“Si un monarca es víctima de cualquier pasión funesta, esta, por haber hecho presa en quien tan alto está, se contagia enseguida al pueblo” 

Erasmo de Rotterdam, 
Elogio de la locura

* Tal vez sea por nuestra ingenuidad, porque nuestras intelecciones se nublen por indignación, o acaso porque carecemos aun de ciertas categorías de análisis. Como sea, cierta parálisis toma por objeto a nuestra capacidad de pensar la realidad actual. Nos asombran las afirmaciones de funcionarios del Gobierno Nacional y de sus votantes, nos sublevan y hasta circulan bromas ingeniosas. Acaso también nos preguntamos ¿en qué va a terminar todo esto?, y nos sumamos al pronóstico de un ingente drama social. Pero, entonces, ¿estamos entendiendo la profundidad de lo que ocurre? 

La lucha contra el hambre de cada vez más argentinos es urgente. La pelea contra injusticias de toda índole se agrega a la gesta. Y aunque más modesto en sus acciones, no es menos necesario fortalecer nuestra capacidad de pensar, en una época en la que prevalecen la banalización y la desestimación de la reflexión crítica. 

Hace un tiempo, en estas mismas páginas1 señalé que ante cada hecho grave escuchamos la colérica pregunta “¿hasta dónde quieren llegar?”. Y, paradójicamente, no necesitamos más que unos segundos para indicar que ya han llegado a lo más oscuro que podíamos imaginar. En ese instante un sentimiento ominoso me asalta y me pregunto si el “¿hasta dónde quieren llegar?” no será la mimetizada versión opositora del “segundo semestre” o del “hay que darle tiempo”. 

Hemos localizado en el individualismo un paradigma lesivo para la solidaridad y para todo proyecto colectivo. Es probable que para un diccionario más preciso, hoy debamos identificar en aquel término solo un eufemismo, un vocablo encubridor de un significado más acertado. En efecto, el individualismo es, sin más, hambre y violencia. 

El Yo-neoliberal

El lema del reciente 54° Coloquio de IDEA fue “Soy yo y es ahora”. Traducido es: adiós al otro y al futuro. Otro ejemplo: el movimiento “Con mis hijos no te metas”, que rechaza todo enfoque de género y toda inclusión de la diversidad, ni siquiera habla de “nuestros hijos” sino de “mis hijos”. Nada colectivo, solo una suma de individualidades y de egoísmos dispersos. 

Ya hemos dicho2 que nada hay en el programa del mercado que se acerque al valor de lo colectivo o a la comprensión de la vulnerabilidad como consecuencia de razones que exceden y trascienden la mera responsabilidad del sujeto particular. El vecino es el sujeto más amplio al que alude el discurso de Mauricio Macri, sujeto que, en todo caso, se enlaza con otros de igual condición por su mera cercanía geográfica. Sin embargo, el mensaje del macrismo no termina de caracterizarse por su sola apelación al individuo, al sujeto aislado. Su mensaje avanza un casillero más en esa dirección que podríamos describir como la construcción del goce solipsista.

No sería un rasgo distintivo de Mauricio Macri esperar que le crean. Manifiesta o implícitamente todo político procura despertar crédito en su interlocutor. Lo que sí indica un matiz singular de su retórica es un tipo de frase que ha expresado en distintas ocasiones: “yo confío en ustedes pero necesito que confíen en ustedes mismos”. 

Solo una lectura rápida y desorientada podría imaginar que ese trozo verbal es la expresión de quien ha renunciado a la arrogancia de constituirse en el amo de una verdad que exige credulidad sin críticas. Nada de ello. Su yo se sustrae del lugar de quien se puede esperar algo y el otro debe confiar en sí mismo. Su interlocutor es convocado a satisfacer una necesidad del orador: confiar en sí mismo, solo me pide que crea en mí. 

Esta pequeña pieza discursiva es un engranaje más de una expandida lógica de entrampamiento. Es un tipo de discurso que encierra al sujeto en una paradoja, en una contradicción con dos cualidades específicas: no tiene resolución y el conflicto se instala al interior del propio sujeto sin posibilidad de desplegarse en el escenario social. Imaginemos al ciudadano que ha visto en Macri a un político que le despertó esperanzas. Imaginemos, entonces, a ese mismo ciudadano pensando que lo que necesita su candidato es que crea en sí mismo, no en aquél. Lo que sigue es: “si a Macri le va mal es porque yo no creo en mí mismo”. Vemos allí la producción de un conflicto intrasubjetivo, un conflicto impedido de hallar en el vínculo con el otro una vía de expresión y resolución. 

Si le pedimos a una persona que nos crea, luego quedamos expuestos a que ratifique su confianza o bien se sienta desilusionada; abrimos el campo de posibilidades para que aquella persona interactúe con nosotros en función de la satisfacción o no de sus expectativas. En cambio, el discurso de Macri no realiza esa operación, impide que la interacción con su votante se desarrolle según ese grupo de alternativas. El votante neoliberal se encuentra aprisionado en un torcimiento de su narcisismo, pues no podrá decepcionarse de Macri sino solamente de sí mismo. Al mismo tiempo, si el dolor por la herida es insoportable, aquel votante se verá llevado a reforzar la desmentida para perpetuar la necesidad de continuar creyendo en sí mismo.

