claramente el éxito de la serie, pero el modelo de negocios no premia esa fidelidad. Ahí es donde FIFA 19 resulta un skin muy caro. Es un problema de la industria mainstream, en general, cada vez más asentada en sagas, indispuesta a reconocer el template, viciosa de sacar como obras nuevas títulos más dignos de ser DLCs. Juegos como éste, pese a la excelencia o al goce, parecen traer un modelo injusto para el comprador. Si la temática obliga a sacar una entrega por temporada está bien, pero entonces que el juego base cueste 100 dólares y cada actualización anual unos 30. Y si no está dispuesta a cambiar su modelo, entonces EA Sports tiene que repensar su juego estrella y entrar en la nueva década cambiando más que de piel. Porque sino, acá en Argentina o donde sea, el traspaso de Cristiano a la Juventus lo estamos pagando todos.