Los tiempos del libro son como anillos infinitos que forman una red de relaciones que tejen las tramas de las vidas implicadas en la confección, la circulación, las lecturas, la preservación. Los libros abren ventanas para mirar las huellas que dejaron las manos de los otros. Y lo que se ve –esa materialidad condensada en una dedicatoria, una tipografía bellísima, un papel especial, una encuadernación artesanal o en la anotación o comentario de un lector al pie de la página– no hace sino causar asombro. Las libreras anticuarias no son ancianas jorobadas, de mal genio y pocas palabras. Lejos de ese estereotipo, Elena Padín Olinik –propietaria de Helena de Buenos Aires–, Graciela Harsich y Paulina Ivanoff, de Aquilanti & Fernández Blanco, comparten la pasión bibliófila con PáginaI12 en la 12° Feria del Libro Antiguo de Buenos Aires, que se extenderá hasta el domingo en el Centro Cultural Kirchner (Sarmiento 151), con entrada libre. Organizada por la Asociación de Libreros Anticuarios de la Argentina (Alada), es un punto de encuentro para profesionales del libro antiguo del país y del extranjero, así como para bibliófilos, coleccionistas y lectores en general, que tienen la oportunidad de acercarse al maravilloso mundo de los libros curiosos, raros, coleccionables y exquisitos. Elena, “presidenta de la rama femenina” de libreras anticuarias, expondrá una parte de su catálogo junto a Alberto Casares, Anticuaria “Poema 20”, Aquilanti & Fernández Blanco, Galería Mar Dulce, Hilario Arte, Letras y oficios, Luis Figueroa, La Librería de Ávila, Librería El Escondite, Libros La Teatral, Los Siete Pilares, Rayo Rojo, The Antique Book Shop, The Book Cellar & Henschel, Víctor Aizenman y Antiqvaria Durán.

–¿Qué significa ser anticuarias en un ámbito donde prevalecen los hombres?

Elena Padín Olinik: – Es una gran ventaja representar a las mujeres en una tarea que era territorio de hombres. Tenemos una sensibilidad hacia lo que conlleva el libro, la conservación, la preservación, lo que moviliza la lectura y lo bonito que es tocar un ejemplar. Nos beneficia esta posibilidad que tiene la mujer de una sensibilidad cercana al cariño, al sentimiento hondo. 

Graciela Harsich: –Nunca sentí que fuera un territorio vedado. Hay otras profesiones donde a la mujer se la limita o se la deja a un lado. Podría haber muchas más libreras anticuarias, que a lo mejor pensaron que no podrían hacerlo. Es una oportunidad que ahora seamos un poquito más. Y que vengan otras. Que no sean sólo los hombres que se destaquen como dueños de las librerías, como coleccionistas y como compradores. Que las mujeres demuestren que les gusta el libro como objeto, que lo pueden coleccionar, que es lindo tener una primera edición y no necesariamente es muy caro. 

Elena: –A todas nos pasa una situación maravillosa, tomamos clases todos los días. Yo vengo de la docencia, antes me paraba y daba clases; ahora viene una persona y me da una clase particular. Viene una persona que te obliga a saber de Darwin y cuando vuelva vas a tener que tener alguna cosa preparada. Y otros te piden Borges, Cortázar, literatura soviética, historia hispanoamericana, antropología. Cada persona te está cargando de un bagaje descomunal y te obliga a indagar, a curiosear, a buscar.

Graciela: –Esa es la diferencia con las otras librerías. Muchos toman el libro como si fuera una lata de tomate: “Allá está la sección ficción”. Estamos obligadas a conocer mucho más y tenemos la tarea de guiar a la gente que te cuenta que empezó a investigar sobre un tema. “Dame un par de días que investigamos y buscamos qué autores te pueden servir”.

Paulina Ivanoff: –Yo tengo 33, pero empecé a trabajar a los 26 con Lucio Aquilanti y allá iba otro target. En esta librería la gente ya nos conoce. Pero me ha pasado que un cliente se quedó pasmado porque lo atendí yo. No esperaba encontrar a alguien joven o a una mujer y pensaba que no lo iba a orientar. Tengo formación académica en museología, un bagaje amplio para hablar de cualquier tema, sobre todo de historia argentina. Al principio lo quería matar, pero después lo sorprendí (risas).

–Mujer joven no encaja con el estereotipo del librero viejo y encorvado.

Paulina: –Yo hice un pequeño test y conté que trabajaba con Lucio Aquilanti en una librería anticuaria, ¿cómo te lo imaginás al dueño de la librería? “Como el viejito de Up”, contestó la mayoría.

Elena: –A mí me ha pasado que me digan: “busco a la dueña”. Esperan que venga una viejita de 94 años con lentes.

–¿En cuántas Ferias participaron?

Elena: –Yo estuve en las doce, más una que se hizo en Córdoba. Cuando empezó esto éramos muy pocos trabajando. La primera, en el Museo Larreta, fue maravillosa. La cola daba vuelta la manzana. Es una fiesta, el momento en que nos acercamos a la población para que vean que esto existe, que hay una cantidad de personas cuidando y preservando ejemplares bonitos, a veces costosos, no siempre, pero sí con un trasfondo muy importante de conservacionismo, para que vaya a las manos correctas.

Paulina: –Esta es mi quinta feria. Yo que soy conservacionista por mi carrera a veces me pasa que me encariño con un libro, pero sé que se tiene que ir, que alguien lo va a cuidar igual o mejor que yo. 