Mienten pero son sinceros

Mentir no es invento ni patrimonio de ningún grupo político, pero ello no impide identificar un rasgo particular del discurso falso, un rasgo que parece enseñorearse de modo singular en el discurso del gobierno: no solo mentir sino mostrar que se miente. 

Tiempo atrás se informó de un viaje en colectivo que habría hecho Mauricio Macri, como forma espontánea de estar con la gente. El gobierno pretendía mostrar cercanía con las personas comunes, que comparte sus costumbres y actividades. Si bien muchos podríamos haber conjeturado que se trataba de una puesta en escena, tan habituales en casi todos los políticos, no se hicieron esperar las imágenes que mostraban el carácter ficticio de la situación. No es este el único episodio del gobierno que se ha hecho público en que se muestra una escena falsa y, casi en simultáneo, se evidencia la mentira. Dado que el gobierno nacional pone un excesivo empeño en su comunicación, que tiene un especial cuidado por el modo en que se muestra a los ciudadanos, no resulta verosímil suponer que “nos quiso mentir pero lo descubrieron”. 

Nuestra hipótesis, entonces, es que hay allí una estrategia pensada y puesta en práctica por el gobierno y algunos medios y que, a su vez, impregna la mente de muchos ciudadanos adherentes al gobierno: mentir y mostrar que se miente, e incluso propagar versiones contradictorias.

Sin duda que hay ocultamientos y, a su vez, cortinas de humo para que una parte de la población hable de determinados temas como si fueran relevantes, mientras pasan cosas mucho más graves. No obstante, además del ocultamiento, este tipo de comunicación persigue la meta de confundir o desquiciar el pensamiento de la población.

Creemos, entonces, que todo eso forma parte de una estrategia comunicacional: 1°) decimos hasta al hartazgo que somos sinceros; 2°) nos diferenciamos de los grandes mentirosos que gobernaron hasta hace poco tiempo; 3°) mentimos recurrentemente; 4°) mostramos públicamente que hemos mentido. 

¿Qué metas podrán perseguir de tal modo? Seguramente más de una y suponen considerar destinatarios diversos: a) que algunos crean la mentira sin más; b) que algunos se entretengan bajo la ilusión de “haber descubierto al Gobierno”; c) crear una suerte de estado confusional o de alteración del pensamiento; d) mostrarse como “malos mentirosos”, algo así como que se podría confiar en ellos porque cuando mienten se deschavan fácilmente (la frase subyacente podría ser “mienten pero son sinceros”); e) desplegar una versión renovada del mentir diciendo la verdad. 

Es posible, a su vez, que en el destinatario de la mentira se dé el siguiente proceso: si bien es indignante advertir que a uno le han mentido, es más doloroso admitir que uno ha creído lo que debiera ser imposible de creer. El votante, pues, preferirá seguir creyendo (desmintiendo) antes que asumir su horrorosa ingenuidad.

“El es millonario, no necesita robar”

El “Informe sobre el desarrollo mundial” realizado por el Banco Mundial en 2015, lleva por título “Mente, sociedad y conducta”. Se advierte ya desde su título el propósito de comprender los modos de funcionamiento de la mente de los ciudadanos y empujar hacia determinadas acciones. Uno de los principios que destaca el informe es lo que denomina “pensamiento automático”: “Gran parte de nuestros pensamientos son automáticos y se basan en lo que nos viene a la mente sin esforzarnos. El pensamiento deliberativo, en el que sopesamos el valor de todas las alternativas disponibles, es menos frecuente. La mayor parte del tiempo, usamos atajos mentales”.

¿Cómo explota, entonces, el discurso neoliberal esos atajos mentales? ¿Cómo trabaja sobre la mente que rechaza esforzarse? 

La frase que titula este apartado, cuyo origen desconocemos, se ha instalado socialmente desde que Macri comenzó su carrera hacia la Presidencia de la Nación, y sus votantes la repiten pese a carecer de toda lógica. Si bien un interrogante será sobre el grado de corrupción del actual gobierno nacional, no es este el punto que deseo tratar ahora. Tampoco pretendo analizar aquí el prejuicio que destila la frase (los millonarios no roban, por lo tanto los pobres sí). Me interesa destacar lo que indiqué renglones arriba: la falta de toda lógica en la frase. Esto es, con independencia de las conductas de Macri y de los prejuicios que evidencia la expresión, no hay nexo lógico alguno entre el patrimonio de un sujeto y su honestidad o deshonestidad. Solo en apariencia se trata de un razonamiento deductivo pues las premisas (la situación económica de un sujeto) no tienen un nexo lógico con la conclusión (su honestidad). 

