Sucede algo cuando suena La Martino Orquesta Típica. La gente del tango, incluso aquella acostumbrados a trajinar escenarios y festivales, se sorprende. Arreglos exquisitos, una voz femenina bella y una poética impecable llaman la atención. Cuando se entera de que son todos jóvenes y que su director, Nehuén Martino, tiene apenas 26 años, la sorpresa torna incredulidad. Y no es raro: llevan apenas cuatro años trabajando juntos, su primer disco salió hace dos y son muy, muy jóvenes. Son jóvenes que llegaron al tango sin pasar antes por el rock, como la generación inmediatamente anterior, y que hacen bunker en Parque Patricios y con ciclos que gestionan con otros colegas de generación. Por eso lo de esta noche también es importante para ellos: presentarán Plural, su segundo disco, en la Usina del Arte (Caffarena 1). Será a las 20, en una programación que también tendrá sobre el escenario a Patricia Malanca, quien cantará sus adaptaciones tangueras de los clásicos de Silvio Rodríguez (ver aparte).

“Cuando presentamos el primer disco en el CAFF, dijimos que uno de los bises iba a ser parte del segundo disco, pero sin saber que realmente iba a ser así”, confiesa el joven director de la orquesta. “De alguna manera, ese arreglo terminó formando la identidad de la música que seguí escribiendo, con tempos más rápidos, otras armonías y un marcatto muy gobbiano”, rememora. “Buena vida”, al que hace referencia, es el único que no es propio, sino una versión de un tema de su maestro, Nicolás Ledesma. Los otros siete temas de la nuevo trabajo –que sólo estará en formato digital– son composiciones trabajadas por toda la orquesta y, en algunos casos, con poesías de Daniel Olivera, con quien ya habían colaborado para el disco debut.

Si en su primera producción el corazón del disco estaba en las denuncias a los incendios forestales patagónicos, en “Plural” la clave interpretativa las aportan “Junco” y “Sisu”. El primero, con letra de Olivera, tematiza la resiliencia, la capacidad de adaptarse positivamente a un entorno adverso. “Sisu”, en tanto, es una expresión finlandesa que les acercó Christian Martinz, con quien trabajan. “Es como decir ‘fuerza, che’, no tiene una traducción exacta, pero cuando pasa algo trágico y hay que apechugarla, te dicen ‘sisu’, es buena energía”, explica Martino. “Haciendo un paralelismo medio berretongo, es como la Fuerza en Star Wars”, propone Leandro Antognolli, guitarrista y cofundador de la orquesta. Y aunque reconocen los lazos que unen ambos países más allá del tango (la Argentina, por ejemplo, fue el primero en reconocer a Finlandia como república en 1917, cinco años antes que el resto del mundo), en este caso la influencia es sólo filosófica y no musical. “Queríamos dar la imagen de que el tango también puede ser esperanzador”, observa Martino. “Además, estamos en un momento en el que la cultura necesita mucho sisu; más el tango, que ya no está en su época de gloria”, comenta el pianista.

“Además, en este disco queríamos transmitir el laburo en grupo, el laburo sostenido en el tiempo”, cuenta Antognolli. “Estamos convencidos de que si esto va a dar frutos, va a ser con el paso del tiempo; son los grupos que tienen trayectoria los que pueden laburar bien de esto. Nosotros tenemos sólo cuatro años como orquesta, que no es poco, pero tampoco muchísimo”. Por ahora, asegura, sus esfuerzos van encaminados a sostener al grupo y que siga creciendo su música. “Además, lo que tocamos no está escrito al 100 por ciento, cada uno aporta su cuestión personal para que la cosa crezca y suene de tal o cual manera, ese es el aporte que da como resultado el disco”, profundiza. Martino coincide y compara con las épocas de oro del género. “Víctor Lavallén una vez me contaba que con Pugliese laburaban exactamente igual. Y justamente ese es un ejemplo claro de cooperativa. Venía un arreglo y cambiaba constantemente porque cada uno aportaba una cosa y eso daba un arreglo definitivo. En algún punto, era muy plural. La orquesta típica también era un concepto muy plural. Eso se perdió con el tiempo y ahora se está retomando”.

En ese vínculo con el pasado del género, destaca dentro del disco una composición dedicada a Alberto Garralda, histórico primer bandoneón de la orquesta de Alfredo Gobbi, y suerte de mentor para la orquesta, que acudió a él para aprender los yeites gobbianos perdidos. “Era un viejo lindo”, recuerda con cariño Antognolli. “Nos tiró cosas que nos desmitificaban esa época. Uno capaz piensa que los bandoneonistas de aquella época eran dioses y eran seres humanos, que estudiaban, se juntaban y veían cómo sacaban adelante una parte.

Otro de los cambios que se evidencias respecto del primer disco es de cantantes. Sigue Nazarena Anahí Cáceres, pero ya no hay voz masculina. En su lugar se sumó otra cantante, la colombiana Alexandra Vega. “Tiene que ver con nuestro contexto histórico”, plantea Martino. “En primer lugar, hoy hay más cantantes femeninas que masculinos en las orquestas. Y además son muy buenas. En los ‘50 eran mayoría los masculinos y eran mejores, por una vieja cuestión machista que le reservaba el tango a los hombres. Además, en las orquestas hoy ves una fila de cuerdas o bandoneones, y son mixtas. Eso es totalmente del siglo XXI. Y creo que en la historia del tango nunca se hizo que una orquesta tuviera dos cantantes femeninas. Si cantaban dos en terceras, siempre eran dos tipos. A lo sumo eran un tipo y una mina. Me pareció original. Y tenemos versiones de los temas para las dos y vamos cambiando. Eso enriquece”.