Graciela: –Deben ser unas nueve o diez ferias. Lo más destacable es que los libros están para que la gente los vea, los aprecie y pueda encontrarse con una selección de lo más lindo que tenemos, no necesariamente lo más caro. Hay piezas para todos los gustos y es lindo, aunque uno no vaya a comprar, que pueda ver encuadernaciones preciosas, diseños de tapas, la tipografía; es un buen lugar para llevar a los chicos y que vean que los libros tienen una historia, que no son como la encuadernación plástica que se ve ahora, que había antes un verdadero amor en la puesta del libro.

–¿Qué piezas son “accesibles”?

Elena: –Yo llevo una cantidad de libros criollistas de Mario López Osornio, una temática que me gusta mucho; todos accesibles. Y también una parte de literatura erótica; tengo unos cuatrocientos libros de erótica.

Paulina: –Llevamos libros dedicados por los autores y mucha literatura del siglo XX, títulos de Néstor Perlongher, Leónidas Lamborghini, Roberto Santoro, Fernando Noy. El trabajo es poner en valor autores, corrientes literarias y libros históricos, luchando contra los que no son libreros y tratan de poner precios en portales de ventas de libros.

Elena: –Los anticuarios estamos preparados para decir: “Esto es lo que vale”. Luchamos contra los improvisados. La profesionalización tiene que ver con poder hacer la tasación de un ejemplar, no necesariamente del siglo XVI, cualquier pieza del siglo XX. Ponemos en valor obras de escritores que tal vez no tuvieron la suerte de estar en la superficie y fueron olvidados.

–Las ventas de libros cayeron en estos últimos meses. ¿Sintieron eso o el universo del coleccionismo está un poco más aislado?

Elena: –Se sintió. En todos los ámbitos de la cultura hubo un cimbronazo. En las anticuarias ha pasado como en las librerías de libros nuevos. Permanentemente inventamos maneras para llegar a más clientes. 

Paulina: –El cliente de paso es el que dejó de comprar. O el investigador que no tiene presupuesto en la universidad o está haciendo una tesis y no le alcanza y trata de conseguir una fotocopia o se la rebusca. Sí hay más ofrecimientos de gente que quiere vender sus bibliotecas o de familiares. 

Elena: –Como hay pocas ventas, te inhibís de comprar una biblioteca de más de 1500 volúmenes. ¿Por qué tenemos tanta cantidad? Porque compramos 15.000 en una semana y vendés 8 al día. Lo hacemos con placer: cuidarlos para esperar a la persona que está buscándolo y puede estar quieto en una estantería quince años, hasta que alguien dice: “¡Lo tenés ahí!”. “Te lo estoy guardando para vos porque sabía que un día ibas a venir”.

–Ustedes trabajan con el tiempo en un sentido muy amplio. El objeto libro, la pieza o el manuscrito, tiene que ver con el tiempo y van encontrando sus destinatarios con el tiempo.

Elena: –Yo tengo libros fundacionales, que están desde que abrí la librería hace más de veinte años y son como amuletos. Manejamos cosas que tienen que ver con el tiempo: el tiempo en que se demoró el libro en llegar a tus manos y el tiempo que va a demorar en irse.

–En esos libros hay contenidas muchas vidas, ¿no?

Elena: –Claro. En un libro del siglo XVI tenés un montón de generaciones hasta el 2018. El libro anticuario tiene un tiempo previo en el que el librero lo cuida amorosamente. 

Paulina: –Me gusta pensar en los que leyeron el libro. Cuando alguien me dice que tenemos libros usados, yo le digo: “son libros leídos”. 

Graciela: –Cuando esos libros están dedicados, descubrís la letra de la autora o el autor y al leer estás viajando en el tiempo por las palabras afectuosas que te permiten saber algo de la persona que estaba detrás del nombre. Es muy emocionante.

* La 12° Feria del Libro Antiguo se puede visitar de miércoles a viernes de 14 a 20 horas. El sábado, de 16 a 22, y el domingo, de 15 a 20.

 

Algunas joyas de la colección

Estas son algunas obras que se exhibirán en la 12° Feria del Libro Antiguo.

* Luna de enfrente, de Jorge Luis Borges. Primera edición del segundo libro de poemas de Jorge Luis Borges. Año 1925. Firmado por el autor. Presenta un dibujo de portada hecho por su hermana Norah Borges e ilustraciones de la dibujante María Clemencia. Ejemplar Nº 137 de un tirada de 300. 

* Vida y hechos del ingenioso cavallero Don Quixote de la Mancha, Miguel de Cervantes Saavedra. Nueva edición corregida y ilustrada con diferentes estampas muy donosas y apropiadas a la materia Bruxelas, Padro de la Calle, 1671. Dos tomos in 12º, encuadernado en pergamino.

* Primera, Segunda y Tercera Parte de La Araucana, de D. Alonso de Ercilla y Zuñiga, Cauallero de la Orden de Santiago, Gentilhombre de la Camara de la Magestad del Emperador. Dirigidas Al Rey nuestro Señor. Año 1610. En Madrid, en casa de Juan de la Cuesta, A costa de Miguel Martínez. Portadas de primera, segunda y tercera parte con escudos de armas. Encuadernado en dos volúmenes en pasta española

* Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, de Oliverio Girondo. Ilustraciones del autor coloreadas a mano por Ch. Keller. Argenteuil (Francia), Imprenta de Coulouma, 1922. In 4º (32 x 25 cm.), s/n., rústica original. Ejemplar numerado de una tirada de 850 ejemplares. Primera edición del primer libro de Oliverio Girondo.