Es generoso el inventario de expresiones de funcionarios y votantes que hemos escuchado y que exhiben la misma ruptura de la racionalidad y la sensatez, y por ello afirmamos que una de las estrategias consiste en perturbar la capacidad de pensar de los ciudadanos. 

Arma a tu prójimo como a ti mismo

Pese al discurso que la ministra Patricia Bullrich ostenta hace tiempo, y a la represión que conduce desde su cartera, no dejó de impactar la frase que hace pocos días sostuvo ante una periodista: “el que quiera estar armado, que ande armado”. Tampoco perdió la ocasión para avalar, nuevamente, al policía Chocobar bajo el argumento de que “defendió a un ciudadano atacado”. El sujeto al cual el policía asesinó estaba huyendo y fue baleado por la espalda. La apología que hace la ministra se funda, simultáneamente, en una mentira (pues en ese momento Chocobar no estaba defendiendo a nadie) y en una concepción vengativa de la justicia. En efecto, si el delincuente estaba huyendo, y balearlo es “defender” a un ciudadano, Bullrich llama “defensa” a la “venganza”. No muy lejos de todo ello estuvo Macri cuando aludió al “veneno social” y propuso “aislar a las personas envilecidas”. Recordemos que Freud indicó el nexo entre las fantasías de envenenamiento y la irrefrenable codicia. Quizá sea momento de resignificar aquello que el Presidente expresó en su discurso de asunción: “nos alegra porque pudieron elegir en libertad, pero ya pasaron las elecciones”. 

Los nadies

Cuando describe las ficciones que gobiernan el management empresarial, Dupuy3 dice que en estas organizaciones “nadie manda, pero todo el mundo obedece” y luego agrega que “nadie cree, pero todo el mundo hace como si creyera”. Parece reinar, pues, el mundo de los nadies. De modo similar hemos aprendido a recitar que la vaca da la leche, cual si nadie se la sacara; o bien nos acostumbramos a decir que se cayó el Muro de Berlín, cual si nadie lo hubiera tirado. Es como si hubiera una tendencia a excluir del discurso al sujeto de la historia y en cuyo lugar queda colocado un nadie.

Como sistema político-económico, el neoliberalismo ostenta una cosmovisión en la que no tienen cabida –más bien son expulsadas– ideas como solidaridad o colectivo. De allí que, en gran medida, nos centramos en indagar las vivencias propias de estos egoísmos dispersos, de esos seres cuyo horizonte vincular no va más allá del clan, su familia, su reducido núcleo de amigos o, cuanto mucho, el vecino. Sin embargo, por esa vía, hasta el ego-centrismo es una ilusión, una vanidad sin fundamento, pues el desenlace invariable es que el yo devenga en nadie. Es así que nadie es el destino del yo-neoliberal, pues sabemos que hasta en el individualista sálvese quién pueda, casi nadie puede.

1 Plut, S.; “Si no es ahora, ¿cuándo?”, Diario PáginaI12, 21 de septiembre de 2018.

2 Plut, S.; (2018) El malestar en la cultura neoliberal, Ed. Letra Viva.

3 Dupuy, F.; (2005) La fatiga de las elites, Ed. Manantial.

* Doctor en Psicología. Psicoanalista. Autor de El malestar en la cultura neoliberal (Ed. Letra Viva), que se presentará el miércoles 14 a las 20.45 en Pasaje Bollini 2167.

Posdata

Charla. Pulsión, repetición, acto analítico. A cargo de María Eugenia Vila. 

Jueves 8 de noviembre, a las 12, en el 7º piso, aula 4, hospital Fernández. No arancelado. 

Ciclo. Cine y Psicoanálisis “La querella de los sexos”. Última proyección del año: “Un día muy particular” (Ettore Scola). Conversan: Laura Galarza, Mónica Torres, Elsa Maluenda, Pablo Russo y Lionel Raichgut. Viernes 9 de noviembre, a las 19. Escuela de Orientación Lacaniana, Ancón 5201, CABA. Gratis.

Libro. Presentación de El malestar en la cultura neoliberal, de Sebastián Plut (Ed. Letra Viva). Con Rudy, Ricardo Aronskind, Sergio Zabalza y el autor. El miércoles 14 a las 20.45, en la Fundación Bollini (Pasaje Bollini 2167, CABA). Gratis.

Homenaje. Mujeres psicoanalistas: homenaje a la Dra. Gilou García Reinoso.  Disertantes: Ana María Fernández, Martha Rosemberg, Marisa Punta Rodulfo y Juan Carlos Volnovich. Coordinadora: Débora Tajer. Organizada por la Cátedra de Introducción a los Estudios de Género, Facultad de Psicología, UBA. Miércoles 18 de noviembre, a las 16. Avenida Independencia 3065. Aula 320.

Psicodrama. El Centro Nodos - Psicodrama y grupos realiza durante este mes las entrevistas y charlas informativas para la formación en Psicodrama y Coordinación que se inicia en abril de 2019 en sus sedes de CABA, Temperley y Ciudad de Córdoba. [email protected] - www.centronodos.com.ar

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