Roja profunda es la hemoglobina de Kate Moss, Anna Wintour, Paul McCartney, el autosantificado Bono (aka patrón de demasiadas causas), Sting, Jude Law; apenas algunas de las varias estrellas que han accedido a que el artista inglés Marc Quinn (Londres, 1964) les extraiga sangre para su próxima obra. La ambiciosa Odyssey, en honor a la precisión, cuya intrincada logística ya está en autos, amén de inaugurarse en la entrada de la Biblioteca Pública de Nueva York en septiembre de 2019. Más que comprensibles los muchos meses de preparación, en tanto –para dar forma a la pieza– necesita el brit que aproximadamente 5 mil personas le donen su líquido escarlata: la mitad, refugiados; la otra, no refugiados (incluidos los susodichos famosos). Con la sangre (congelada) del grupo primero, una tonelada de ella, llenará Quinn un gran cubo transparente; con ídem del segundo inyectará otro cubo igual, sin decir al público cuál es cuál, buscando que reflexione sobre las similitudes esenciales que comparten los seres humanos. “El punto fundamental es que, debajo de la piel, todos somos iguales”, subraya el creador, que para dispensar tan sencillo mensaje pondrá en marcha colosal orquestación. Desde enero, Quinn establecerá mini-laboratorios en varias ciudades del mundo, tras haber pasado por juntas de ética médica y asegurarse de que todo se lleve a cabo con los mismos estándares profesionales que un ensayo clínico. Quienes quieran participar, empero, no solo pondrán a disposición sus venitas: también deben dispensar unos dólares a la causa, que irán a parar a distintas entidades benéficas en tema, incluido el International Rescue Committee. “Uno se acuerda de Guernica porque Picasso lo pintó, de lo contrario apenas hubiese sido una batalla más de la guerra civil española. Para mí, la crisis de los refugiados es algo que debería permanecer en la memoria colectiva del mundo”, comparte sus razones el reputado varón, ex Young British Artist, cuyas obras más sonadas incluyen una Kate Moss esculpida en oro, o bustos de su rostro a base de silicona... mezclada con su propia sangre. Más allá del motivo recurrente (¡adn por doquier!), vale decir que Odyssey, “una obra artística migrante”, girará luego por Europa, África y Medio Oriente. Siempre y cuando ningún vampiro se avive e intente robar tan apetecible cóctel.